
Ciencia
¿Cuánta velocidad puede soportar el cuerpo humano antes de morir? La ciencia responde
La velocidad en sí no representa un peligro mortal, sino los cambios bruscos en esa velocidad

¿Alguna vez han pensado en por qué no hacen montañas rusas que vayan mucho más rápido? Cuando pensamos en velocidades extremas, como las alcanzadas por aviones supersónicos, cohetes espaciales o automóviles de alta gama, nos preguntamos hasta qué punto el cuerpo humano es capaz de resistir tales fuerzas. Sin embargo, no es la velocidad en sí lo que representa un peligro mortal, sino los cambios bruscos en esa velocidad, como la desaceleración repentina en un accidente o una frenada abrupta.
La clave: constancia y brusquedad
El cuerpo humano puede tolerar velocidades extremadamente altas. Siempre que el movimiento sea constante, no sentimos ninguna molestia significativa debido a que el movimiento es uniforme y estable.
El problema surge cuando ocurren cambios abruptos en la velocidad. Una desaceleración rápida puede causar que el cerebro, suspendido en líquido cefalorraquídeo dentro del cráneo, se mueva violentamente. Este movimiento puede generar lesiones graves, como conmociones cerebrales, hematomas o incluso daños axonales que afecten la conectividad neuronal.
El límite humano: las fuerzas g
La capacidad del cuerpo humano para resistir fuerzas extremas se mide en términos de "fuerzas g". Una fuerza g equivale a la aceleración gravitacional estándar de la Tierra, es decir, 9,8 m/s². En el caso de los pilotos de cazas, esta puede llegar a 9 g. En una montaña rusa nos exponemos como mucho a una fuerza de 2 g o 3 g o -1 g.

Sin embargo, durante una desaceleración rápida, como en un choque automovilístico, las fuerzas g aumentan drásticamente. Estudios científicos han demostrado que el cerebro humano puede tolerar fuerzas de hasta 40 g en condiciones extremas antes de que ocurran lesiones graves o fatales. Esto significa que, por ejemplo, una desaceleración equivalente a 40 veces la gravedad terrestre puede ser letal.
A esa fuerza se expuso John Stapp, un oficial estadounidense que, en un estudio sobre los efectos de la desaceleración en el cuerpo humano, se sometió a una prueba de desaceleración en la que llegó a exponerse a fuerzas 38 veces superiores a la de la gravedad. No a un tiempo prolongado, si lo hubiera hecho, no lo contaba. Se fracturó la muñeca derecha, también se rompió las costillas, perdió empastes y le sangraron hasta las retinas, lo que le causó la pérdida temporal de la visión.

Dirección y tolerancia: no todas las fuerzas g son iguales
El impacto de las fuerzas g sobre el cuerpo humano depende de la dirección en la que actúan:
- Fuerzas g longitudinales (de frente o hacia atrás): Estas son las que experimentamos en un frenado de emergencia o una aceleración repentina. Aunque incómodas, el cuerpo está relativamente mejor preparado para soportarlas, ya que los músculos y los huesos trabajan en esa dirección. Estudios recientes demostraron que incluso los individuos sin entrenamiento especializado son capaces de tolerar fuerzas de hasta 17 g hacia adelante y un límite máximo de 12 g hacia atrás, durante varios minutos, sin perder la conciencia ni mostrar signos evidentes de daño.
- Fuerzas g laterales (de lado): Estas son las más peligrosas, ya que el cuerpo humano no está diseñado para tolerarlas. Se producen en giros bruscos, colisiones laterales o movimientos de torsión.
- Fuerzas g verticales: Comunes en actividades como la aviación militar o los cohetes espaciales, son más tolerables dependiendo de su intensidad, aunque pueden afectar la circulación sanguínea y el suministro de oxígeno al cerebro.
En situaciones extremas, como maniobras realizadas por pilotos de combate, estos pueden soportar hasta 9 g durante cortos periodos de tiempo gracias al uso de trajes especiales que comprimen el cuerpo y evitan que la sangre se acumule en las extremidades inferiores.
Más velocidad, más riesgo: el papel de la desaceleración
El verdadero peligro de la velocidad no está en lo rápido que te mueves, sino en lo rápido que te detienes. Una desaceleración repentina en un accidente automovilístico, por ejemplo, puede hacer que el cuerpo se detenga en milisegundos, mientras que los órganos internos, como el cerebro, continúan moviéndose debido a la inercia, golpeando estructuras internas.
Por esta razón, los sistemas de seguridad como airbags y cinturones de seguridad están diseñados para reducir la velocidad de desaceleración, aumentando las posibilidades de supervivencia al distribuir las fuerzas de impacto.
¿Has sentido alguna vez los efectos de un frenado brusco?
Quizá no hayas experimentado un accidente a alta velocidad, pero seguramente has sentido la incomodidad de una frenada repentina en un vehículo o un golpe lateral en una colisión menor. Estas sensaciones, aunque molestas, son solo una pequeña muestra de las fuerzas que nuestro cuerpo puede experimentar en situaciones más extremas.
El cuerpo humano tiene una asombrosa capacidad para resistir la velocidad cuando el movimiento es uniforme, pero es vulnerable a los cambios bruscos que ponen a prueba nuestros límites físicos. La ciencia, al entender estos límites, nos ayuda a desarrollar tecnologías y medidas de seguridad que minimicen los riesgos, incluso en las situaciones más extremas.
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