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Sociedad
Un horizonte con el reto de convertir la Iglesia palentina en una sociedad abierta e inclusiva
El obispo de Palencia, que cumple un año en el cargo, espera que "los inmigrantes estén integrados y sean corresponsables en todo tipo de cargos en las comunidades cristianas"

Han pasado ya 365 días desde que Mikel Garciandia fuera consagrado como obispo de Palencia. Un 20 de enero de 2024, con la presencia del nuncio apostólico de España y Andorra, el navarro inició su ministerio en la Catedral de Palencia con un discurso en el que animaba a “soñar juntos como una única humanidad, como caminantes en la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. Durante todo este tiempo, Garciandia afirma, entre otras cosas, que es necesario un cambio y concentrar las celebraciones que se realizan en pueblos, en zonas pastorales y repensar la territorialidad.
Después de un año en el cargo, el actual obispo reconoce que el balance es positivo, aunque explica que no traía expectativas excesivas. “Mi objetivo era escuchar, mirar, pulsar la realidad, hacerme con los retos, los problemas, las posibilidades que hay… Creo que ha sido un año fundamentalmente dedicado a eso. Muy intenso, porque ha habido mucha actividad y mucha vida”, asegura el obispo.
Un año después de ese discurso en el que animaba a hacer de la Iglesia un lugar abierto y acogedor para todos los creyentes, Garciandia explica que es el propio obispo el que ha de comunicar a todas las comunidades para que tengan ese perfil aperturista. “Uno de los problemas que tenemos en la Iglesia es que no sabemos comunicar lo que realmente somos, el tesoro que tenemos entre manos. A veces parecemos una institución oscura que no da datos”, reconoce.
Durante este tiempo, el navarro reconoce que aún existen muchos retos por el camino como la falta de vocación. “Es un problema en el doble sentido de la palabra. Falta vocación a sacerdotes, religiosos/as, laicos… La crisis vocacional es que el ser humano hoy en día ha perdido la noción de que nosotros en la vida tenemos un origen, una misión y un destino que realizar”, asegura. En ese sentido, el obispo de Palencia recuerda que este año se celebra en Madrid, entre el 7 y el 9 de febrero, el Congreso Nacional de Vocaciones que estará representado por 24 personas que representarán los intereses palentinos en la capital de España, con presencia de doce jóvenes que tienen como máxima “redescubrir y tejer una verdadera cultura vocacional de tal manera que la pregunta natural sea a qué me está llamando Dios”, explica Garciandia.
Precisamente, para el obispo de la Diócesis palentina, la juventud forma parte del presente y el futuro de la Iglesia. “La gente de menos de 35 años no suele tener tantos prejuicios contra la Iglesia y mira con ojos limpios a todas las realidades de la sociedad y eso incluye a los cristianos”.
Para Garciandia, la Iglesia se encuentra en la actualidad en un cambio de época. “Si miramos con una larga perspectiva podemos decir que la Iglesia que hemos conocido, la llamada Iglesia de cristiandad se generó en el siglo XVI, con el Concilio de Trento y si miramos un poquito más a fondo, podemos hablar de la Iglesia Constantiniana, que se remonta al siglo V, es decir hemos llevado en Europa Occidental 1.500 años de lo que llamamos cristiandad donde la Iglesia ocupaba un lugar central e influía en todos los aspectos de la vida, a una sociedad mucho más dinámica, muy plural y cambiante, donde no estamos situados en el centro de la sociedad, sino que estamos situados al margen y eso puede ser maravilloso porque podemos ser un pequeño residuo que se resista a morir, que viene del pasado o podemos ser un germen que está, no en el centro de la cultura, sino desde un margen, dando una propuesta de vida alternativa”, sugiere el navarro.
En cuanto al patrimonio, el obispo de Palencia considera que “tenemos el riesgo de gestionarlo como si fuera un tanatorio. El patrimonio es lo que nos va quedando, restos del naufragio de siglos que hemos ido conservando. Lo que nos han legado las generaciones anteriores puede ser muy inspirador para que nosotros también demos sentido a lo que nos ha tocado vivir y en ese sentido la Iglesia y el cristianismo católico nos han legado unas obras de primerísimo nivel, que son un lenguaje cifrado que hay que descifrar con la historia de Jesús, de los santos, de la salvación. Referencias de sentido para la gente de hoy”.
En ese sentido, para el obispo la colaboración entre las administraciones es fundamental a la hora de conservar ese ingente patrimonio. “Es uno de los elementos fuertes que veo en Castilla y León. Existe colaboración entre las distintas administraciones con Ayuntamiento, Diputación, Junta y Gobierno de España y ahí la gestión que hace Palencia de su patrimonio es modélica y una referencia para otras diócesis y provincias”, asegura. “Aquí tenemos unos equipos de gestión, de patrimonio y de obras muy bien engrasados e iniciativas público-privadas” de conservación, restauración o apertura de templos que funcionan muy bien”.
Víctimas de abusos
Hace unos meses el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, José Cobo aseguró que “ninguna víctima de abusos sexuales en la Iglesia se quedará sin acompañamiento en total, incluida la reparación económica”.
Para el obispo de Palencia es fundamental estar cerca de las personas que han sufrido abusos, aunque “Palencia no sea uno de los lugares a los que podríamos llamar problemáticos”, reconoce. “El trauma y el shock de lo que han supuesto la floración de ese mundo que estaba oculto, nos lleva a tener en cuenta que como Iglesia católica, todo lo que podría ser actitudes de disimulo o cuando hay un problema intentar diferirlo. Hemos aprendido por una parte que a la Iglesia le hace daño toda incoherencia y más algo tan terrible como puede ser el abuso y eso nos lleva a generar una cultura del cuidado”, explica el obispo. “La Iglesia está aprendiendo a generar espacios seguros y limpios. La vulnerabilidad es lo más sagrado que hay que cuidar en niños o personas con discapacidades de todo tipo y esto nos sirve para una concienciación que queremos seguir impulsando”, señala, aunque afirma que la Iglesia “es la única institución en España que ha hecho sobradamente los deberes. Quizá era la que más presión mediática tenía, pero hay que tener en cuenta para el número de abusos que tenían un origen eclesial estamos haciendo el trabajo bien”.
En este nuevo año, el obispo de Palencia se marca nuevos retos como una pastoral de conjunto. “No podemos pretender que un pueblecito de 10 o 30 habitantes tenga los mismos servicios religiosos que hace 70 años, cuando había cinco veces más clérigos y la población era mayor. Ahora tenemos que repensar la territorialidad y nuestras comunidades porque yo como pastor quiero intensificar la vida cristiana, tanto la celebración o la formación, pero eso pasa por concentrar las celebraciones o las eucaristías y eso requiere que en lugar de más de 400 parroquias, hablemos de zonas pastorales donde hay equipos pastorales, donde los arciprestazgos se trabaja poco a poco en equipo con lo que todo es un reto”, asegura. Para el obispo es fundamental fomentar una cultura vocacional, además de convertir la Iglesia en una sociedad abierta e inclusiva “en la que los inmigrantes estén integrados y sean corresponsables en todo tipo de cargos en las comunidades cristianas”.
Un año que ha dado para mucho, incluido el recorrido por una provincia que no era totalmente nueva para él. “Hay una red muy tupida de santuarios marianos maravillosos con cantidad de romerías. Cuando llegué ya me llegaron los ecos de que había que ir al Brezo, al Valle… He ido a los más grandes, pero luego me comprometo a ir al resto”, asegura.
En este año 2025, un año jubilar, el obispo ha querido que la Catedral se mantenga abierta todos los días “como un espacio de oración” y uno de sus deseos es que “muchos palentinos fueran a Liébana, yo lo haré en la segunda semana de julio con un buen grupo de jóvenes. Este año el Papa ha dedicado el año jubilar a la esperanza, con mucho acierto porque nuestro mundo está enfermo es de la falta de un horizonte”. En definitiva, un año donde Mikel Garciandia se ha convertido en un palentino más que enfoca el futuro con un buen número de retos a los que ir dando salida a medida que avanza el nuevo año.
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