Pedradas, tartas, sopa y tazas: todas las veces que la "Gioconda" ha sido atacada
La obra de Leonardo Da Vinci ha sufrido multitud de ataques a lo largo de la historia e incluso fue robada en 1911: esta es su historia de supervivencia
La atracción que genera la “Gioconda” es legendaria. Miles de espectadores se agolpan cada día para presenciarla apenas unos minutos, arracimados, a varios metros de distancia, como un reclamo magnético. La obra de Leonardo Da Vinci ha hecho correr ríos de tinta por el misterio estético que encierra su gesto, su personalidad real y su incalculable valor económico. Sin embargo, también ha sido objeto de las iras de desequilibrados, activista y ladrones. A lo largo de los tiempos, la pieza ha sufrido varias agresiones, robos y teorías delirantes sobre su poder y propósito. La última, ayer mismo, cuando unas activistas climáticas lanzaron sopa contra la obra. Pero esta es solo una más del largo historial de ataques: pedradas, lanzamiento de tazas o de tartas han intentado hacer blanco contra la pintura, por el momento, sin causarle graves daños.
El hecho más grave sucedió en 1911, cuando, un 22 de agosto, los trabajadores del Museo del Louvre, donde se exponía, se percataron de que no estaba la pintura. Alguien la había robado pero nadie sabía cómo. Se trataba del mayor golpe de la historia contra el arte. Los periódicos se hicieron eco del suceso y la conmoción fue general. Los visitantes acudían incluso a ver el hueco que había quedado como silencioso testimonio de su ausencia. Es en este momento en que se convierte en un icono del museo y de la historia del arte.
El cuadro estuvo desaparecido durante dos años, hasta que un extrabajador del museo, Vincenzo Peruggia, trató de venderla clandestinamente a un marchante. Peruggia había conservado la pieza en su cas durante el tiempo que creía oportuno para que pasase la conmoción, pero fue descubierto y detenido. La obra no había sufrido daños de relevancia y regresó al museo, de donde solo salió algunos años después para ser protegida ante el avance de los nazis hacia París y fue trasladada a diversas ubicaciones secretas para evitar que cayese en manos de Hitler.
Sin embargo, cuando la paz en Europa ya había sido consolidada y la “Gioconda” volvía a exhibirse tranquilamente en la pinacoteca, su fama era tal que comenzó a atraer por su misterio a personalidades poco equilibradas. En 1956, un hombre arrojó una piedra contra el cristal protector, consiguiendo romperlo, e impactó en la pintura. Fue la agresión que más huella ha dejado en la obra en toda la historia, logrando dejar una marca en el codo izquierdo de la Mona Lisa. A pesar de la restauración, los daños son todavía visibles.
A raíz de aquel suceso, los conservadores del Museo del Louvre reforzaron las medidas con un cristal blindado a prueba de balas y proyectiles, que fue transportado junto con la pieza a una exposición temporal para la que salió a préstamo en Tokio. Sin embargo, tampoco en Japón se libro la “Gioconda” de un nuevo ataque. Una mujer, que protestaba por la falta de accesos a discapacitados en el Museo Nacional de Tokio, lanzó contra la pieza pintura roja. El ataque no tuvo consecuencias, pero los responsables del Louvre tomaron una decisión trascendente: la pieza nunca más saldría a préstamo para evitar los riesgos potenciales. Sin embargo, los riesgos seguirían llegando en su propia casa.
Tardaron en llegar, eso sí. Pero en 2009, una mujer de nacionalidad rusa lanzó una taza conmemorativa que había comprado en la tienda del museo contra el cristal de protección después de haber sido rechazada su petición de ciudadanía. De nuevo, el cristal impidió los daños, pero el “efecto llamada” contra la obra no había llegado a su fin. De nuevo, en 2022, un hombre con peluca y en una silla de ruedas logró acercarse a la pintura gracias al acceso preferencial de discapacitados y arrojó una tarta contra el cristal ante la mirada de miles de visitantes y el personal de seguridad.
El último episodio, y ojalá que lo sea de verdad, fue el protagonizado por dos mujeres el 28 de enero de 2024, que arrojaron sopa, de nuevo, contra el cristal, como medio para una protesta por la situación alimentaria en Francia y en el planeta.