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Un marco de 2.900 pesetas para “Las Meninas”

Hoy cumple 200 años el Museo Nacional del Prado, buque insignia de la cultura española y una de las pinacotecas de referencia mundial. Su archivo documental permite conocer algunas anécdotas sobre los cuadros de su colección como, por ejemplo, lo que costó el marco del lienzo de Velázquez, emblema del museo
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Una de las maneras más efectivas de colectivizar la celebración de algo tan relevante como el Bicentenario del Museo del Prado, que tal día como hoy abría sus puertas, es conocer su pasado, indagar en su futuro y ser capaz de comprender su presente. Qué mejor manera de convertir en efectivo semejante propósito que pudiendo acceder a la intimidad de sus rincones más inaccesibles, al cruce de misivas entre instituciones y artistas y a la forma de respirar de sus depósitos. Como añadido a todo el conglomerado de ejercicios que se están llevando a cabo estos días y que se encuentran enmarcados dentro del homenaje de apertura de este depositario artístico de los miedos y pasiones del pueblo español, resulta interesante refrescar la utilidad de un espacio gratuito y accesible como el de la pinacoteca online del museo que alberga infinidad de curiosidades sobre la tripas de la institución y constituye una oportunidad única para sentirse parte de los márgenes sociales y políticos de nuestra historia.
Imaginemos a un tal señor Wickins. Sabemos que existió, pero poco más. Supongamos que ha pasado unas estupendas vacaciones en Madrid y se ha quedado prendado del Museo del Prado. Hablamos de 1909, por cierto. En una sala de la pinacoteca se ha topado con un cuadro de gran formato que parece ser harto famoso. Está a punto de preguntar un poco más acerca de él, pero se acuerda de las recomendaciones de su guía Baedeker, que aconseja "evitar los temas serios de conversación" en ese país de "maleducados" e "ignorantes". El señor Wickins sale paladeando aquella obra maestra, regresa a su Yorkshire natal y la olvida sin más. Dos años después (y aquí pasamos de la suposición a los hechos constatables), el secretario del Museo del Prado recibe la siguiente misiva de Frederick Wickins: "Me tomo la libertad de dirigirme a usted para suplicarle de escribirme el nombre del pintor de un grande cuadro en el Prado. En verano de 1909 este cuadro estaba el único en un salón y representaba tres o cuatro niños vestidos en trajes de señoritas, con cuello y brazos desnudos, y otros miembros de la familia real. El niño mayor tiene 10 años".
El señor Wickins, de quien no sabemos los motivos para tan peregrina petición con dos años de retraso, tiene al menos el detalle de enviar "un cupón que el correo cambiará a usted en un sello para el extranjero". Con un muy cortés "Q.B.S.M" (que besa su mano) se despide muy agradecido el señor Wickins. En el espacio en blanco de la carta mecanografiada por el británico, fechada el 20 de junio de 1911, algún trabajador del museo ha escrito a mano lo siguiente: "En 4-VII se le manda tarjeta postal de las Meninas". Entendemos que con la misma iba la solución a sus desvelos: Velázquez, el "pintor del grande cuadro".
Esta es solo una de las miles de anécdotas que se esconden en el Archivo del Museo del Prado, al alcance de todos los curiosos gracias a la puesta en marcha del sitio online gratuito de la pinacoteca (https://archivo.museodelprado.es), que ofrece casi 12.000 documentos digitalizados y que, coincidiendo con la celebración del bicentenario del museo, merece la pena volver a revisar. A través de este espacio digital se puede acceder a la intimidad, a las cocinas del gran museo español, a sus modos de gestión (cuentas, alzamientos...), depósitos, cesiones, cartas cruzadas entre instituciones y artistas, y, cómo no, curiosidades y rarezas como la misiva del señor Wickins que llenan de vida a grandes obras maestras como "Las Meninas". Si seguimos indagando en los entresijos documentales del buque insignia de la institución, encontramos una curiosa "Minuta de oficio del Director del Real Museo de Pintura y Escultura al Intendente General de la Real Casa por la que da su visto bueno para que [Alfred] Destailleur coloque una cuadrícula en el cuadro de Las Meninas de Velázquez, con el fin de sacar una copia exacta del mismo".
Fechada el 12 de mayo de 1855 y acompañada pocos días después por una Real Orden aprobatoria, nos abre una rendija a toda una época. En la propia web del Prado, en un artículo de José Álvarez Lopera titulado "Influencia del Museo del Prado en el arte del siglo XIX", se nos explica que el artista francés llegó a Madrid "en la primavera de 1855 para copiar también obras de Velázquez recomendado a Madrazo por Mérimée". Alemanes, franceses, italianos... Todos quisieron llevarse copias de obras de Velázquez, que ayudaron a propagar la fama del artista entre los pintores del XIX.
En la misma tónica, encontramos otro documento de 26 de abril de 1909 en el que el pintor suizo Willy Fries "solicita un sitio para poder copiar "Las Meninas" de Velázquez" y asegura que "junto con mi amigo Dr. Braumann llegaré en días". Desconocemos si su plegaria fue atendida, pero ahondado en el archivo descubrimos que no era la primera visita profesional de la pareja a la pinacoteca. El "amigo" es la misma persona que figura en el documento de 1906 titulado "Carta de Max Braumann por la que informa de su llegada a Madrid y su deseo de copiar "Las Hilanderas" de Velázquez". En esa misma misiva aclara que "llegaré con mi amigo Sr. Willy Fries". Se despide con las "gracias más expresivas".
Otro trato que sí llegó a cerrarse fue el del nuevo (por entonces) marco para "Las Meninas". Un documento del 29 de junio de 1928 da fe del presupuesto expedido por la firma Hijos de José Cano (Restauradores) al Museo por el encargo de "un marco negro rizado en madera de 318 x 276 m". El trabajo se cerró en 2.900 pesetas. Y el marco sigue ahí casi 100 años después. En la misma caja de legajos se encargan "tres muebles tapizados para cubrir los radiadores de las salas de Goya".
Hojas didácticas
Y es que el archivo nos permite adentrarnos en las anécdotas puras de gestión, con numerosas cuentas para pagar a bedeles o limpiadores, desplazamientos de obras o encargos de lo más variopinto, facturas de anticuarios, viejos catálogos de exposiciones y hojas didácticas de época. Gracias a una de ellas, del año 1984 "a la atención de los profesores y alumnos de grupos escolares de visita al Museo", se nos explica que "recientemente" el cuadro de "Las Meninas" "fue sometido a un proceso de limpieza, efectuado por el profesor-restaurador John Brealey". "La suciedad del lienzo –continúa el folleto– procedía de los años transcurridos desde su última limpieza, a finales del siglo XIX, de la contaminación atmosférica tan crecida en Madrid en los últimos años, y de la respiración de tantos visitantes que se amontonaban en la pequeña sala en la que se exhibía". Y es que entre el año 77 y 85 se realizaron obras de climatización y reformas que permitieron el traslado del cuadro emblemático de Velázquez a su emplazamiento actual. Antes de dichas reformas, el Museo encargó una serie de fotografías de la sala de "Las Meninas" y del propio cuadro, que en aquella época ocupaba en solitario una estancia, con un espejo en uno de sus ángulos que establecía un curioso juego meta-pictórico con la obra magna del genio. Las imágenes, antes en la caja 104 del Archivo, son ahora de dominio público.
El archivo también almacena valiosa y curiosa documentación sobre Velázquez y su obra. Así, encontramos una "súplica de Diego Velázquez, aposentador de Palacio", cargo que ostentaba el pintor en la Corte, fechada en 1653; y, ocho años después, tras la muerte del genio, hallamos una "súplica de Juan Bautista del Mazo, yerno de Diego Velázquez, a Felipe IV sobre el reparto de la Hacienda del pintor". Con el fallecimiento del pintor y aposentador, encontramos numerosas cédulas oficiales ligadas a esta última actividad. En cambio, a partir del siglo XIX, el archivo conserva varios expedientes y cartas sobre compra-venta de obras.
Por ejemplo, en 1909 un tal Federico García de Barcelona se dirige al director del Museo para saber si un cuadro de su familia es obra del maestro sevillano, añadiendo que "si les fuera conveniente adquirirlo" podrían tratar sobre ello. En 1927 encontramos otras dos misivas ofreciendo cuadros de Velázquez a la institución, una de ellas en alemán, la cual se acompaña de una nota del museo en la que se lee: "No interesa la adquisición de esta pintura al Museo del Prado". Desde Alemania se dirige también a la institución, en 1929, el señor Simon Kauffmann ofreciendo la venta de una retrato de Pacheco atribuido a Velázquez. El expediente consta de la carta en alemán del peticionario, la traducción al español y una nota en la que se añade "se le puede decir que envíe fotografía". Y hasta ahí podemos leer.
Cuando Picasso fue director del Prado
El archivo del Museo contiene diversos papeles que dan fe del breve período de tiempo en el que Pablo Picasso, el artista más importante de su época, fue director del Prado. Así, encontramos un “Oficio de Jesús Hernández Tomás, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, a Pablo Ruiz Picasso, director del Museo del Prado, por el que le traslada el Decreto de 19 de septiembre relativo a su nombramiento como director del Museo”. Está fechado en 25 de septiembre de 1936, en plena Guerra Civil y le sigue el propio nombramiento firmado por Azaña en el que se fija un sueldo de 15.000 pesetas anuales. Según recogen los documentos, el propio Museo no tuvo constancia oficial del nombramiento y se enteró por la Gaceta. En aquella época el malagueño pintó el “Guernica” y nunca llegó a tomar posesión del cargo que ostentó hasta 1939. Jamás viajó a Madrid a pesar de las peticiones para que lo hiciera, pero sí actuó como director. Por ejemplo, en diciembre de 1937 se dirige al Congreso de Artistas Americanos para garantizar que las obras de la pinacoteca han sido “puestas a salvo” por el Gobierno de la República. Además, en el archivo se conserva un índice de obras de 1988 preparativo para el traslado del “Guernica” al Reina Sofía, que acabó ingresando en la institución en 1992.