Aunque moleste
20 años de la invasión de Iraq
Medio millón de iraquíes muertos, otro medio millón de heridos y siete millones de desplazados
Se acaba de cumplir el vigésimo aniversario de la invasión de Iraq, saldado con un estrepitoso fracaso, medio millón de iraquíes muertos, en su mayoría civiles, otro medio millón de heridos y discapacitados, siete millones de huidos y desplazados, un gobierno monigote proamericano incapaz de implantar la democracia, que sucumbió, junto a las tropas USA, ante el empuje armado del islamismo proiraní que ahora controla el país. Iraq es hoy un estado caótico, fallido, violento, gobernado en el norte por los kurdos, al oeste por las milicias del Isis y en el resto por diferentes facciones chiíes que obedecen a los ayatolás de Teherán. Ese ha sido el fruto de la ilegal invasión, no respaldada por la ONU, que apoyaron cual zombis los gobiernos títeres de Occidente bajo la falsa premisa de que el sátrapa Sadam escondía armas de destrucción masiva. Sadam era un dictador cruel y tiránico que merecía la peor de las condenas, pero el argumento para justificar la invasión era «fake». No había armas químicas ni bacteriológicas ni nucleares, pese a que los satélites de la CIA las habían detectado «con total seguridad», según dijeron unos y otros. Entre ellos Bush, Cheney y Rumsfeld, máximos responsables de la guerra junto al neocon straussiano Paul Wolfowitz y el aliado británico imprescindible, Tony Blair. Ocho años de combates atroces que acabaron también con la vida de más de cuatro mil soldados estadounidenses y 30 mil heridos, amén de escándalos como los abusos, violaciones y torturas a prisioneros en Abu Ghraib a manos del ejército americano, constituido en gran número por mercenarios profesionales.
¿Alguna lección de aquella invasión? Diríase que ninguna. Nadie ha pedido perdón, el resultado militar fue desastroso y también el económico, con 1,8 millones gastados y perdidos, amén de las vidas, que es lo más importante. Tan sólo la explotación de la riqueza petrolera del país podría figurar como «leitmotiv», pues el «casus-belli» no existió. Sí que lo hubo en la primera guerra de Iraq, con Bush padre en el poder, cuando Sadam invadió Kuwait y fue derrotado en apenas tres días siendo expulsadas sus tropas del pequeño país del Golfo. Sólo que en las guerras «nunca hay ángeles ni demonios», como dice el doctor en teología Raad Salam, erudito escritor católico iraquí afincado en España, que recuerda cómo logró sobrevivir a «la masacre del camino de la muerte», en la mañana del 27 de febrero de 1991. Raad, que formaba parte del ejército de Sadam como personal de reemplazo, ha escrito: «Aquella mañana Sadam nos ordenó la retirada de Kuwait en respuesta a la resolución 660 de la ONU. Bush padre ordenó que rodearan a las tropas iraquíes con una orden clara: que no regresara vivo ni un solo soldado o civil. Fuimos bombardeados por docenas de aviones de combate cuando volvíamos por la carretera. Más de dos mil vehículos fueron destruidos y 80 mil soldados murieron en unas horas. Entre las víctimas, familias enteras, mujeres, ancianos, niños que se retiraban con el ejército iraquí. Los americanos mataron a soldados y civiles pese al anuncio de alto el fuego con garantía de la ONU, que participó en el crimen engañando a Irak. Gracias a Dios yo sobreviví escondiéndome entre los miles de cadáveres extendidos en aquel camino hacia la muerte».
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