Y volvieron cantando

El aviso de los «Debenedettis»

Las «trampas» de Tomasso lo que ponen en evidencia es una lamentable y preocupante deriva en los medios por adelantarse a según qué noticias incluso a costa de no contrastarlas con las pertinentes fuentes.

Mató a un papa, a Fernando Aramburu, a Savater, a José Luis Perales, a Costa-Gavras o a Vargas Llosa entre otros, además de tumbar a un presidente colombiano, manipular fotos de Chávez y un amplio elenco de «lindezas». Tomasso Debenedetti es un falso periodista con vocación de provocador y trazas de delincuente en potencia, que suele lanzar bulos a través de cuentas falsas y todo tipo de artimañas de esas que brinda la alcantarilla de pestilente cieno en que a veces se convierten las redes «sociales». El objetivo es muy claro y concreto: tender trampas para mostrar la falta de credibilidad, no solo en las propias redes –que eso ya es conocido– sino también entre la escasa veracidad de algunas páginas de internet y sobre todo en los medios de comunicación convencionales, ya saben, esos cuyo prestigio y hasta cuenta de resultados se deben a la solidez de sus informaciones respondiendo ante oyentes, espectadores, lectores y anunciantes.

Con tal carta de presentación y con algunas «travesuras» en su «currículum», lo primero que me viene a la mente es qué le debemos o qué le hemos hecho los periodistas al señor Debenedetti, auténtico rey de las «fake news». Sin embargo y muy al contrario tal vez lo que le debamos empezar a agradecer a este pseudo delincuente de la mentira es el toque de atención y la puesta de pilas hacia una profesión tan sagrada como es la periodística, cuya razón de ser es sencillamente contar noticias contrastadas, pasadas por los profesionales filtros de la verificación y fruto por lo tanto de haber sabido beber en fuentes de información potable y no contaminada, es decir directas.

Duele decirlo, pero las «trampas» de Tomasso –la última a propósito del falso fallecimiento de Aramburu– lo que ponen en evidencia es una lamentable y preocupante deriva en los medios por adelantarse a según qué noticias incluso a costa de no contrastarlas con las pertinentes fuentes. Y es que más allá de repicar como papagayos amanuenses tuits o cabeceras de páginas webs a las que siempre se debe poner en cuarentena, de lo que se trata es de agarrar el móvil y CONTRASTAR con mayúsculas. Los bulos existirán siempre y los informadores no somos perfectos, pero a poco que se cumpla con lo más básico del catecismo periodístico, las patas de los «Debenedettis» se quedan muy cortas.