Tribuna
En España sí hay agua
Solo a través de una combinación de innovación, conservación y una planificación más consciente y equitativa podremos garantizar que las futuras generaciones no tengan que enfrentarse a un escenario aún más crítico
La situación del agua en España ha alcanzado un punto crítico en los últimos años. Este recurso, vital para la vida y la economía, está sufriendo tensiones crecientes debido a factores como el cambio climático, la sobreexplotación y la mala gestión. La pregunta ya no es si estamos enfrentando una crisis hídrica, sino cómo vamos a gestionarla antes de que sea irreversible.
Es imposible ignorar los efectos del cambio climático sobre el ciclo del agua. Según los informes científicos más recientes, el país está experimentando una mayor frecuencia de sequías prolongadas, así como la reducción de las precipitaciones en algunas regiones. La cuenca del Ebro, por ejemplo, ha registrado una caída significativa en sus aportes hídricos, mientras que el sur, particularmente Andalucía y Murcia, sigue sufriendo las consecuencias de la escasez de agua. Este fenómeno no solo afecta el suministro de agua potable, sino también la agricultura, que depende enormemente de los sistemas de riego. En España consumimos sobre 30.500 hm3 de agua al año, de los cuales, 24.200 son destinados al riego y el resto, a suministros.
Esto nos lleva a un segundo problema, más o igual de importante: la gestión insostenible del agua. España cuenta con una de las superficies de regadío más grandes de Europa, y aunque la agricultura es un sector económico clave, su dependencia del agua es un talón de Aquiles. El 80% del agua consumida en el país se destina a este sector. Sin embargo, una gran parte de estas infraestructuras agrarias son ineficientes y obsoletas, desperdiciando una cantidad considerable de este preciado recurso. No hay datos oficiales sobre la cantidad de agua que se pierde en las redes de riego, pero expertos del sector apuntan a un 50% o incluso más, según señalaron a en la «Mesa de Debate: En España hay agua», organizada por Madrid Foro Empresarial. Sí que existen cifras de las redes de suministro de agua españolas, donde se pierde cerca del 30%. Estas pérdidas podrían reducirse hasta la mitad, y alcanzar así los niveles de otros países de Europa, sólo con inversión. Si disminuyera al 15% supondría un ahorro de 4.575 hm3 de agua, que es un 72% de la suministrada a ciudades y otros suministros. Si se consiguiese esto, no habría graves problemas con el agua.
La gestión pública del agua también merece un análisis profundo. Las políticas actuales, tanto a nivel estatal como autonómico, han demostrado ser inadecuadas para gestionar de manera eficiente este recurso en un contexto de cambio climático. Se han priorizado soluciones a corto plazo, como la construcción de desalinizadoras o trasvases, en lugar de un enfoque sostenible basado en la reducción del consumo, la mejora de la eficiencia y la protección de los ecosistemas acuáticos. A pesar de las inversiones en infraestructuras, la cultura del despilfarro sigue presente en muchos ámbitos, desde el riego agrícola hasta el uso doméstico y turístico.
Pero no todo son malas noticias. Existen proyectos innovadores y prácticas sostenibles que muestran que es posible gestionar el agua de manera más eficiente. El uso de tecnologías de riego de precisión, la modernización de infraestructuras hídricas y la implementación de políticas que fomenten el uso responsable son algunos ejemplos que han demostrado resultados positivos. Sin embargo, es necesario que las obras hidráulicas se hagan bien, con materiales de primera calidad y que sean instalados por profesionales de este sector, donde cada vez hay menos. Es insostenible que la media de renovación de las redes de agua en nuestro país sea cada 100 años. Se necesita una inversión continuada por parte de las administraciones y las empresas, porque solo así podremos proteger y maximizar la eficacia del ciclo del agua y podremos adoptar soluciones que impliquen una sostenibilidad real en nuestras ciudades.
En definitiva, la crisis del agua en España requiere una transformación profunda en nuestra forma de relacionarnos con este recurso. Necesitamos un cambio cultural y político que reconozca que el agua no es un bien ilimitado, sino un recurso finito que debe gestionarse con responsabilidad y visión de futuro. Es hora de tomar conciencia del muy bajo precio que pagamos por este escaso tesoro. Por su cuidado, su utilización, su recuperación y regeneración, por su gestión y distribución, si se compara con el resto de suministros y consumos habituales y esenciales, como la luz, las energías alternativas o el teléfono.
Solo a través de una combinación de innovación, conservación y una planificación más consciente y equitativa podremos garantizar que las futuras generaciones no tengan que enfrentarse a un escenario aún más crítico.
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