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Competir

Los deportes actuales son como bailes de salón, maravillosos, coreografiados, en manos de grandes artistas, y mucho más femeninos que los de antaño

Soy un gran partidario del deporte femenino, pero es porque pienso que básicamente casi todos los deportes actuales son propios de chicas. Los únicos deportes que me parecen ancestralmente de chicos son los toros, el boxeo, el automovilismo y el motociclismo. Quizá porque son los únicos en los que existe una verdadera posibilidad de pagar con la vida, que era lo que sucedía antiguamente cuando los chicos salían de caza y se los acaba comiendo el león de las cavernas del pleistoceno. Las mujeres, que siempre han sido mucho más inteligentes que nosotros, se quedaban junto al fuego del hogar, arropando a las criaturas y haciendo tareas más sórdidas y aburridas, menos excitantes, pero mucho más seguras.

Ya sé que desenterrar esos recuerdos de la historia tribal humana puede resultar tan desagradable como examinar de cerca una verruga genital, pero ambas cosas son al fin y al cabo realidades de la vida humana de las que se nos hace cuesta arriba hablar.

Consolémonos con la idea de que aquellos días bárbaros han quedado atrás y casi todos los deportes se han civilizado, alejándose de la drástica práctica del comer o ser comido. Los deportes actuales son como bailes de salón, maravillosos, coreografiados, en manos de grandes artistas, y mucho más femeninos que los de antaño. No vayan a pensar, por estas opiniones, que soy un simple binario guiado exclusivamente por las capacidades de fecundar y gestar. Que va. Nunca fui binario, sino multitudinario, igual que los deportes actuales, que movilizan grandes masas de gentes precisamente por su cualidad femenina.

Puede parecer contradictorio que, tan empeñados como estamos en la igualdad de oportunidades y tanto como nos llenamos la boca hablando de esas preocupaciones, luego nunca nos atrevemos a hacer esas competiciones mixtas. Parece incomprensible, pero hemos de admitir que, conociendo al ser humano como lo conocemos (sus hipocresías, sus complejos), lo entenderíamos perfectamente.