Desde el año 2023, en la calle Mallorca, a muy pocos metros del Paseo de Gràcia, un atril conmemorativo recuerda un espacio que ya no existe en Barcelona, la memoria del momento en el que la capital catalana trató de mirarse en el espejo de París con unos Campos Elíseos. De todo ello solamente queda hoy un pequeño pasaje que para algunos tiene ecos a la ciudad del Sena, pero que en realidad es una referencia a una parte de la memoria barcelonesa.

Para contestar a esa pregunta tenemos que trasladarnos al 10 de abril de 1853 cuando se inauguró un gran jardín de seis hectáreas que incluía un parque de atracciones con una imponente montaña rusa, además de un café y un salón de baile. Todo ello en unos terrenos que eran propiedad de un aristócrata y hombre de negocios llamado José de Salamanca y que partió de un proyecto del arquitecto Josep Oriol Mestres, uno de los que ha dejado una más profunda huella en Barcelona como lo demostró especialmente con la remodelación de la catedral o reconstruyendo el Gran Teatre del Liceu en 1848. Precisamente, hablando de coliseos, Mestres contó también con la participación del escenógrafo Fèlix Cagé para aquella causa.

Para poder acceder a los Campos Elíseos, al primer parque urbano de Barcelona, había que pagar entrada, toda una novedad en ese momento. Y allí también se acogieron grandes espectáculos escénicos, como óperas, comedias o zarzuelas, además de la participación de los coros de Josep Anselm Clavé. Incluso tuvieron lugar varias corridas de toros. También se programaron numerosas actividades relacionadas con fuegos artificiales, con un diseño de Cagé. Todo un éxito en un primer momento y que llegó a tener entre su público con la entonces reina Isabel II.

Pero las cosas no fueron bien porque el público dejó de interesarse por los Campos Elíseos. El conjunto cerró sus puertas y allí se instaló una sala llamada Teatro Lírico Sala Beethoven. Hoy ya no queda nada y se limita al diminuto pasaje.