Literatura

Barcelona

«Aquel que busca libros no debe ambicionar lo imposible»

«Aquel que busca libros no debe ambicionar lo imposible»
«Aquel que busca libros no debe ambicionar lo imposible»larazon

Si se habla de libros, José Luis Melero es una de las personas que más sabe en este país sobre ellos. Es un sabio, alguien a quien le gusta explorar en librerías de viejo, rastros y bibliotecas sobre volúmenes antiguos, perdidos para siempre por culpa del paso del tiempo. De todo eso habla en sus libros, como el último que acaba de publicar, «El lector incorregible», que ha editado en Xordica y que hace unas semanas presentó en Barcelona en la Casa de Aragón.

En esta manía diabólica de buscar libros, ¿cuáles serían los primeros mandamientos de la bibliofilia?

El primer mandamiento sería el de no ambicionar lo imposible. Es decir, no querer encontrar rápido y con prisas los grandes libros sino dar tiempo al tiempo. La ambición de encontrar rápido y por poco dinero las grandes joyas no tiene sentido, Así que hay que dar muchas vueltas, tener mucha paciencia y con buen gusto y cultura se podrá conseguir los grandes libros. No se puede poner uno de repente a querer ser un gran bibliófilo. En esta misma línea estaría también el intentar saber más que el que vende. Esa es una orden de oro.

¿Se refiere a la cultura hacia el libro?

Eso es. La cultura es fundamental porque si sabes más que el que vende podrás encontrar libros con el precio mal marcado y que tú sabes que son importantes. Ahí podrás tener una oportunidad. Me refiero a poder saber, por ejemplo, quien es Pedro Luis de Gálvez, esos secundarios que pueden ser interesantes. Hay que saber mucho, leer mucho y estudiar mucho.

En esto de la paciencia, ¿cuál es el libro que ha tardado más en conseguir?

«Vida de Pedro Saputo» de Braulio Foz, probablemente una de las grandes novelas cervantinas del siglo XIX. Su autor era un catedrático de latín que vivió en Borja. Me costó más de treinta años encontrar la primera edición, algo que se dice pronto. Al final apareció después de dar voces a todos los libreros de España, y a un precio desorbitado. Por cierto, otra regla de oro: nunca le digas a los libreros que buscas algo. Si se lo dices, el precio será asombrosamente mayor. Lo que pasa es que cuando quieres un libro como sea tienes que saber que al final tendrás que asentar la mano al precio que sea.

¿Hay también sorpresas? ¿Hay libros deseados que llegan por casualidad?

Puedo poner dos ejemplos sobre lo que me pregunta. El primero es «Hélices», de Guillermo de Torre, un libro con esa portada maravillosa de Barradas. Lo encontré por 25 pesetas, cuando había pesetas, en el suelo en el Rastro de Madrid. En aquel entonces valía realmente lo que hoy serían 600 euros. Ese día me temblaban las manos cuando lo rescaté del suelo. En otra ocasión compré «El sable» de Pedro Luis de Gálvez cuando nadie sabía quien era este autor. Eso es algo que me ocurrió con «Iluminaciones en la sombra» de Alejandro Sawa, también por 25 pesetas, y eso que Sawa siempre ha sido un autor importante, especialmente para los amantes de la bohemia.

Hemos hablado de libros deseados y de libros inesperados, pero supongo que también están esos que no sabemos si son reales o no. Me refiero a esos títulos de los que nos han hablado, pero que no hemos visto nunca.

Sí, eso también se da. Uno aprende muchos de otros porque te hablan de esos libros. Te seducen con libros que no has visto nunca. A mí me ha pasado con, por ejemplo, con «Primavera portátil» de Adriano del Valle del que he oído hablar a Juan Bonilla o Andrés Trapiello que me dicen que es maravilloso. Siempre sueño con encontrarlo, pero es que no sé ni cómo es. Sé que existe. Hay lecturas que te llevan a otras lecturas y los buscas.

Ha dedicado muchos artículos a este trabajo de búsqueda, textos en los que llega a trazar la biografía de aquellos libros que usted ha encontrado.

Sí. Es que yo no me considero un coleccionista y es algo que aborrezco. No me considero coleccionista de nada. Busco libros para leerlos.

Es una invitación a ir tras lecturas que han quedado dormidas, como puede ser «Hélices» que ha estado descatalogado durante años.

Sí porque estos libros que nosotros volvemos a la vida en ocasiones solamente pueden ser leídos en estas ediciones. Es lo que pasa con Alejandro Sawa que poco a poco se ha ido recuperando, pero que tiene muchos libros sin reeditar. Podría citar también, en este sentido, muchos autores de la bohemia. En mis libros y artículos son una invitación a buscarlos y a seguir leyéndolos.

¿Internet ha matado esa búsqueda en librerías y en Encantes?

Internet ha acabado en buena medida con esto y con los chollos. Internet es el nuevo Palau, la biblia de los bibliófilos. Ahora cualquiera entra allí y busca. La red ha acabado con la ilusión de estar horas y horas tras un título. Todo cambia porque hoy puedes en zapatillas y desde casa ahorrarte esas horas. Ya no se sale de cazaría al monte.