
El ambigú
Verificadores y notas de comunidad
Muchos usuarios carecen de las herramientas o la formación para evaluar críticamente la información
El anuncio de Meta sobre cambiar las normas de moderación de contenido en sus redes sociales está resultando polémico; a ello se le une el debate sobre la dicotomía entre verificadores y el modelo propuesto por Elon Musk; pero en el fondo lo que late es la inexistencia de un consenso sobre cómo combatir la desinformación y moderar comentarios. Esto no sería problema alguno si los ciudadanos supieran y pudieran diferenciar lo que es información y lo que es opinión; estamos ante una excesiva dependencia informativa de las redes sociales, donde no se distingue ni lo uno ni lo otro. Se trata de un problema de educación, de formación, de madurez y de responsabilidad, pero mientras se sigan deteriorando los modelos educativos poco se podrá hacer. Cada vez estamos más lejos de una sociedad crítica, en la que los ciudadanos tienen la capacidad de cuestionar, analizar y reflexionar sobre la información que reciben, en lugar de aceptarla de forma pasiva; una sociedad formada en pensamiento crítico es menos vulnerable a la desinformación.
Las redes sociales se han convertido en instrumento de difusión de ideas y de información que supera en impacto a medios tradicionales de comunicación, donde la televisión y la radio siguen resistiendo con dificultad, se lee muy poco. El debate sobre el antagonismo entre el método de verificación de datos y el propuesto por Musk, denominado notas de comunidad, no debería hacerse con trazo grueso, ni cuestionando de forma absoluta cada modelo. Los verificadores han sido criticados por actuar como una forma de censura o control ideológico al etiquetar información como falsa o verdadera según criterios que algunos consideran subjetivos; muchas decisiones de los verificadores han sido objeto de críticas por su falta de transparencia en los métodos de verificación y como consecuencia de ello se proponen sistemas más participativos o descentralizados y de un pretendido empoderamiento del usuario: en lugar de confiar en un intermediario, se promueve que los usuarios decidan por sí mismos qué información considerar válida, fomentando el pensamiento crítico.
Los verificadores cumplen una función importante para identificar noticias falsas o manipuladas que pueden tener efectos nocivos, como incitar al odio, influir en procesos democráticos o generar pánico social. Sin verificadores, las plataformas podrían convertirse en un terreno fértil para campañas de desinformación organizadas. Muchos usuarios carecen de las herramientas o la formación para evaluar críticamente la información. La ausencia de verificadores podría animar a las personas más vulnerables a creer y compartir contenidos falsos. Si se retiran los verificadores se hacen necesarios instrumentos que equilibren libertad de expresión y acceso a información confiable, y en todo caso en lugar de eliminarlos, se debería exigir a los verificadores que expliquen claramente sus métodos, fuentes y criterios; otra opción es que las plataformas generen sistemas que etiqueten contenidos como «no verificado» o «requiere mayor análisis», sin eliminarlos ni penalizarlos directamente; por otro lado, la implementación de sistemas basados en blockchain o redes descentralizadas podría garantizar que el control de la información no recaiga en un grupo reducido.
La libertad de expresión y el derecho a la información son fundamentales, pero deben equilibrarse con la protección contra la desinformación, puesto que la libertad de expresión no incluye el derecho a desinformar. Se debe garantizar que la información sea libre, pero también veraz y contrastada, para proteger el derecho de los ciudadanos a recibir información precisa. La iniciativa de retirar los verificadores puede verse como un esfuerzo por defender la libertad de expresión, pero plantea riesgos significativos y por ello se requiere un debate más serio y profundo. «No es necesario quemar libros para destruir una cultura. Basta con hacer que la gente deje de leerlos», Umberto Eco.
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