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Pepe Viyuela, sobre «El Quijote»: «Se trata de una colosal antología de la comedia»

Para el actor esta obra, que le ha acompañado toda la vida, «es un verdadero monumento y un auténtico baluarte de nuestro idioma»
Descripción de la imagenJavier LópezEFE

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Recuerda que cuando era un niño «mi padre compró una versión que salió en cómic y lo tengo como un tesoro. Fue el primer libro que ojeó mi hijo, y por eso tengo con él mucha vinculación». Para Pepe Viyuela, que ahora arrasa en el Teatro Reina Victoria de Madrid protagonizando «Tartufo», «El Quijote» es «mi obra de cabecera de toda la vida». «Hay muchísimos títulos que me gustan, pero, como dice el tópico, a una isla desierta me llevaría este».
–¿Por qué?
–Fue el libro con el que empecé a leer, desde el BUP. La figura del Quijote me ha acompañado durante toda la vida. Es un libro maravilloso cuando trata el humor, por ejemplo. Para quienes nos dedicamos a la comedia, se trata de una antología de situaciones y gracias colosales. También es un tratado filosófico permanente que analiza muy bien cómo somos los humanos. Elijo esta obra, primero, porque es un verdadero monumento y, luego, porque tenemos la suerte de que nos representa en el mundo entero. Es un auténtico baluarte de nuestro idioma y, de algún modo, me dan pena las personas que no pueden leerlo en la lengua original.
–¿Se profundiza más en su lectura siendo joven o adulto?
–Hay distintos niveles, como pasa en casi todos los buenos libros. Sí creo que el Quijote es uno que deberíamos intentar que se leyera desde temprana edad. Muchos jóvenes pueden decir que utiliza un español caduco, pero pasar por ese estadio de nuestro idioma, en un momento como el que fue escrito, es una manera de saborearlo. Los clásicos, concretamente el Quijote, proceden de un patrimonio común que deberíamos frecuentar más. Hacen sociedad, dan la sensación de que venimos de un sitio muy valioso, inteligente y humorístico.
–¿Qué aprendió de las aventuras de Don Quijote?
–Esas distintas, antagónicas, pero complementarias visiones del mundo. La de Alonso Quijano, la del idealismo, la lucha constante por mejorar lo que le rodea. Y luego la otra más sensata, pero también loable, de Sancho, de no meterse en líos y aceptar las cosas desde una gran fidelidad al Quijote. Esa confianza es muy enternecedora. No descubro nada, pero creo que lo más importante de esta obra no es solo Don Quijote, sino esa pareja. Nada serían el uno sin el otro. Siempre me ha gustado que, aunque sus formas de ver la vida sean antagónicas, conviven y se enriquecen mutuamente.
–Y usted, ¿se identifica más con Quijote o con Sancho?
–Por momentos. Hay veces que me siento con un espíritu heroico, y otras que me siento muy Sancho, muy pegado a la tierra. Quizá, a medida que pasan los años vaya «sanchificándome», perdiendo esas ilusiones que tenía de joven. Hay un momento en la vida en el que quizá la calma, la tranquilidad, el sosiego, son muy útiles para una sociedad tan radicalmente veloz y cambiante. Cuando era joven era más Quijote, y con el tiempo me voy volviendo más Sancho. En vez de ir a caballo voy en burro, que va más despacio y, si me caigo, duele menos.
–Pero un poco de locura de vez en cuando no vendría mal...
–No, nada mal. Por eso lo combino. Hay momentos y causas en las que me vuelvo un poco más Quijote, pero me pasa muchas veces como a él, que me estampo contra los molinos o, de pronto, veo un ejército en un rebaño. Me confundo, y viceversa.