Mucha salud

Lo que más me sorprendió del Papa Francisco cuando nos recibió en 2016, fue su gran sentido del humor que por suerte no se ha visto mermado ni con problemas de salud. El humor es salud. Y nos salva de la vida. A sus 88 años con una neumonía bilateral, responde positivamente al tratamiento.

Ya en su juventud, se le extirpó el lóbulo superior de un pulmón debido a una infección. Su fortaleza y determinación son inspiración para millones de personas en todo el planeta.

Fue tan familiar… bendijo a mi tercer hijo, aún dentro de mí, y nos felicitó por apoyar Scholas, su proyecto personal antes de ser Papa, de inserción social a través del arte, el deporte, la convivencia... con proyectos en todo el mundo que buscan dotar a niños y jóvenes de una infancia digna, creativa, comprometida, para poner armonía, cooperación y paz a un mundo revuelto. La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo.

Muchos le definen como el Papa de los pobres: servidor de servidores. Como dijo Nelson Mandela: «Una nación no debe juzgarse por cómo trata a su ciudadanía con mejor posición, sino por cómo lo hace a quienes tienen poco o nada».

Lanzó su profundo rechazo al acoso escolar, los suicidios adolescentes, la violencia y diferentes males con los que se ven obligados a lidiar niños y jóvenes de todo el mundo, sin distinción de raza, cultura o religión. De hecho, afirma rotundo que la escuela católica cerrada no tiene futuro.

El Papa Francisco deja un legado de humildad y cercanía, derechos de los pobres, diálogo entre religiones y culturas, cuidado del medio ambiente, justicia climática, iniciativas de paz, respuesta a los escándalos de abuso sexual, y sus grandes esfuerzos por hacer que la Iglesia sea más accesible para las nuevas generaciones.

Ciertamente hay valores que son universales y que representan sin duda la llave de un mundo más habitable.