Las cartas del primer prisionero de Auschwitz: “Miramos al futuro con buen humor”
El Memorial del campo de concentración recupera las misivas de Tadeusz Korczowski, preso número 373 y miembro del grupo de 728 personas que llegó al infierno el 14 de junio de 1940
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Cuando Tadeusz Korczowski llegó a Auschwitz fue marcado con el número 373. A su hermano, Jerzy (menor que el primero), le dieron el 625. Era el 14 de junio de 1940 y tenían el dudoso honor de ser los primeros en llegar al campo de concentración. Habían sido arrestados mes y medio antes, el 1 de mayo. Con la entrada del Ejército nazi en Polonia, Tadeusz participó en la resistencia y, después, vivió de la clandestinidad hasta que fue encarcelado en el castillo de Rzeszów. Ocho días después de la detención, los hermanos, junto a otros detenidos, fueron trasladados a la prisión de Tarnów. Fue el paso intermedio antes de llegar a Auschwitz.
Sin embargo, sus historias no iban a terminar ahí. En octubre del año siguiente fueron liberados del campo, aunque Tadeusz Korczowski no recuperó la libertad total. Tuvo que realizar trabajos forzados en la agricultura alemana, en las cercanías de Hannover. Pero la salud dijo basta y en abril del 42, el mayor de los hermanos fue perdonado y se le permitió regresar a Rzeszów, su hogar, donde volvió a involucrarse en el movimiento de resistencia.
No podía quedarse inmóvil ante la ocupación nazi ni ante lo que había vivido por las diferentes prisiones. Había sido uno de los 728 ocupantes del convoy que realizó el trayecto de Tarnów a Auschwitz. La mayoría de ellos eran estudiantes y militares arrestados en Eslovaquia y en varios lugares del sur de Polonia mientras intentaban cruzar la frontera polaco-eslovaca. De todo el grupo, 325 sobrevivieron a los horrores de Auschwitz, 292 murieron y 111 quedaron en el olvido. Nadie sabe qué fue de ellos.
Ahora, el Memorial del campo de concentración hace un homenaje a esos 728 prisioneros con una exposición virtual en la que rescatan las cartas de Tadeusz Korczowski, 21 misivas enviadas a su esposa y madre y que en abril de 2017 fueron donadas al Museo por la familia de un antiguo prisionero: “He estado en el campo de concentración de Auschwitz desde el 14 de junio, estoy sano y me siento bien. Siga estrictamente las reglas sobre el intercambio de correspondencia y escriba inmediatamente”, firmaba.
Los prisioneros del campo (con la excepción de judíos, soviéticos y algún otro caso) podían mantener correspondencia oficial, por lo que no se resistieron a enviar cartas hasta dos veces al mes, el máximo. Primero, lo hicieron en hojas de papel selladas y, luego, en formularios especiales (con unas instrucciones determinadas) que se podían comprar en la cantina del campamento con el dinero que les enviaban sus familias o adquirirlos en el “mercado negro”. El contenido de la carta debía ser solo en alemán para que los carceleron pudieran controlar y censurar los mensajes, por lo que las cartas expuestas no contienen ninguna queja sobre la situación del escritor o información sobre el campo.
El 9 de marzo del 41, Korczowski escribía: “Mi carta del 23 de febereo todavía no ha sido respondida, espero que llegue pronto. Estamos bien, miramos al futuro de buen humor. Me pregunto si llegarán futuras cartas de parientes, ¿qué escribe Padre? Lo más importante es, por supuesto, cómo todos están en casa, ¿están saludables? ¿Se maneja en todos los asuntos sin ayuda masculina? Siempre estoy esperando sus cartas, me calman”.
Cuando la guerra terminó, 1945, Korczowski fue arrestado por el servicio de seguridad comunista y apresado en Rzeszów, Cracovia, Bytom, Varsovia, Łódź, Poznań y Rawicz. Hasta que fue liberado a principios de 1946, cuando inició una nueva vida que terminaría, junto a su familia, en Gliwice, donde trabajó como ingeniero hasta su jubilación. Murió en 1997.