Teatro
Adrián Lastra: «Me gasté el sueldo de mi primera película en 20 días y tuve que pedir un préstamo»
El intérprete acaba de estrenar «Si yo fuera rico» en el cine y ahora se incorpora al elenco de «Perfectos desconocidos» en el Teatro Reina Victoria de Madrid
Adrián Lastra no para. Empalma un proyecto con otro. Hace ya tiempo que se bajó del escenario de «Billy Elliot» para preparar «Port Arthur», un proyecto cortito, pero «muy intenso». Y ahora, recién estrenada «Si yo fuera rico» junto a su amigo Álex García, se incorpora al elenco de «Perfectos desconocidos» en el Teatro Reina Victoria. Entre tanto, sus seguidores en las redes sociales crecen y crecen, pero el actor madrileño se empeña en repetir que lo que ocurre en internet no es la realidad: «Es otro mundo». Su vida está en los platós, los escenarios y, sobre todo, en Vallecas, su toma de tierra, aunque ahora le toque ponerse el traje de entrevistado y hablar de su aterrizaje en la pieza que dirige Daniel Guzmán. Y todo ello sin miedo a poner el móvil al descubierto, al revés que en la función.
–¿Qué pasaría si jugásemos?
–Nada. Si hubiera sido en otro momento de mi vida me lo habría pensado, pero, ahora, si mi pareja me pide el móvil se lo doy sin problemas.
–Seguro que algo sacado de contexto...
–Eso sí. Y lo chungo de eso es el mal trago que se llevan las dos partes sin ningún sentido.
–El «Yo nunca» daba menos problemas, ¿no?
–Sí, pero porque ahí podíamos mentir, en el juego de la obra si tienes un lío te van a pillar.
–Hablando de mentiras y redes sociales...
–Uy, eso no es la vida.
–Entonces, ¿qué hay de realidad en su Instagram?
–No suelo exponer demasiado mi vida, aunque sí hay veces que me da por ahí, como el otro día cuando subí una foto con mi pareja.
–De hecho, es lo último que aparece en Google si ponemos Adrián Lastra.
–Hay veces que esa mandanga la da la Prensa porque es lo que la gente quiere leer. Pero yo puse eso igual que publico una imagen con mis sobrinos o con Álex (García). Lo que te aseguro es que no subo nada pensando en los demás, si no por qué iba a poner una foto en bolas.
–Hombre, con lo que le ha costado trabajar ese cuerpo hay que explotarlo...
–(Risas) Eso sí. Además de ser una sesión preciosa de Paco Peregrín, es que no es ningún pecado. ¿Y me llaman flipado? Pues es lo que llevo siendo desde los doce años, cuando ya posaba así y era una raspa de pescado. Aun así, sacaba bíceps.
–Le he leído que «sin “followers” no se puede trabajar», ¿es así?
–Cierto. Yo tengo la suerte de que «Velvet» me hizo subir muchos seguidores, pero he visto «castings» en los que se pedían 80.000 «followers» y no tener representante, lo que viene siendo algo así como «me da igual cómo actúes, pero lo que quiero es manejarte». Conozco a bastantes compañeros que tienen menos tirón en redes que yo, pero que me dejan a la altura del betún actuando. Por tener medio millón de seguidores no soy mejor actor..
–¿Nos están devorando las redes sociales?
–Desde luego que lo que han cambiado es la forma de hacer publicidad. Pero también es verdad que entre los «instagramers» te puedes encontrar de todo, muy bueno y muy malo. Hay algunos que te miran por encima del hombro como si midieran dos metros y medio.
–Usted siempre se empeña en resaltar que sigue siendo un tipo «muy normal».
–Es la verdad. Aunque también es cierto que en esta profesión tenemos disfraces para determinadas ocasiones, como asistir a una alfombra roja. Pero yo no pierdo mi esencia del barrio.
–¿Qué es eso que se lleva de Vallecas a todas partes?
–Todo. La educación que me dieron en casa y en el colegio, pero también los valores que aprendí con mis amigos.
–¿Sigue yendo por allí?
–Casi todas las semanas. Continúo teniendo el mismo grupo de amigos de siempre, Los Chaches. Lo malo es que este oficio te quita una barbaridad de tiempo.
–Para eso tiene los grupos de WhatsApp, para no perder el contacto.
–Pero las teclas no son lo mismo que una mirada. No tiene nada que ver hablar con un amigo por chat que tomando una cerveza.
–Respecto a «Si yo fuera rico», ¿se acuerda qué compró con su primer sueldo?
–No, pero nada especial. Tenía 14 años y cobraba una peseta por papel entregado. Decía que era publicista, pero, en realidad, era repartidor de propaganda. Lo suficiente para no pedir mil pesetas en casa.
–Con eso poco se hace ahora.
–Ni para una cerveza. Eso sí, la primera vez que cobré una película («Primos») hice como si fuera rico, hice el idiota.
–¿Cuál fue el capricho?
–Mi fui a Nueva York con una ex pareja y le dije que estaba todo pagado durante veinte días. A los pocos de volver me llamó mi padre para decirme que me había quedado en negativo y que tenía que pedir un préstamo. Me lo había fundido todo.