Salud

La adicción a las pantallas supone un riesgo para el desarrollo cerebral en la infancia

La neurocientífica Elena Gallardo-Morillo advierte de los problemas que causan la tecnología y la fragmentación de la atención en los niños

Un niño interactúa con varias pantallas al mismo tiempo
Un niño interactúa con varias pantallas al mismo tiempoEP

Vivimos en una era de avances tecnológicos sin precedentes donde la Inteligencia Artificial y la digitalización han transformado por completo nuestra forma de aprender y comunicarnos. Sin embargo, este crecimiento exponencial también entraña riesgos, muchos de los cuales afectan desde la infancia. La sobreexposición a las pantallas, la fragmentación de la atención y la adicción a la inmediatez son algunos de los efectos colaterales de este progreso tecnológico. Así lo explica a LA RAZÓN la neurocientífica Elena Gallardo-Morillo, licenciada en biología, doctora en Medicina por la Universidad de Málaga y en Neurociencias por la Universidad de Sevilla.

Gallardo-Morillo, que protagonizó un encuentro organizado por Cesur en Málaga sobre neurociencia y educación, explica que «la neurociencia es la ciencia que estudia lo que está pasando en el cerebro y que permite identificar y justificar los comportamientos de las personas».

Según la especialista, el cerebro humano está en constante evolución y requiere estímulos apropiados para desarrollarse correctamente. «Cuando el bebé nace no tiene el cerebro formado como, por ejemplo, el corazón», señala la experta. En este sentido, los primeros meses y años de vida son críticos, ya que «el cerebro necesita estímulos sensoriales, especialmente a través del tacto, la música, los colores y las diferentes tonalidades vocales».

«El cerebro puede llegar a colapsar muy rápido»

En etapas posteriores, durante la escolarización y adolescencia, «el cerebro comienza a especializarse y a ser preso y cautivo de todo lo que tiene que ver con la visión y la audición», detalla Gallardo-Morillo. En esta fase, la sobreexposición a información digital, tan común en nuestros días, puede ser problemática. «Las redes sociales y toda la información que consumimos en internet están basadas en luz, sonido y movimiento, por lo que el cerebro puede llegar a colapsar muy rápido», advierte la neurocientífica.

Adicción a las redes sociales

En este punto, uno de los aspectos más preocupantes abordados por la experta es el poder adictivo de la tecnología y las redes sociales, que los llega a comparar con los efectos que producen otras sustancias adictivas. Gallardo-Morillo explica que «detrás de cualquier comportamiento humano se halla la producción de una serie de sustancias que se liberan en el cerebro, entre las que se encuentra la dopamina, que genera placer, satisfacción y dependencia». En este contexto, las redes sociales y los dispositivos electrónicos están diseñados para estimular constantemente la liberación de dopamina, creando un circuito de recompensa «similar al que se activa con el consumo de drogas o alcohol», advierte. «Las redes sociales están diseñadas para atrapar deliberadamente la atención del cerebro y secuestrarla», lo que puede desembocar en una dependencia psicológica y en la «incapacidad de sostener la atención en otras actividades», recuerda. Por ello, recomienda reducir el tiempo de exposición, promover actividades alternativas y fomentar una educación digital consciente.

«Las redes sociales están diseñadas para atrapar la atención del cerebro y secuestrarla»

Por otra parte, la doctora advierte de que «a partir de los ocho años y hasta los 21, el cerebro comienza a especializarse en las regiones más evolucionadas» donde residen aspectos esenciales como la atención y las funciones ejecutivas. «Si el cerebro no recibe la estimulación adecuada a lo largo de los años y no entrena bien la atención, no podrá sostener la concentración por períodos prolongados», lamenta. Esto puede traducirse en «dificultades para la planificación, estudiar sin distracciones, tomar decisiones o la capacidad de poder estar ante dos estímulos diferentes y gestionarlos según su prioridad e importancia». Además, señala que «si el cerebro no está madurando debidamente, estas funciones se desarrollarán de manera parcial, dejando a los niños con una atención fragmentada e incapaces de organizarse incluso cuando sean adultos». Ante esta situación, Gallardo-Morillo subraya que «la única manera de revertirlo es reeducando a los adultos» porque, según explica, «se está emplazando a los niños a que sean digitales sin criterio y casi sin manual de instrucciones». Para la especialista, es «imperativo» que educadores y familias asuman un rol activo en la formación de niños y jóvenes, promoviendo entornos adecuados que favorezcan el aprendizaje, la concentración y el bienestar emocional.

«La única manera de revertirlo es reeducando a los adultos»

Además, destaca la importancia de crear entornos propicios para el aprendizaje, a través de «entornos silenciosos donde el cerebro pueda restablecerse y repararse». La luz natural y el contacto con la naturaleza son elementos clave, ya que ayudan a reducir la excitabilidad cerebral y fomentan la concentración. Asimismo, resalta la necesidad de incluir en la educación de los niños prácticas como el mindfulness y la meditación en el aula o en casa.

Otros factores determinantes incluyen una alimentación equilibrada y la calidad del sueño. «Los alimentos ultraprocesados y el exceso de azúcar son un verdadero veneno para el cerebro y afectan a su rendimiento», alerta . Del mismo modo, dormir bien es fundamental, ya que durante el sueño «el cerebro activa su sistema glinfático», encargado de eliminar toxinas y favorecer el aprendizaje.

La neurocientífica Elena Gallardo-Morillo
La neurocientífica Elena Gallardo-MorilloLa Razón

En relación con la incorporación de la tecnología en la educación, la especialista propone un sistema equilibrado. «La tablet no puede ser el sustitutivo de un libro. Tanto la lectura como la escritura a mano son fundamentales porque ayudan a afianzar los contenidos y fortalecen la memoria». Por ello, recomienda evitar el uso de dispositivos electrónicos en el aula al menos hasta los diez años y retrasar el acceso a redes sociales hasta la adolescencia, con un seguimiento cercano por parte de los padres y educadores.

El entorno de los jóvenes, determinante en los casos de TDAH

Casi un seis por ciento de los menores y adolescentes y cerca de un tres por ciento de los adultos españoles tienen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), según datos de la Federación Española de Asociaciones de TDAH (FEAADAH). Al respecto, Gallardo-Morillo afirma que «actualmente se han multiplicado los casos porque el cerebro de los niños no madura correctamente y no entrenan su atención». La experta insiste en que, aunque hay una base genética en ciertos trastornos como el TDAH o el espectro autista, «la interacción con el entorno juega un papel determinante» y sostiene que «si el niño se cuida y vive en un entorno adecuado y saludable puede no llegar a manifestar este tipo de trastornos e incluso, en algunos casos, pueden frenarse o revertirse».