Palacios

El «humilde» hogar del Marqués de Alcañices

El palacio, situado en el paseo de Recoletos, es ahora sede del Consejo General de la Abogacía Española

Palacio del marqués de Alcañices
Palacio del marqués de AlcañicesAyuntamiento de Madrid

A mediados del siglo XIX, Madrid experimentaba una transformación urbanística significativa, reflejo de los cambios sociales y económicos que vivía la capital. Dos mundos, el de la aristocracia tradicional y el de la nueva nobleza financiera, se entrelazaban en lugares emblemáticos como el Paseo de Recoletos. Aquí, dos palacetes adyacentes personificaban esta dualidad: uno construido por el banquero Francisco López-Dóriga y otro habitado por los duques de Sesto y Alburquerque, marqueses de Alcañices.

El origen del palacio del Marqués de Alcañices se remonta al proyecto de alineación del sector entre las calles de Alcalá, Barquillo y Almirante, aprobado por Real Orden en 1861. Este proyecto fomentó la urbanización de la antigua huerta de Brancacho, que había sido propiedad de los duques de Medina de Rioseco. La adquisición de la parcela por parte del XV Marqués de Alcañices, Nicolás Osorio y Zayas, en 1850, marcó el inicio de la construcción del palacio.

Originalmente, el marqués adquirió el terreno para construir un almacén de maderas, pero las circunstancias cambiaron y decidió edificar una residencia. La compra incluía una condición especial: mantener la vista y el drenaje de agua del Convento de San Pascual, lo que implicó negociaciones con el Duque de Osuna y Medina de Rioseco. Este acuerdo influyó en las características del solar, que se definió con tres medianerías y un frente exterior.

El palacio fue diseñado por el arquitecto Francisco de Cubas, conocido por su trabajo para la aristocracia. La edificación tuvo que adaptarse a las limitaciones del terreno, resultando en una planta trapezoidal de 230,14 m². El propósito inicial del palacio era el arrendamiento, previendo beneficios por su ubicación privilegiada en el elegante Paseo de Recoletos.

El estilo neorrenacentista italiano del palacio del Marqués de Alcañices es evidente en su fachada, dividida en cuatro niveles: semisótano, planta baja, planta principal y segundo piso. La fachada incluye un gran portalón en arco de medio punto que permitía la entrada de carruajes. Las puertas de madera tallada y los balcones con antepechos de forja artística destacan en el diseño.

En el interior, la distribución original incluía patios para iluminación y ventilación, una cuadra, habitaciones de servicio, y la escalera noble de mármol que conectaba los distintos niveles del edificio. Los pisos superiores albergaban salones de recepción, habitaciones privadas y áreas de servicio, reflejando el lujo y la funcionalidad aristocrática.

El Marqués de Alcañices falleció en 1866, y su hijo, José Osorio y Silva, heredó la propiedad. José, conocido como el Duque de Sesto, fue una figura prominente en la política española y mentor del rey Alfonso XII. Durante su vida, las deudas acumuladas llevaron a la venta de la residencia familiar en la calle de Alcalá, siendo el palacio de Recoletos el principal refugio de la familia.

El palacio sufrió varias reformas a lo largo de los años, adaptándose a las necesidades y gustos de sus propietarios. En 1987, la empresa Moveland Investments emprendió un proyecto de reforma, y en 1998, Vicente Sánchez de León Pacheco realizó nuevas adaptaciones para el Consejo General de la Abogacía Española, su actual propietario.

El palacio del Marqués de Alcañices comparte características con otros edificios singulares de Madrid. Por ejemplo, el palacio de Linares, también en el paseo de Recoletos, muestra el esplendor de la arquitectura neobarroca de la época. Similarmente, el palacio de Buenavista en la calle de Alcalá y muy próximo, construido en el siglo XVIII, refleja la evolución de las residencias nobiliarias en Madrid.

Cada uno de estos palacios cuenta una historia de poder, prestigio y cambio, formando parte del rico patrimonio arquitectónico de la ciudad. No hay que olvidar que los palacios no solo eran residencias, sino también símbolos de estatus e influencia, esenciales para entender la historia y evolución social de Madrid.