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Expresión

La libertad de expresión ofrece un amplio margen para su disfrute, amparada por la Constitución, pero no es, pues, un derecho de carácter absoluto

Al hilo de la polémica surgida sobre la publicación y venta al público de un libro que recoge las supuestas confesiones de un asesino terrible, ha emergido un debate candente, de los que apasionan: si vetar judicialmente una publicación podría contravenir el nunca bien ponderado “derecho a la libertad de expresión”, que protege la Constitución Española (por cierto, nunca tan maltratada como en estos tiempos). Nuestra mancillada Constitución protege la libertad de expresión, información, cátedra y creación, al igual que la Declaración de los Derechos Humanos: es cierto. Pero no se trata de un ‘derecho absoluto’, sino de un derecho fundamental que está sujeto a límites en caso de que colisione con otros derechos o bienes jurídicos ‘protegidos’, por ejemplo “el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen”. Tampoco se considera un derecho cuando se incita al odio, la violencia o la discriminación; ni cuando se hace apología o enaltecimiento del terrorismo, la violencia, o es lesiva para otros derechos o el orden público… La libertad de expresión ofrece un amplio margen para su disfrute, amparada por la Constitución, pero no es, pues, un derecho de carácter absoluto, sino que debe equilibrarse con los demás derechos y valores que rigen, o deberían hacerlo, la democracia. Imaginemos que alguien se declarase ‘fascista’, así, sin complejos…, y deseara hacer apología del fascismo ‘de verdad’, del que surgió en Italia y se extendió por Europa a principios del siglo XX, promoviendo gobiernos totalitarios y nacionalistas radicales basados en la exaltación de la raza, la patria y el militarismo a ultranza. En una nación como la nuestra, donde el término ‘ultraderecha’ califica a una ancianita que no vota a partidos de izquierda, la opinión pública caería como un estacazo mortal sobre el ‘fascista’, impidiéndole cualquier manifestación ideológica en público. Y con mucha más contundencia después de las últimas leyes sobre memoria histórica. En tal caso, todos entenderían unánimemente cuáles son los límites a la libertad de expresión y dirían que hay cosas que ‘no se pueden’ expresar ni publicitar, ¿no?… Pues eso.