Insensateces

La ventura

Hay una superstición alrededor de la suerte que indica que, donde se ha pasado mal, la fortuna es benévola

Esta semana, casi finalizada, he estado en Catarroja, uno de los enclaves azotados por la Dana de Valencia. Toda esa zona cero es una sucesión de pueblos sin separación, unidos en un mismo territorio, con los mismos problemas y la misma estampa. Casi cincuenta y cinco días después de aquella tarde aciaga donde el Barranco del Poyo se desbordó furiosamente, hay barro en algunas calles, no hay luz en otras, en el aire flora un polvo naranja que se te mete en los ojos, en la nariz y en la boca y, sobre todo, siguen sin llegar las ayudas económicas y siguen sin ser asumidas las responsabilidades.

He leído en redes comentarios críticos a Pablo Motos por decir en El Hormiguero que el único dinero (aparte de alguna subvención pequeña y condicionada) que esa gente ha recibido le ha llegado de Paco Roig y de Amancio Ortega. Dicen que afirmar eso es ser de derechas, es defender a los empresarios y olvidar que los efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado también son ayudas y vienen de los gobiernos. Toda esa gente que cree que las palabras de Motos son interesadas y dirigidas debería pasarse por esas localidades y preguntar, simplemente preguntar. Preguntar quién o quiénes han enviado dinero a las familias, a los negocios. La realidad, queridos, que es muy tozuda.

Hay muchos colegios cerrados, hay muchos garajes llenos de lodo, hay emprendedores arruinados, hay mucha rabia y mucha desolación. Y, sobre todo, existe la sensación clara de que tendrá que pasar mucho tiempo, pero mucho, para recuperar la zona.

Uno de los detalles llamativos estos días son las largas colas en los locales de Loterías y Apuestas del Estado. Hay una superstición alrededor de la suerte que indica que, donde se ha pasado mal, la fortuna es benévola. Así que se ven miembros de la UME con sus trajes llenos de barro comprando décimos, policías, bomberos, visitantes, acercándose a esos mostradores rodeados de humedad y tierra. O adquiriendo participaciones a los vendedores ambulantes, como si una tragedia conllevase también una obligada bendición. Ojalá así sea y se cumpla, aunque la verdadera ventura es el trabajo de todos los demás.