Aquí estamos de paso
Esto sí es necesario
Qué bien cuando los que gobiernan se dedican a lo suyo y no a mandar a la mierda a gente
Dejemos un margen a la ingenuidad y algún otro al error, pero tengo para mí que lo que ayer puso en marcha el Gobierno por la vía del Ministerio de la señora Rego de Sumar es una más que plausible y comprometida decisión política de encauzar y ordenar el inquietante descontrol del universo cibernético en el que navegan los menores. Todo es susceptible de convertirse en miel electoral que atraiga votos más o menos incautos, pero no parece que el Anteproyecto de Ley de protección de menores en entornos digitales forme parte del juego de espejos engañosos de la campaña europea. Primero, porque la turra electorera llega a su fin; pero, sobre todo, porque el Ministerio lleva tiempo trabajando en ello. Desde principio de año hay medio centenar de expertos conformado por el Ministerio de Rego de Sumar que han escaneado el matrimonio adolescencia/tecnología con unos resultados realmente alarmantes. Ojo, padres: ¿Es aceptable que la edad media en que niños y niñas tienen ya su propio móvil sean los once años? ¿Que el 95 por ciento de los adolescentes tenga su móvil con Internet y casi todos se conecten todos los días? ¿Que una cifra similar estén registrados en alguna red social? Más para la mochila de inquietud: la Organización Mundial de la Salud recomienda desde hace diez años (mucho caso no parece que se le haya hecho hasta el momento) que se reorganicen los entornos que influyen en la salud mental. Y el de los móviles lo es, sin duda, en los últimos años.
Las familias tienen un problema que no estoy seguro que forme parte de sus preocupaciones en la medida en que debería hacerlo. Que un adulto se enganche a las redes y plataformas, que muerda el anzuelo de la atención interesada que hornean sus ingenieros con los algoritmos, es una pequeña derrota social, pero que sean los jóvenes y adolescentes quienes ya empiezan a evidenciar dependencias tan perturbadoras como las del ecosistema tecnológico es el anticipo de una sociedad anestesiada o, peor aún, boba. Intercambiar información es enriquecedor y saludable, dejarse los ojos y las horas en la red, un embrutecedor atraso. Que sean los que vienen detrás los que traen esa tara es para echarse a temblar y cuando se pase el ataque empezar a hacer algo.
Y esta Ley está en el buen camino. Como padre, como observador (si se me permite el atributo) y, desde luego, como ciudadano, agradezco que se vayan a poner puertas a este campo tan sobrado de abono como necesitado de cercas. No es que uno sea amigo de fronteras y muros (eso se lo dejo a otros) pero tengo pocas dudas de que en esta cuestión de los móviles y sus normas seguimos yendo demasiado despacio. Y aquí tardar es perder. Los fabricantes tendrán que incorporar sistemas de control parental gratuitos y accesibles. Y así habrá de ser en todos los móviles, tabletas, ordenadores y televisiones inteligentes. Por defecto, o sea sí o sí. Se compromete en la vigilancia también a los pediatras. Y es sólo el principio, porque hay vocación de mirar al futuro con un Plan Estratégico a largo plazo.
Está siendo esta una legislatura mediocre y hasta demediada en esa mediocridad, pero de vez en cuando se encuentran en el camino frutos insólitos, como regalos inesperados de la naturaleza, que hacen pensar que uno puede tener distancia ideológica pero ha de reconocer criterio y visión política.
Qué bien cuando los que gobiernan se dedican a lo suyo y no a mandar a la mierda a gente.
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