Tribuna

Las otras medallas de los Juegos Olímpicos

Lejos de himnos, aplausos y otras medallas más mediáticas y retribuidas, proporcionaban la necesaria seguridad de instalaciones

Las otras medallas de los Juegos Olímpicos
Las otras medallas de los Juegos OlímpicosRaúl

No son de oro, plata o bronce. Pendiente de una cinta de cinco colores (rojo-blanco-azul-blanco-rojo) con un pasador central con la sigla «Sentinelle-JOP-2024» cuelga la medalla con el símbolo de la «Republique Françoise» que han recibido uniformados españoles, 171 de la Policía Nacional,142 Guardias Civiles y 62 miembros de diferentes unidades de las Fuerzas Armadas.

Recordar el carácter esencial del factor seguridad en unos Juegos Olímpicos, no es necesario. Nunca los tiempos olímpicos han sido seguros, pero quizás las amenazas actuales son más complejas, difíciles de detectar, fruto de conflictos vivos como los de Palestina o Ucrania o de latentes ideologías de un extremismo religioso, difícil de controlar, en medio de corrientes migratorias masivas o en ámbitos de atracción como son unos Juegos como los recientes de París.

España es el país que más ha aportado a Francia en la organización de sus JJ.OO. entre los 45 que han prestado su apoyo. Es bien conocida la presencia de nuestros Policías y Guardias Civiles. Menos, los apoyos de nuestros militares desarrollados en dos campos determinados: la vigilancia de las pruebas de vela realizadas en Marsella con un destacamento del Regimiento de Artillería Antiaérea 73 de Cartagena con un radar «Centinelle», un Centro Director de Fuegos NASAMS y un sistema de comunicaciones por una parte y por otra con cinco equipos cinológicos (ECIN) de los Ejércitos y la Armada compuestos por guías y perros con capacidad para detectar explosivos.

Me detengo en ellos, en su tan imprescindible como callado trabajo, porque lejos de himnos, aplausos y otras medallas más mediáticas y retribuidas, proporcionaban la necesaria seguridad de instalaciones, «antes de que se encendiesen las luces». Me refiere el Brigada de Infantería de Marina José Mª González Olmo: «pienso que como militares que somos, la abnegación es lo primero, sumado al cumplimiento de la misión; decir que solemos levantarnos entre las dos y las cuatro de la madrugada todos los días para preparar el reconocimiento con los perros, es real; café rápido para llegar a estadios, instalaciones deportivas o la villa olímpica; las jornadas de trabajo suelen durar entre ocho y catorce horas en días que han sido de tiempo muy inestable, con lluvia o mucho calor; frío todas las noches en el interior del alojamiento, una instalación provisional a base de contenedores, pero con el saco y ropa nos apañamos». Son habitáculos para 25 personas con camilla plegable como cama y taquilla de lona; contenedores exteriores para abluciones, duchas, WC y lavabos». No, no es el Grand Hotel. Les arropa en San Germain-en-Laye el 132 Regimiento de Infantería Cinológico francés y comparten misión con equipos de Holanda, Polonia, Noruega, Dinamarca, Italia, UK, Lituania y Bélgica. Por supuesto, todos coordinados con los equipos de localización y desactivación de explosivos de la Policía Nacional y la Gendarmería francesas.

Detalla González Olmo la procedencia de los equipos: tres de la Armada procedentes de su Tercio Norte de Infantería de Marina (Ferrol) de la Agrupación del mismo Cuerpo de Madrid y del Tercio de Levante; otro equipo de la Base Aérea de Zaragoza y el último de la Brigada del Ejército Guzmán el Bueno de Córdoba.

Doy por probadas experiencias inolvidables entre nacionales e internacionales en territorio francés. Son conscientes del valor de su trabajo siempre ligado al impagable de un perro adiestrado, que puede evitar verdaderas catástrofes. Éstos, ni siquiera, recibirán medalla: los que desplegaron en áreas clave como los controles de acceso, los que protegieron zonas reservadas a autoridades y que husmearon a miles de personas de cien razas y procedencias, ellos que indiscutiblemente constituyeron un factor de disuasión, puede que solo recibiesen una ración especial para compensarles el cambio de clima y lugar, las reducidas dimensiones de sus cubículos y las largas horas de servicio.

Y cuando pretendo valorar lo que ha representado para los expedicionarios, su especial veraneo de dos meses alejados de la familia, solo encuentro respuestas positivas. Me dice González Olmo: «hemos visto una vez más el alto nivel de profesionalidad de los miembros de las FAS; nos hemos dado cuenta que la autonomía de trabajo de un perro es más alta de lo que pensábamos, llegando a realizar búsquedas de incluso una hora, cosa que antes era impensable». ¿Quién asegura que los perros no sientan también la responsabilidad de proporcionar seguridad a unos JJ.OO.?

Y cuando cito la palabra familia, salta como un resorte: «se me ponen los pelos de punta (sic) al responder a esta pregunta; como siempre son héroes en silencio, siempre callados, con el miedo en el cuerpo a que entre una llamada con una mala noticia; son los mejores».

¡Gracias a tantos, tantos, que merecéis más que una medalla!

Luis Alejandre Sintes es general (r).