Arranca la esperada 69 edición del Festival de San Sebastián con Marion Cotillard y lo nuevo de Zhang Yimou
La película “Un segundo”, dirigida por el aclamado cineasta, es la encargada de inaugurar el certamen en esta primera jornada en la que también se otorga el Premio Donostia a la actriz francesa
Un cielo pletórico de voltios -situación esperanzadora teniendo en cuenta el vaticinio indiscriminado de lluvias que el algoritmo meteorológico auguraba para los próximos días-, cubre el Paseo de los Fueros de Donostia sin mermar un ápice el ánimo de los que caminan acelerados con acreditaciones al cuello por una de las vértebras de adoquines que bordea el Urumea y que en estos momentos luce un inmejorable aspecto -solo apto para soñadores y creyentes- como consecuencia de la celebración inminente del mayor y mejor certamen cinematográfico de España y uno de los más importantes escaparates internacionales del audiovisual.
Hoy arranca la 69 edición del Festival de San Sebastián y pese a que ya rozamos los dos años de realidad pandémica y el mundo del cine, en evolución constante, ha sido uno de los grandes damnificados culturales por la reducción de aforos, el obligado replanteamiento de las formas de distribución y las restrictivas medidas sufridas por las salas de proyección, la valentía organizativa del año pasado continúa y lo hace apostando nuevamente por la presencialidad y el favorecimiento del encuentro físico, ese que tanto alimenta la industria y el mundo de la creación. No habrá, eso sí, público en las alfombras rojas.
Como añadido a una controvertida novedad acerca de la supresión de la distinción de género en el premio interpretativo, da buena cuenta del pulso transformador y desafiante de esta edición la variedad de títulos que se disputan el palmarés y la convivencia de diferentes generaciones. Algunas marcadas por la veteranía como en el caso de Carlos Saura y su corto fuera de concurso “Rosa, Rosae. Guerra Civil”, Fernando León de Aranoa con la extraordinaria y sardónica “El buen patrón”, el cineasta ganador del Leopardo de Oro en Locarno en el 92, Terence Davies a través de “Benediction”, la francesa Claire Simon con “I Want to Talk About Duras”, el reputado Zhang Yimou (“Un segundo”), Icíar Bollaín y su “Maixabel” y otras arropadas por el impulso y el nervio de las nuevas miradas que participan con sus propuestas y sensibilidades contemporáneas y radicales como la directora rumana Alina Grigore con la cinta “Blue Moon” o Claudia Llosa (“Distancia de rescate”).
Emblema galo
Una de las protagonistas indiscutibles de la jornada de hoy es sin duda Marion Cotillard. La actriz recibirá esta noche de forma oficial, durante la ceremonia de inauguración del certamen en el Auditorio Kursaal el Premio Donostia como reconocimiento a una trayectoria que comenzó de forma temprana, casi de manera paralela al nacimiento de su inocencia. Víctima de episodios de racismo con tan solo 12 años, tal y como ella misma declaró en entrevista con el “Paris Match” -”cuando empecé el instituto venía de las afueras de París, de la capital. En la ciudad había una mezcla étnica y de procedencias. Cuando me mudé al campo encontré mucha menos diversidad. Me hice amiga de una niña marroquí. Me empujaron por las escaleras y me vertieron un litro de colonia para desinfectarme porque ¡era amiga de una árabe! Fue extremadamente chocante”, relataba-, curtida candidata -y ganadora del primero en 2004 por su interpretación en “Largo domingo de noviazgo”- de los Premios César, emblema femenino del charme francés y activista medioambiental, Cotillard ha trabajado mucho y al lado de muchos.
Aunque su notoriedad como intérprete terminó de eclosionar con su aplaudida recreación de la célebre cantante Édith Piaf en “La vida en rosa”, de Oliver Dahan, tras convertirse en la primera actriz gala en lograr el Oscar por una interpretación realizada en idioma francés y obtener el Globo de Oro en 2007, el Premio Bafta y su segundo Premio César, esta vez como actriz principal, sus destacados papeles en películas de marcado carácter autoral como “De óxido y hueso” de Jacques Audiard o “Dos días, una noche” dirigida por los hermanos Dardenne, por los cuales recibió sendos César, también sobresalen en tan fulgurante carrera.
Poco después de este vertiginoso ascenso al estrellato que terminó de rematarse con el recibimiento de la Medalla de la Orden de la Artes y Letras de Francia, la actriz de belleza muda y antigua, nacida en el seno de una familia de artistas, irrumpió en la macro industria hollywoodiense -recordemos que su primera incursión en Hollywood vino de la mano de Tim Burton, que la incluyó en el coral elenco de “Big Fish”- y afianzó definitivamente su carácter internacional.
Durante la mañana de hoy también ha tenido lugar la primera proyección de “Un segundo”, la cinta elegida este año para inaugurar el festival dirigida por el prestigioso y reconocido cineasta de origen chino Zhang Yimou, que además de privilegiar su mirada aguda, reminiscencia de su pasado como director de fotografía, presidió el Jurado Oficial en el Festival de San Sebastián de 1997. Yimou se sirve de un contexto histórico provechoso en términos sociales como la Revolución Cultural China de finales de la década de los sesenta para configurar un hermosísimo relato que no deja de manifestarse como una íntima y casi pareciera que confesional carta de amor por el cine, ejemplificado con precisión en una escena tan poética como trabajada en donde todo el pueblo -si acaso, todas las mujeres con manos delicadas- ayudan a limpiar los rollos desbaratados de cinta de la película que se han visto dañados por un incidente y que cuelgan del techo como si fueran una cortina de nostalgias y movimientos.
Enviado a un campo de trabajo en el desangelado noroeste de China, un prisionero con ademanes desconfiados y carácter de superviviente logra escapar y emprende un agónico y desesperado viaje con el único objetivo de ver un documental concreto en el que aparece su hija durante un intervalo de tiempo lo suficientemente corto e insuficiente como para necesitar repetirlo infinitas veces. Su encontronazo con una joven huérfana de actitud machacona y desafiante que ha robado delante de sus narices la película que necesita ver complica inicialmente el proceso de “reencuentro” con su hija pero termina propiciando, tras una serie de altercados, fugas y persecuciones recíprocas, una inesperada amistad nutrida de generosidad y refugio entre dos absolutos desconocidos que quieren dejar de sentirse solos. Por delante quedan intensas jornadas de cine y nombres que seguro, resonarán con fuerza en los próximos días.