Históricamente, más todavía en los tiempos de la irrupción del «streaming», los sucesos en directo se han convertido en competencia directa de las salas de cine. Los estrenos, de hecho, se quieren dar el rango de evento, tendencia favorecida por las marcas de Marvel o «Star Wars» bajo el sello de Disney, o por autores del gran Hollywood como James Cameron o Christopher Nolan. Nadie, en su sano juicio, competiría contra una final de Champions League o unos cuartos del Mundial de la FIFA. Pero, por suerte, siempre hay valientes.
Si extrapolamos esos términos al deporte indio, la translación directa sería un India contra Pakistán al criquet, quizá el deporte con mayor número de seguidores alrededor del mundo tras el balompié, con una de las rivalidades, deportivas y políticas, más vivas del globo. ¿Y quiénes son los valientes? Los responsables de «Jawan», película de acción frenética protagonizada por el ídolo Shah Rukh Khan que no solo no tuvo miedo de estrenarse en el mismo fin de semana que el partido del año en su país, sino que además se llevó a casa bate, pelota y carrera. Con una recaudación de, aproximadamente, 31 millones de euros al cambio, «Jawan» acaba de romper todos los récords posibles. Y sigue fuerte, encarando ya su segunda semana en cartelera.
¿Cómo es posible, entonces, que un cine tan exitoso apenas tenga repercusión en el resto del mundo? ¿Es Bollywood todo lo que reluce en el cine indio? ¿Cuánto cine nos estamos perdiendo por nuestro obcecamiento occidental? Para responder a estas y otras preguntas, LA RAZÓN se pone en contacto con otros valientes, los responsables de la distribuidora Lighthouse Films que, además de estrenar «Jawan» en España al mismo tiempo que en India, con todas las complicaciones que ello implica en términos logísticos o de subtitulado, llevan un lustro largo acercando los mejores «blockbusters» de aquel país a nuestras salas en pantalla grande.
«El proyecto de Lighthouse se puso en marcha hace siete años. Nuestro primer estreno fue "Fan", justamente del mismo actor de "Jawan", el famosísimo Shah Rukh Khan. Desde siempre hemos apostado por introducir en el mercado un producto innovador que no estaba llegando a las salas españolas. Ahí es cuando decidimos abrir nuestra mirada hacia el mercado asiático y hace India en concreto», explica por teléfono Conchita Escura, máxima responsable de la empresa. Y sigue: «Pero no es solo una cuestión nuestra, porque desde la India, sus productores también buscan abrir la mirada. Muchas veces son ellos los que nos contactan primero, para explorar las posibilidades de la distribución en España. En los últimos diez años han surgido nuevas sinergias que, acompañadas de una subida en el nivel de las producciones, han hecho que nos encontremos en el camino», añade.
Modi y el cine: una historia de amores y odios
Si bien es cierto que el cine ha sido una herramienta clave para el Primer Ministro Modi, expandiendo la idea de una India independiente y alejada de la imagen colonial, unas producciones le gustan más que otras. El pasado 17 de septiembre, todas las estrellas de Tollywood le felicitaban el cumpleaños en redes sociales, señal inequívoca de apoyo tras la polémica con «The Kerala Story»: denunciando la «jihad del amor», por la que muchos hombres musulmanes «fingirían» interés por mujeres para convertirlas, la película encontró en Modi un poderoso altavoz, «por mostrar la fea realidad» y, de paso, comulgar con su agenda islamófoba.
Y es así como Escura, conocedora de primera mano de la contemporaneidad de la industria india, nos enseña el camino a seguir: el resurgir de la ciudad de Hyderabad, al sureste del país, como nuevo centro neurálgico del gran cine. Allí, a 512 kilómetros al norte de Bangalore y a 595 kilómetros al este de Mumbai, se sitúa el conocido como Tollywood, alternativa más comercial (y nacionalista) a la del cine tradicional con cada vez más estudios fijando allí su residencia. Más allá de incentivos fiscales y geográficos o de explotación urbanística, las razones hay que buscarlas en la intención de su industria, más enfocada en el entretenimiento que en la pulsión artística. De ahí que películas como «Baahubali» y sus secuelas (estrenadas aquí también por Lighthouse) se hayan rodado allí y hayan dado pie a auténticos parques temáticos (á-la-Parque Warner o Port Aventura) como el inmenso Ramoji Film City. Hogar de decenas de rodajes simultáneos, el parque también ofrece bodas y recorridos de relajación, en sus más de seis kilómetros cuadrados de superficie.
A pesar de que Tollywood lleva en pie casi un siglo, dando en Bengala cabida a películas que no usan el inglés británico como primera lengua, no ha sido hasta la revolución cultural aperturista del Primer Ministro Narendra Modi (que lleva en el cargo desde 2014) cuando se ha podido alcanzar la cifra mágica de las 150 películas al año. Esto casa con sus ideas de descolonización para con la concepción internacional del país, haciendo firme incluso un cambio de nombre oficial del estado a Bharat, para dejar de ser la «India» bautizada por los británicos. Aunque si a alguien hay que reconocer el éxito de Tollywood, más allá de un siempre controvertido Modi que, entre otras muchas cosas, ha restringido drásticamente la libertad de prensa en el país, es a sus productores. Nombres como los de Aditya Chopra o el del binomio formado por Shobu Yarlagadda y Prasad Devineni se repiten en cada nuevo triunfo «tollywoodiense», poniendo por delante la lengua local telugu, pero intentando llegar a los mercados internacionales.
Así es más fácil entender el éxito de películas como la estrambótica «RRR», que se acabó alzando con el Oscar a la Mejor Canción Original el año pasado, el fenómeno actual de «Jawan» o la inmersión de talento occidental en la industria, con clásicos como el coordinador de especialistas Spiro Razatos («Capitán América», «Fast & Furious») trabajando cada vez con más asiduidad en Hyderabad. El fenómeno también se explica como nuevo gracias a los datos: de entre las 25 películas más taquilleras de la historia de Tollywood, tanto dentro como fuera de la India, no hay ninguna que sea anterior a 2015. «Siempre ha sido un cine más cercano a lo fantástico, con mucho cuidado por los efectos especiales. Con la llegada de las películas de Marvel, por ejemplo, muchos de estos productores se dieron cuenta de que era el momento de subir el nivel, tanto en calidad como en presupuestos. Llevaban años de ventaja incorporando efectos especiales a sus películas», completa Escura.
Si queda alguna duda, todas se disipan cuando ya se cierra la noche del domingo en Madrid. En las salas Cinesa de Méndez Álvaro, al borde de la circunvalación M-30 que acota la capital, son varios los espectadores que se agrupan para buscar la sesión de «Jawan» reservada para las 21:25. Hay mucha diáspora, ciudadanos originarios de la India que encuentran una ventana sanguínea a su cine, pero no son todos. La masa, a ojos de quien observa, bien podría llamarse heterogénea: «Nunca hemos ido específicamente a por el público indio, que por supuesto acude, porque al principio no era algo tan evidente. No empezamos a traer este cine porque creyéramos que hubiera un nicho específico a explotar, sino porque este cine no estaba llegando como es debido. Es un lenguaje cinematográfico universal e increíble que mucha gente se está perdiendo», añade didáctica la responsable de Lighthouse Films, valiente, y desde ya en primera fila para captar el «zeitgeist» del nuevo cine con denominación de origen india que, con paciencia y muchos disparos, pretende conquistar el mundo.