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Día Mundial
El impacto en la salud de vivir con VIH desde la juventud
Uno de cada cuatro nuevos diagnósticos de VIH en nuestro país se da en menores de 25 años
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José Fley tiene 33 años y convive con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) desde que tenía 24. El diagnóstico le cambió la vida. «Ni me lo imaginaba, porque siempre pensé que eso era algo de personas mayores», recuerda el joven, quien ahora coordina la asociación sin ánimo de lucro gTt-VIH.
Vivir con VIH hoy en día «tan solo es una condición médica», según define Fley, que no le impide llevar una vida «normal», aunque cargada de estigma. «Cuando me informé, comprendí que a día de hoy el riesgo del VIH es que implica más una muerte social que real, por eso es necesario que haya una visibilidad. Los jóvenes tienen que saber que esto le puede pasar a cualquiera si no se protegen, porque el virus está ahí», recuerda.
El peligro del desconocimiento
El VIH no se ha ido y los expertos alertan de la existencia de casos a edades cada vez más tempranas. Según el último informe de Vigilancia Epidemiológica del VIH y Sida del Instituto de Salud Carlos III, actualizado la semana pasada, de los 3.196 nuevos casos de VIH en España durante 2023, 875 tenían menos de 30 años. «Una cuarta parte de las nuevas infecciones en nuestro país se producen en menores de 25 años y eso es un grave problema, porque implica una enfermedad crónica de por vida», advierte José Antonio Pérez Molina, médico del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, quien lamenta que «los jóvenes tienen un desconocimiento casi absoluto del VIH».
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La preocupación de los expertos reside en que «no solo no ha bajado el número de infecciones entre los más jóvenes, sino que, además, el diagnóstico tardío sigue siendo muy elevado, sobre todo en perfiles femeninos y en migrantes. Esto implica mayor riesgo de transmisión del virus a otras personas, pero también agrava el pronóstico y aumenta las comorbilidades futuras, ya que cuando acceden al tratamiento tienen el sistema inmune más debilitado. Nos preocupa, por ejemplo, el impacto que se produce en la calidad ósea, ya que en los adolescentes el hueso todavía no está calcificado, sin olvidar que tienen más papeletas para presentar otras patologías de base», explica Talía Sainz, pediatra del Servicio de Pediatría Hospitalaria, Enfermedades Infecciosas y Tropicales del Hospital La Paz de Madrid.
Los tratamientos antirretrovirales actuales han mejorado muchísimo respecto a décadas atrás y gozan de una elevada tolerabilidad y seguridad. «Se lleva muy bien y apenas provocan secuelas o reacciones», reconoce Fley. Sin embargo, tal y como confiesa el joven, «asusta pensar en el posible envejecimiento acelerado que puede provocar el estrés que genera el virus en nuestro organismo». En este sentido, Marisa Montes, especialista en Medicina Interna del Hospital La Paz y miembro del Grupo de Estudio del VIH y el Sida de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), asegura que «los jóvenes que viven con VIH y reciben tratamiento antirretroviral a largo plazo pueden enfrentar riesgos como efectos secundarios de la medicación, incluyendo alteraciones metabólicas, cardiovasculares y óseas. Sin embargo, con el excelente perfil de tolerancia y seguridad del tratamiento actual, la estigmatización y el impacto psicológico es el aspecto que más afecta».
El reto de la adherencia
Otro de los puntos diferenciales del abordaje del VIH en adolescentes y adultos jóvenes es garantizar la adherencia al tratamiento. «Es un desafío, porque no hay que olvidar que, por la edad, llevan una vida más errática, lo que dificulta que cumplan a rajatabla el tratamiento. Ahí está nuestro papel, como sanitarios, para ponernos en su piel, sin juzgar, e intentar adaptar las recomendaciones a su realidad», reconoce Sainz.
Además de la urgencia de mejorar la empatía y esa comprensión por parte de los profesionales, la investigación también juega a favor, ya que el VIH cada vez está más acorralado por la ciencia. «Ahora, cuando el tratamiento ya no puede ser mejor por eficacia y seguridad, la revolución terapéutica llega en forma de tratamientos a largo plazo, que ya están disponibles en España para aplicarse cada dos meses, pero que pronto podrán incluso alargarse a los cuatro y a los seis meses», avanza Pérez Molina.
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Por ello, los expertos insisten en la necesidad de informar y concienciar a los jóvenes para que, ante cualquier sospecha de prácticas de riesgo, se realicen la prueba del VIH. «Si se diagnostica de forma temprana y se mantiene una buena adherencia al tratamiento, la esperanza de vida de quienes tienen el virus ya es similar a la de quienes no. Además, seguir el tratamiento antirretroviral permite tener la carga viral indetectable y eso hace que sea un virus intransmisible, lo que ayuda a desestigmatizar las relaciones afectivas y sexuales de estas personas», insiste Arkaitz Imaz, médico del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Bellvitge y miembro de la junta directiva de GeSIDA.
Las infecciones de transmisión sexual (ITS) alcanzan cifras récord en España y «ya hablamos de ITS en niños y adolescentes porque son uno de los colectivos más vulnerables, ya que cursan de forma asintomática, lo que dificulta su detección precoz e impide que se frene la transmisión, por eso las nuevas guías de ITS impulsadas por el Ministerio de Sanidad en colaboración con la Seimc ya incluyen una perspectiva pediátrica. No podemos dar la espalda a la nueva realidad de los adolescentes», confirma Mar Vera, presidenta del Grupo de Estudio de ITS (GeITS) de la Seimc, quien insiste en la «urgencia de que la especialidad de infecciosas sea reconocida en España, tal y como ocurre en Europa. Es lamentable que seamos el único país de nuestro entorno sin este reconocimiento, porque eso dificulta el abordaje que hacemos de este problema».
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