«Los Reyes del Mundo», una Concha de Oro a la dignidad adolescente
La 70.ª Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se clausuró con “Marlowe”, protagonizada por Liam Neeson, y premios para “Runner” y “La Maternal”
A eso de las seis de la tarde, la periodista Rosa Montero subía decidida las escaleras del hotel María Cristina, liderando al jurado del Festival de San Sebastián, que terminaban de formar el director Hlynur Pálmason o Tea Lindeburg, ganadora de la Concha de Plata a la Mejor Dirección el año pasado. La cohesión y la coherencia parecían valores por los que apostar pese a lo trivial del instante, pese a la cancelación a última hora de Glenn Close, que tendría que haber presidido las votaciones durante toda la semana. Y así, en diversa unidad, el jurado entregó sus fallos al entrar al Kursaal, perla física del festival de cine más importante de nuestra industria y uno de los más relevantes del mundo.
Después de la polémica respecto a Ulrich Seidl y su «Sparta», en la que presuntamente se informó mal a las familias de los actores acerca del tema, punto de vista de un pedófilo, que da sentido al argumento; después del conato de pelea mediática de «Pornomelancolía», por razones primas; y después de la visita de maestros de relevancia global como Sebastián Lelio, Hong Sangsoo o Christophe Honoré, el Festival de San Sebastián se rindió a «Los Reyes del Mundo» como Mejor Película de la Sección Oficial.
Vidas fantasmagóricas
La película de Laura Mora es un poema libre, una especie de sucesión de versos criollos que desgranan la Colombia moderna de las dos velocidades, la que apenas se entiende a sí misma en Medellín, y la que se ahoga en la violencia del corazón selvático. La realizadora, responsable antes de «Matar a Jesús» (2017) o «Antes del fuego» (2015) , firma en «Los Reyes del Mundo» una especie de fábula sobre la dignidad en su definición más primaria: esa de la que se adquiere plena consciencia en la juventud y que primero es fuego, luego cenizas y al final una especie de humo fantasmagórico. El Jurado de San Sebastián ha sabido entender la intención lejos de lo etnográfico de Mora, que se aleja de cualquier canon léxico con el que, se supone, deben empatar las películas que compiten en los festivales internacionales. La libertad, aquí angustia de lo salvaje, llena toda la película.
Se antoja demasiado fácil recurrir a los tópicos del realismo mágico, porque el relato de Mora está cruzado por una violencia que duele más que impacta, que hiere más que intenta llamar la atención sobre una problemática concreta. De hecho, en ese viaje que plantea la directora como una «road movie» en cinco anárquicos actos, no vemos lo peor. Solo lo intuimos, lo vemos transitar por la pantalla como un espectro indeseable, un ladrón de juventudes y, en definitiva, un alma en pena lastimera. La excusa argumental, la Ley de Restitución de Tierras promulgada tras los Acuerdos de Paz, no se siente tanto una excusa como un vehículo para capturar el «zeitgeist». Algo que hace a las mil maravillas Mora apoyándose en la extraordinaria fotografía de David Gallego, que persigue a los jóvenes protagonistas convirtiéndonos en uno más de la aventura, perdiéndose en los neones de la noche y deslumbrándonos con cada uno de los dolorosos e inciertos amaneceres. Su estreno y distribución ya los ha garantizado BTeam Pictures.
Pulsión juvenil
Más allá del dominio de «Los Reyes del Mundo» en el todo lo alto del palmarés, lo cierto es que los premios paralelos, por una vez, fueron a parar a películas que ya tienen su salida comercial asegurada. Así fue, por ejemplo, el caso de «Godland», del mismo Hlynur Palmason que forma parte del Jurado Oficial. «Tengo sueños eléctricos» resultó el filme victorioso, con todo merecimiento, en la Sección Horizontes. «No es un secreto para nadie que algo está pasando en Costa Rica», explicó la directora Valeria Maurel, que se reivindicó en contra de los «terribles recortes en cultura» de su Gobierno.
Respecto al resto de la Sección Oficial, llamó la atención de la elección del argentino Manuel Abramovich como Mejor director de fotografía, precisamente, por «Pornomelancolía», una película de la que salió enfrentado a su actor principal por la forma en la que se expone (o se deja de exponer) el sexo y el trabajo sexual. El Mejor Guion, tal y como se había ido rumoreando a lo largo de la tarde, acabó en manos de Dong Yun Zhou y Wang Chao, que reconstruyen en «A Woman» una especie de biografía de una pionera china contraria al matrimonio concertado lejos de lo romántico.
En el apartado interpretativo, la revelación fue infantil, juvenil, adolescente y viva, tal y como el fallo respecto a la Mejor Película. «Es mi primera experiencia como protagonista. No hay tiempo ni dinero para agradecerle a mi madre todo lo que ha hecho por mí», lloró la joven Carla Quílez, protagonista de «La Maternal» -la película de Pilar Palomero sobre el embarazo adolescente- y ganadora del premio a la Mejor Interpretación ex aequo (junto al francés Paul Kercher, por «Winter Boy»), El premio de reparto fue a parar a la igual de joven Renata Lerman, hija y casi alter ego del director de la argentina «El suplente».