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Paco León: “La afición al cine lleva asociada una pulsión un tanto voyerista”

El actor presentó «No mires a los ojos», de estreno el 4 de noviembre, en la Seminci de Valladolid, donde también habló del incidente de su hermana, María León, y sus comentarios sobre “Élite”
IVÁN TOMÉIVÁN TOMÉ
La Razón

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Sosegado, sabe que es uno de los nombres del momento en el cine español. Y no hay jardín en el que no se atreva a podar. O incluso a regar. Paco León (Sevilla, 1974) acaba de estrenar «Rainbow» para Netflix, con disparidad de opiniones entre la crítica, viene de colaborar con Nicolas Cage y Pedro Pascal al otro lado del charco (”El insoportable peso de un talento descomunal”) y ahora vuelve a sus fueros de actor, protagonizando «No mires a los ojos», adaptación de una novela de Juan José Millás.
La película, presentada en el marco de la Seminci de Valladolid y que se estrena el próximo 4 de noviembre, nos devuelve a un León introspectivo, contenido y silente, como en requiebro rebelde sobre lo que nos tiene acostumbrados. Sincero, responde a LA RAZÓN en Pucela, donde llega fuera de competición con una película en la que da vida a Damián. Cesante al inicio del filme, decide meterse en un armario e ir a parar a la casa de unos clientes de su antiguo trabajo. Allí, el voyerismo se mezclará con la observación más etnográfica, la emotiva y también la obsesiva. Todo ello, quizá, para reflexionar sobre los caminos que hemos elegido en la vida y fantasear con llevar una distinta.
-¿Cómo se subes al proyecto? ¿Qué había en él?
-Los productores se acercaron a mí y me ofrecieron el proyecto. Me atrajo desde el principio por la figura de Félix Viscarret, porque le he admirado desde siempre, y también por la coralidad del reparto, con Leonor Watling, Juan Diego Botto… Quería hacer un personaje así, alejado del tono de comedia con el que se me relaciona y que suelo implicarme.
-¿Cómo fue el desafío? ¿Le daba un poco de miedo, quizá?
-Siempre hay miedo, pero también mucha curiosidad. Quería explorar eso desde el thriller, desde ese tono oscuro que tiene la película. Dibujar, componer un personaje normativo, normal, de los que uno no miraría dos veces por la calle pero que a saber qué se les pasa por la cabeza. Meterte en la cabeza de una persona especial, al fin y al cabo. Y a este tipo, en concreto, se le va la cabeza bastante.
-¿Había entrado en contacto con la novela? ¿Quiso leerla?
-No, no, se evitó a propósito. No quería contagiarme de cosas que aparecen en la novela y que en el guion no están. Si no están en el guion, ¿de qué nos servían? No hacían falta. Nos sentimos muy orgullosos eso sí, que al padre de todo esto, a Juan José Millás, le haya gustado la adaptación. No es fácil adaptar a lo cinematográfico su universo.
-A veces da la impresión de que se ha vuelto muy selectivo con sus proyectos como actor.
-Los proyectos los eliges dentro de los que se te ofrecen. En ese abanico, tengo que estar muy, muy motivado. Hay una máxima, eso sí, y es alejarme en la medida de lo posible de lo que haya hecho antes. Solo tenemos una vida, entonces repetirme no me apetece. Eso me motiva, como aquí. Y es que me gusta mucho cambiar entre un chip y otro. En una película como director trabajas muchísimo, y es muy agotador. Por eso, después de rodar, me gusta más disfrutar, preocuparme solo de qué digo y de dónde me pongo. Además, creo que ser director me ha generado una serie de complicidades con los directores con los que trabajo como actor. Intento ayudarles siempre, alguna sugerencia… Y lo ofrezco, pero tengo claro quién manda. Y es liberador que, por un rato, mande otro.
-¿Cómo valora la experiencia “Rainbow”? ¿Podría haberse dado en un sitio que no fuera Netflix?
-Sí, yo creo que sí. De hecho, empezó como un proyecto de Telecinco y Netflix quiso meterse. La acabó comprando entera. Ha sido una experiencia completamente nueva. Un experimento, casi, y un ejercicio de libertad y de colaboraciones locas. Igual no ha tenido la acogida que yo esperaba pero sí el espíritu y el riesgo que queríamos desde un principio. Ante todo es una película honesta, no engaña a nadie. Valiente, incluso. Hay gente a la que le fascina, y para esos es.
-Sin la experiencia y cantera de “Aida”, ¿habría experimentos como los suyos o los de Casanova, que en nada estrenará “La piedad”? Se lo pregunto por el drástico descenso de las audiencias en la televisión lineal.
-Yo creo que es una casualidad, en realidad. Y también pasa por hacer buenos cástines, que se lo debemos a Luis San Narciso. Él tiene la culpa, en el sentido más positivo de la palabra. Y con audiencias o no, eso sigue pasando en la televisión tradicional. Y ojalá siga en las plataformas. Siento mucho, todavía, la familia de “Aida”, a la que sumo a Miren Ibarguren o a Canco Rodríguez… A todos, en realidad. Crecimos durante una década, y yo con Eduardo (Casanova) es que tengo una relación de hermanos.
-Me la ha puesto botando. ¿Cómo está María León tras el incidente con la Policía Local de Sevilla?
-Básicamente lo que ya se sabe. Ella está bien, tranquila. Ya pasó todo, digamos. Está, eso sí, queriendo que se sepa la verdad. Ahora hay que defenderlo, desgraciadamente, en los tribunales.
-”No mires a los ojos” lidia con el concepto del voyerismo. ¿Cómo se relacionas con eso? Y, ya sobre el rodaje, ¿cómo es compartir espacios sin compartir realmente esos espacios?
-Fue especialmente raro, y un reto, porque mucho de mi Damián pasaba por estar solo. Estuvimos dos semanas solo haciendo escuchas. Matizar todo, saber qué estado emocional tienes, es un trabajo muy sutil. La afición al cine lleva asociada una pulsión un tanto voyerista. De hecho, si me preguntan qué superpoder querría tener, es claramente el de la invisibilidad. La fantasía de poderte meter en otras casas, otras realidades, observar la realidad de otras personas.
-¿Le gustaría probar a cambiar de vida por un rato?
-Me dedico al cine por eso, yo creo. Tengo esa oportunidad constante de cambiar de vida y encima me pagan.
-¿Qué viene ahora?
-No tengo ni idea. Ni quiero saber, tampoco. Quiero darme un tiempo para ver qué surge y qué aparece en mi carrera y en mi vida. Y, sobre todo, qué veneno me crece dentro para contar otras historias… Comedia con Ernesto Alterio. Hay cosas por enseñar, pero a ver qué pasa.
La Seminci arranca con una Sección Oficial anclada en los ochenta
Tras un primer fin de semana cargado de estrellas, del cine patrio pero también del internacional, en ese desempeño casi moral de la cita vallisoletana con acercar a su festival lo más destacable de Cannes, Berlín o Venecia, la Seminci encara el grueso de su semana competitiva mirando a la década de los ochenta. Así lo hace «Los pasajeros de la noche», del francés Mikhaël Hers y con una Charlotte Gainsbourg espectacular; o también «L’Immensitá», la nueva película de Emanuele Crialese que protagoniza Penélope Cruz.
Ambas películas, casi autobiográficas sobre la infancia y la adolescencia de sus directores, se acercan desde la nostalgia rota, uno desde el desencanto «teen» y el otro desde la crudeza del descubrimiento de la propia identidad de género. Frente a esas perspectivas, brilla la más epatante de «Las ocho montañas», que también vuelve a los ochenta pero solo momentáneamente, para hablarnos de la época en la que nació el hombre moderno, ese que se mira en el espejo y siente, pero también el consumido por la depresión existencialista de no asumirse como capaz de cambiar. La película de Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, viva y devastadora, se perfila como una de las favoritas a la Espiga de Oro tras triunfar en Cannes.
-¿El veneno de cruzar el charco?
-Para nada. Ha sido una experiencia puntual que, si se repite, yo encantado. Pero que vengan ellos aquí mejor.
-Usted dijo en un podcast que la serie “Élite” le parecía “una mierda”. El 18 de noviembre se estrena la nueva temporada de “Élite”. ¿La va a ver?
-La voy a ver por fin. Porque la realidad es que no he visto la serie. He visto algún capítulo, pero poco más. No se arregló, sino que tuve que ir yo a arreglarlo. Me sentí muy mal conmigo mismo. Porque dije aquello en un contexto… Los podcasts los carga el diablo. Y no volverá a pasar. No volveré a ser sincero en una entrevista. ¡Ni siquiera en esta!