El buen salvaje
Juez y hombre
No hay un colectivo que soporte tanto «bullying» como el judicial. Ser juez es una profesión de alto riesgo cuando la política está de por medio
Los jueces es que no se explican bien. Lo dijo Marlaska, y tal vez hablara por él mismo, que cuando quiere sabe cómo expresarse para que nos enrede el cerebro. La que sí se explica estupendamente es la vicepresidenta Montero. Da miedo de lo bien que se le entiende. Su rebelión ante los ropones es como la de Marine Le Pen, que ha pedido a los franceses que se echen a la calle para librarla de la guillotina. Los jueces de Europa le han dicho a Le Pen que la malversación es una cosa muy seria, no como en España, que se puede malversar y pasar como un héroe de la historia reciente. Los jueces son los enemigos a batir. Montero se alía con la ultraderecha hasta alcanzar a Donald Trump, que asesinaría a los togados por hacérselo pasar tan mal. No llegaría a tanto Montero; le basta con cancelarlos en público, decir que están con los poderosos y que a una mujer hay que creerla diga lo que diga. Tal vez hablaba por ella. ¿Y por qué no creer a las juezas, que también son mujeres, solo que no fueron al baño de la discoteca con Dani Alves?
No hay un colectivo que soporte tanto «bullying» como el judicial. Ser juez es una profesión de alto riesgo cuando la política está de por medio. Mandan todos los días a la cárcel a unos pocos españoles, pero solo nos importa cuando el asunto tiene que ver con la corrupción: he ahí los ERE y la terminal de Pumpido o el feminismo cañí. Estas señoras que ponen las suposiciones y la ideología por encima de las pruebas significan la derrota de la causa de las mujeres. Expulsan el sentido común y hacen sentir malas bestias a los hombres por el hecho de nacer varones, algo que sí debería penarse, pues es peor que decirles a las chicas que solo valen para fregar. Aun así serían buenas mujeres.
El hombre, sin embargo, no tiene salvación. Hasta ahora, ese discurso extremo se compraba por miedo. Han condenado a una generación de chavales al terror sexual. Parece que hasta aquí hemos llegado. Y ya vamos tarde. Muy tarde.