Y volvieron cantando

Caben en un baldosín

Casi resultaba entrañable escuchar las explicaciones del líder de UGT Pepe Álvarez a Alsina en Onda Cero para negar que, de lo que se trataba el pasado domingo era de horadar políticamente al primer partido de la oposición

Viene a resultar que no pocas voces de su entorno –tal vez fuego amigo– andan animando al secretario general de CCOO Unai Sordo –que no es precisamente un Castelar– a dar el salto a la política, ya saben, cambiar el sillón del liderazgo en el sindicato que un día fundara el muy honrado y de ética impecable Marcelino Camacho –que a más de uno hoy correría a gorrazos si saliera de su tumba– por un posible escaño en el Congreso de los Diputados, o tal vez algo más si la izquierda consigue como pretende perpetuarse en el poder. Desconozco las reales intenciones de Sordo porque de ser así las publicaría, pero esas tentaciones son cíclicas y no hay más que echar la vista atrás para contemplar el salto de Antonio Gutiérrez ex número uno de «C.C.O.O» –que diría el bueno de Alfredo Urdaci– al ruedo político ocupando escaño en el Congreso de los Diputados por el partido socialista cuando esta formación ya fenecía tras un duro desgaste en el poder.

Hoy, con unos sindicatos más desnortados que nunca y con una raquítica capacidad de convocatoria, ni siquiera se hace necesaria la sinergia política, aspiraciones personales al margen, sencillamente porque UGT y CCOO ya vienen a ser lo más parecido a un alargamiento –quién lo iba a decir– del mismísimo Ministerio de Trabajo con argumentarios prácticamente calcados a los de la ministra del ramo y vicepresidenta, cuando no de la propia maquinaria propagandística de La Moncloa, como se demostró este pasado fin de semana con esa convocatoria preventiva a la que no pudo salvar ni un mísero dato maquillado de las delegaciones del Gobierno en toda España.

Casi resultaba entrañable escuchar las explicaciones del líder de UGT Pepe Álvarez a Alsina en Onda Cero para negar que, de lo que se trataba el pasado domingo era de horadar políticamente al primer partido de la oposición y confirmando los peores augurios de permanente «zapatiesta» social si el PP acaba recuperando el poder. Actualmente, los sindicatos de «clase» carecen de un mínimo de conexión con la realidad de la calle y prueba de ello es el burdo argumento que le escuchábamos a Álvarez tras su reunión con el prófugo Puigdemont, «no pudo ni venir al funeral de sus padres», como si algo le impidiera rendir cuentas ante la Justicia. Son irrelevantes, están adocenados y viven de la subvención.