Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por

Picasso, un pintor sagrado

El Museo Thyssen de Madrid cierra el año de fastos con una muestra dedicada al acercamiento del artista a los clásicos y a los temas de la tradición judeocristiana
"Picasso, lo sagrado y lo profano" permanecerá abierta, en el Thyssen, hasta el 14 de eneroAITOR MARTINEFE

Madrid Creada:

Última actualización:

Se va agotando el año y los museos van cerrando sus programaciones picassianas. También el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que termina el ciclo del 50 aniversario de la muerte del artista con Picasso, lo sagrado y lo profano, una exposición que propone un discurso en el que se estudia “la audacia y la originalidad”, presenta su comisaria, Paloma Alarcó, con la que el pintor se acercó “tanto al mundo clásico como a los temas de la tradición judeocristiana, desvelando su capacidad de integrar elementos y problemas del arte anterior y de reflexionar sobre la esencia última de la pintura”.
Picasso jugó en su obra con lo divino y con lo humano en su sentido más amplio y profundo, e “intuyó que, desde el principio de los tiempos, las expresiones artísticas habían adoptado una dimensión sagrada”, sostiene la comisaria de un hombre que cuando miró al arte del pasado “nos desvela nuevos modos de interpretar la historia” y que, “con su clarividencia, nos sigue dando claves fundamentales al incierto mundo contemporáneo”.
El arte fue para el protagonista de la muestra un medio de exorcizar tanto sus propios temores como los desafíos de la humanidad, e incluso él mismo se elevó a la categoría de chamán, “poseedor de un poder sobrenatural con capacidad de metamorfosear el mundo visible”. Y desde esa convicción, además de estar rodeado de un mundo de referencias mágicas, Picasso desempeñó el papel de “intercesor entre pueblos y civilizaciones, entre el arte y el espectador, a través de unos temas en la que la distinción entre lo sagrado y lo profano apenas existe”, apunta un recorrido con 38 piezas (22 de ellas del pintor malagueño), que se han reunido gracias a las colecciones Thyssen y los préstamos del Musée National Picasso-Paris y de otros coleccionistas e instituciones, así como pinturas de El Greco, Rubens, Zurbarán, Van der Hamen, Delacroix, una escultura de Pedro de Mena y algunos grabados de Goya.
Tres décadas van de la primera producción de Picasso a la última y también son tres las temáticas (Iconografía, Laberintos y Ritos) en las que se divide la exposición para formar ese diálogo al que hace referencia Alarcó y en el que se ponen sobre la mesa la singularidad y las paradojas de su obra, su personal reinterpretación de los temas y géneros de la tradición y el modo en que los mitos y ritos, tanto paganos como cristianos, se fusionan en muchas de sus creaciones, “sobre todo a la hora de tratar los asuntos más universales de la vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor”, señala.
En el capítulo que abre la retrospectiva, Iconofagia, se muestra la peculiar lectura que Picasso hace de las obras de unos museos a los que se acercó muy pronto en sus visitas al Prado, al Louvre y al Museo de Etnografía de Trocadero. Los grandes maestros del Siglo de Oro español, la escultura ibérica o los objetos rituales de otras culturas le darán el impulso necesario para ir configurando los sucesivos lenguajes de su arte; y la propuesta de Alarcó enfrenta, como ejemplo, al Cristo abrazando la cruz del Greco con Hombre con clarinete; o al San Jerónimo penitente de Ribera con la Mujer sentada en un sillón rojo.
La extraordinaria memoria visual de Picasso, unida a una gran imaginación y destreza artística, le permitió combinar esas fuentes diversas, conjugar tradición y modernidad y metamorfosear cualquier idea para adaptarla a su propia sintaxis. Pero más allá de la apropiación de ciertos aspectos formales del lenguaje de otros artistas, o de medir su poder con el de ellos, al reinterpretar esas obras lo que realmente buscaba era provocar una transferencia de sus poderes creativos. Profundizar en el arte de otras culturas, en los objetos sagrados del “arte primitivo”, le llevó no solo a simplificar o geometrizar sus creaciones, sino también a descubrir lo que tenían de mágico, cambiando su forma de pensar tanto respecto al arte como de lo ritual y lo sagrado”.
Tras la dualidad clásicos-Picasso, la muestra se encamina al propio Laberinto del artista, a sus experiencias y a sus obsesiones, conflictos morales y frustraciones. Siempre defendió su obra como su “diario”, afirmó en una entrevista en 1932; y en esas anotaciones pictóricas de la década de 1920 nos acerca a sus primeros años de matrimonio con la bailarina Olga Khokhlova y al desarrollo de un nuevo lenguaje artístico inspirado en la tradición, tanto de las pinturas pompeyanas como de Miguel Ángel o Rafael. “Pero ese nuevo estilo clasicista no dejó nunca de solaparse en su obra con el espacio cubista; clasicismo y cubismo eran para Picasso lenguajes intercambiables”, señala una muestra que pone como ejemplo Arlequín con espejo (1923), una imagen que el artista abordó como un autorretrato, cuyo rostro se esconde tras la máscara de Pierrot.
También es importante el nacimiento, en 1921, de su hijo Paulo, que multiplica las escenas familiares en sus trabajos, donde tiene especial peso la Virgen María, custodia de los ideales maternales de la cultura occidental. Así, los cuadros de Murillo se hacen grandes en el imaginario picassiano del período azul hasta las figuras femeninas representadas como grandes Madonnas de los últimos años.
Y la sala 55 cierra la exposición con el acercamiento a los ritos paganos o a la herencia de lo sacramental a través de diferentes alegorías y cosmologías cristianas: los relatos de seres sobrenaturales a los que, desde el principio de los tiempos, acudieron los seres humanos para intentar explicar la vida y los misterios del universo y los ritos de los que se valieron las sucesivas culturas y religiones como modo de sustraerse a la muerte se convierten en temas vitales en la creación de Picasso, casi siempre vinculados a la idea de sacrificio. Sobre todo en los años 1930, se solapan con un obsesivo interés por los rituales cristianos y paganos para recapacitar sobre las amenazas que se ciernen sobre el mundo.
  • Dónde: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Cuándo: Del 4 de octubre de 2023 al 14 de enero de 2024. Cuánto: 13 euros (entrada general).