V de Viernes

El terror de una "Bomba de LLuvia"

Las riadas de ciclones atmosféricos son cada vez más frecuentes, y su impacto contra el suelo en forma de explosión es pavoroso

No olvidaremos lo sucedido esta semana en las comarcas del sur de Valencia. La devastación ha sido tal, que sus daños se asemejan a los producidos por algunos de los huracanes que azotan en estas fechas los territorios del Mar Caribe. Parece evidente que las medidas de prevención ante Danas van a tener que ser mucho mayores, y más drásticas si se quiere. Particularmente en las zonas sobre-expuestas, como terrenos inundables, vaguadas y viejos cauces de arroyos o riachuelos teóricamente secos. Cuando el cauce antiguo está ahí, pese a aparentar sequedad, es por alguna vez el agua fluyo por él. Igual hace 40, 50 o 60 años, pero la huella del torrente sigue, y conviene respetarla.

Siempre hubo riadas dantescas y pavorosas gotas frías, pero ahora las Danas y los fenómenos de ciclogénesis están cada vez más presentes en nuestra vida, particularmente cuando cae el verano y en otoño. De ahí que las alertas deberían ser más severas, tal vez hasta el punto de llegar a decir a la población que evacue las zonas de riesgo. Un debate que se abre, al hilo de la tragedia de estos días. Mejor pasarse en prevención que no llegar. Y, sobre todo, decirlo con tiempo suficiente, como los americanos, para que todo el mundo expuesto tenga la posibilidad de tomar las medidas oportunas, antes de ver impotente como esas inesperadas lenguas de mar arrasan coches y viviendas. Porque no sólo vale con aludir al cambio climático, que lógicamente hay que combatir con las medidas adecuadas. Hay que saber igual que, como las circunstancias están cambiando, también las personas nos tenemos que adaptar las nuevas situaciones.

Las denominadas “bombas de lluvia” (rain bombs) han llegado para quedarse y sus consecuencias en daño y destrucción también. Los hasta 500 litros por metro cuadrado que cayeron la noche del martes en algunas localidades valencianas son una barbaridad, pues equivaldría al agua de lluvia caída en un par de años. Pero aún podría ser peor, y la prueba la tuvimos el pasado septiembre de 2023 en la Tesalia griega, donde se registraron hasta 750 l/m2, tras una Dana que depositó en la costa de Libia 400 l/m2, y que se hizo fuerte al cruzar las aguas templadas del Mediterráneo.

La “bomba de lluvia” es cuando “llueve todo a la vez”, como consecuencia de un “reventón” dentro de una tormenta o cumulo de nubes (cumulo-nimbo) que se desploma en forma descendente que cae sobre un punto produciendo un efecto tan devastador o más que el de un tornado. Esa caída es brusca y a gran velocidad (100 o 120 kilómetros por hora), de manera que el impacto es tremendo y provoca vientos huracanados superiores a 150 kilómetros por hora. Su diámetro no es de gran extensión, alrededor de 4 kilómetros, por lo que los daños fuera de ese círculo son menores, pero no inexistentes. Generalmente su duración es de 5 a 10 minutos, tiempo suficiente para crear u n caos absoluto. Pronosticar su impacto y desenlace es más que complicado, razón por la que es difícil que se pueda saber con exactitud si va a caer y dónde.

El debate sobre cómo actuar ante este tipo de situaciones está abierto. Y debe incluir no sólo las alertas y cómo actuar antes ellas, sino también la conveniencia de no construir en zonas inundables o torrenteras, y levantar nuestras ciudades con menos cemento en las calles y más cobertura vegetal. O emplear más los denominados pavimientos porosos o permeables, que absorben buena parte del agua que cae. También si la política de demoler azudes y presas es la más conveniente en España, en la medida en que puede agravar la circulación libre de todo tipo de sedimentos.