Ciencia
Neurociencia para dinosaurios
Reconstruyen digitalmente el cerebro del Thecodontosaurus, descubriendo que no era herbívoro
Es difícil demostrar el comportamiento o aspecto real de un dinosaurio a partir de unos pocos huesos encontrados en un yacimiento. Por este motivo, siempre se buscan nuevas tecnologías que ayuden en esta tarea, permitiendo que unos huesos cuyas pistas parecían agotadas, sean capaces de revelar nueva información.
Y una de estas nuevas estrategias proviene del estudio del cerebro. La neuroanatomía comparada es un campo de investigación que se centra en comparar el cerebro de diferentes especies animales, y tratar de deducir su comportamiento e inteligencia. Sería genial poder hacer lo mismo con los dinosaurios, pero los fósiles no tienen el cerebro conservado. Sin embargo, somos capaces de reconstruirlo digitalmente gracias a la tomografía computarizada.
La tomografía computarizada o TC se usa de manera habitual en los hospitales. Consiste en una serie de radiografías desde diferentes ángulos que permite reconstruir de manera tridimensional la forma de huesos y tejidos. En los fósiles de dinosaurio, esta técnica puede utilizarse de otra manera. Si bien no podemos estudiar el cerebro en sí, podemos comprobar los surcos dentro del cráneo, y hacer una reconstrucción aproximada de la forma externa del cerebro que había en su interior.
Gracias a la resolución precisa del TC y las herramientas informáticas actuales, se ha podido recrear la forma externa de los cerebros de varias especies, logrando información imposible de conocer solo con los huesos.
Sin embargo, esta técnica tiene sus limitaciones. Solo se pueden reconocer ciertas regiones cerebrales muy características y que se situan de manera interna. Y aunque un lóbulo cerebral parezca muy grande en proporción al resto del cerebro, nunca estaremos del todo seguros sobre cómo es la distribución interna de dicho cerebro.
Aun así, la reconstrucción del cerebro de varias especies ha dado sorpresas interesantes, como en el caso del Tyrannosaurus rex, cuyo bulbo olfatorio parece ocupar un 60% del total de su cerebro. Esto indicaría que este depredador tendría un gran olfato, capaz de detectar presas a grandes distancias.
El último estudio de neurociencia para dinosaurios procede del Thecodontosaurus. Al estudiar su cerebro reconstruido, los paleontólogos han puesto en duda lo que se sabía sobre él, y es que a lo mejor no era un dinosaurio tan pacifico como se pensaba.
Un perro ágil
El Thecodontosaurusvivió durante el Triásico superior, hace 205 millones de años. Tenía el tamaño de un perro grande, y su anatomía se distingue por su largo cuello y cola. Esa longitud del cuello invitaba a pensar que era una especie herbívora, dedicada a coger las hojas de los arbustos cercanos para poder comer. Y las dentaduras encontradas corroboran esta idea, ya que incluyen dientes de borde plano, señal de masticar hojas y hierbas.
Al tener restos de cráneo en buen estado, los científicos de la Universidad de Bristol decidieron aprovechar la tomografía computarizada y tratar de hacer una reconstrucción tridimensional del cerebro de este dinosaurio, comparándolo con otras reconstrucciones y con los reptiles actuales.
El cerebro que reconstruyeron destacaba por el gran tamaño de los lóbulos floculares, una pequeña parte del cerebro implicada en tareas de movimiento continuo. Es especialmente importante para mantener la vista fija en un punto si nos desplazamos rápidamente, y también para mantener el equilibrio.
La explicación que se ha dado para este aumento de los lóbulos floculares es que el Thecodontosaurus era mucho más ágil de lo que parecía. No era un dinosaurio estático ni lento, sino que debía ser capaz de esquivar problemas con destreza y mantenerse sobre dos patas en caso necesario. Una agilidadque, si se combina con el tamaño de este dinosaurio, encaja más con un depredador que con una presa.
Además, el equipo de paleontólogos también usó la tomografía para reconstruir el oído interno de esta especie. Los vertebrados tenemos un órgano dentro de nuestro oído interno llamado caracol, encargado de recibir las vibraciones del sonido y transformarlas en señales neuronales. Por supuesto, el caracol no está presente en los fósiles de dinosaurio, pero el cráneo también deja un hueco para poder reconstruirlo. Al analizar el tamaño del caracol, es posible saber qué frecuencias de sonido son capaces de escuchar una especie, y poder compararla con otras.
Normalmente, los vertebrados se han adaptado para que su oído interno sea capaz de captar frecuencias de sonido similares al ruido que pueden emitir. Los animales grandes se especializan en sonidos graves como aquellos que emiten y generan con su movimiento, los animales pequeños se adaptan a rangos de sonido más agudos y sutiles.
En el caso del Thecodontosaurus, el rango de sonidos no encaja del todo. El análisis del oído interno muestra que estaba adaptado para escuchar sonidos agudos, acordes a su tamaño. Pero también eran capaces de escuchar sonidos mucho más agudos de lo normal, que solo serían emitidos por animales más pequeños que ellos.
Si el Thecodontosaurus era un dinosaurio ágil especializado en escuchar los gritos de otros animales más pequeños, muy probablemente era un depredador. Los dientes no mienten, por lo que debía ser herbívoro la mayor parte del tiempo, pero seguramente era capaz de cazar algún animal y comérselo en momentos de necesidad, llevando realmente una dieta omnívora.
Esta idea está bastante alejada de lo que se conocía de esta especie, pero la paleontología está acostumbrada a rehacer sus hipótesis. Lo importante no es el camino, sino mejorar la información disponible. Y con el estudio del cerebro de los dinosaurios, se puede llegar más lejos que nunca.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Como hemos dicho, estas reconstrucciones deben ser cogidas con pinzas. Podemos calcular el tamaño aproximado de un lóbulo cerebral mirando los surcos internos del cráneo, pero nunca sabremos si el lóbulo tendría la misma función exacta, o si la distribución interna del cerebro es completamente diferente.
- Estas reconstrucciones no son a partir de un único cráneo de fósil. Se hace con varios cráneos, para así evitar que alguna imperfección interna provocada por la erosión del tiempo de resultados erróneos. Descubrimientos como el bulbo olfatorio del Tiranosaurus o los lóbulos floculares del Thecodontosaurus se consideran válidos en cuanto aparecen en todos los cráneos obtenidos hasta la fecha para esta especie.
REFERENCIAS:
- Rogers, Scott W. “Reconstructing the Behaviors of Extinct Species: An Excursion into Comparative Paleoneurology.” American Journal of Medical Genetics Part A, vol. 134A, no. 4, John Wiley & Sons, Ltd, May 2005
- Ballell, Antonio, et al. “The Braincase, Brain and Palaeobiology of the Basal Sauropodomorph Dinosaur Thecodontosaurus Antiquus.” Zoological Journal of the Linnean Society, 2020
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