Insensateces
Efecto bumerán
Es una especie de telepredicador de la política, que se nos ha colado en la actualidad diaria de la otra parte del planeta
Ha estado unas horas Javier Milei en Madrid, en otro de esos despliegues bizarros a los que está acostumbrando al mundo. Allá donde va, hay personas dispuestas a tratarle como si fuera una estrella del rock, aunque para serlo le falta música y le sobra caricatura. Milei gusta como gustan los villanos de los cómics. Hay algo de esa travesura gestual, algo de esa justicia paralela maldita, algo de esa mentira final que atrapa. Al Presidente de Argentina le gusta estar de viaje siempre. Realmente, gobernar su país le aburre, le molesta. Está enfocado en convertirse en un líder mundial, en el líder de la ultraderecha de Occidente y ya no disimula que se cree tocado por un aura mitológica. En la última entrevista que ha concedido en Argentina ha asegurado que, después de su discurso en Davos, ganó la derecha extrema en Europa. Es decir, es una especie de telepredicador de la política, que se nos ha colado en la actualidad diaria de la otra parte del planeta, gracias a los dispuestos a hacerle hueco para que sea la conciencia malhablada de los ultraconservadores del Viejo Continente. Tras un arduo trabajo de su equipo, consiguió que Isabel Díaz Ayuso le diera la cobertura necesaria para una nueva escenificación de su tirón internacional. El acuerdo era perfecto. La Presidenta de la Comunidad de Madrid conseguiría de nuevo que Milei arremetiera sin miramientos contra Pedro Sánchez, y Milei podría volver a mostrar a su pueblo que su fórmula es la envidia de la bolica del mundo, envuelto en la bandera celeste y blanca en la que, por cierto, no cree. Así que vino El León a despreciar a todo el mundo que no piensa como él y Díaz Ayuso le dio una medalla que es, a todas luces, una manera de joder a Sánchez. Ni más ni menos. Y otra cosa más: es, también, el intento de Ayuso de ocupar el lugar que Milei le había dado a Santiago Abascal. Viendo las imágenes, la sobreactuación del argentino, intuyo algún gesto de la Presidenta pelín incómodo. No debe ser fácil mantener la mirada a un histriónico de medalla de oro. Así que la venganza ha dejado instantes en los que Ayuso no disimulaba las ganas de que aquello acabara cuanto antes. Cosas del bumerán.
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