Elecciones municipales
Barberá se marcha «con dignidad» pero sin aclarar su futuro político
Las únicas lágrimas (públicas) que corrieron ayer en la despedida de Rita Barberá fueron las de algunos miembros de su equipo. Porque ella, la hasta ayer alcaldesa en funciones de Valencia, protagonizó un adiós sobrio, contenido y «con dignidad», que es lo que siempre ha tratado de mantener durante los 24 años que ha estado al frente del Cap i Casal, como expresó.
Eran pocos los que confiaban en conseguir la foto de Barberá sentada hoy en el pleno del Ayuntamiento como oposición, pero algunos de sus más cercanos colaboradores no perdían la esperanza de que repensara su retirada y siguiera siendo el pegamento del PP de la ciudad de Valencia y el azote de la «izquierda radical» (según insiste, el tripartito formado por PSPV-PSOE, Compromís y València en Comú) que gobernará la ciudad los próximos cuatro años.
#RitaSeVa ¿a Madrid?
#RitaSeVa se leía en las redes sociales mientras ella matizaba: «No es un adiós. Dejo la Alcaldía, pero soy valenciana y vivo en Valencia y seguiré atenta a lo que suceda en esta ciudad y en España en un momento tan delicado como éste». No aclaró, sin embargo, su futuro laboral a medio y largo plazo, o si su vida política acaba en Les Corts, donde recala ahora como presidenta del grupo parlamentario popular. ¿Que si Mariano Rajoy la quiere en Madrid? Media sonrisa y respuesta confusa. «Soy muy amiga de Rajoy, pero no sé lo que piensa». No quiso entrar en esa cuestión, así que, siguiendo con el estilo que la ha caracterizado durante las dos última décadas, esquivó las preguntas y se salió por la tangente. Su etapa como alcaldesa ha sido la «más fructífera» y «la más feliz» de su vida», un honor». «Lo digo con orgullo y alegría. Nadie, absolutamente nadie, me puede quitar el honor de haber sido alcaldesa de Valencia por mucho que algunos sigan en la tarea de hacerme daño personal a mí, a mi familia y a mi prestigio». Con todo, pidió disculpas por los errores cometidos bajo su mandato.
Esa fue la única concesión que hizo al sentimentalismo. Se marchó con una media sonrisa y sin llevarse «nada» del despacho que ha ocupado durante seis legislaturas. Sólo le da pena no pisar cada día el suelo, de mosaico de Nolla, ese que salía de las manos de su abuelo y que aún luce las dependencias municipales.
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