Semana Santa
La conspiración del miedo
Hoy es Miércoles de Ceniza, la puerta que abre la Cuaresma, y una carrera imparable que desemboca en el día más esperado por cientos de miles de sevillanos, el Domingo de Ramos. Desde los sucesos de la madrugada de 2017 nunca se ha escrito y hablado tanto de la seguridad durante la Semana Santa y sobre todo la de «la madrugá». No es cuestión de optimismo, pero mirando el tema fríamente y con datos contrastados, los sucesos no fueron relevantes. Estamos hablando que desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección millares de personas llenan muchas calles de la ciudad durante la mayor parte del día y de la noche. Hay que añadir a esto la carrera oficial, más otros miles de nazarenos, costaleros y bandas. Estas concentraciones diarias en otras ciudades dan unos resultados terribles. Pero bien está que se hable, que se tomen medidas, que se cambien itinerarios, horarios, que se reduzcan sillas para evitar bloqueos, incluso que se haga la prueba de cambiar el sentido de la carrera oficial. Pero para mí todo esto será inútil si no se sabe con toda certeza qué provocó las estampidas de la Madrugada del Viernes Santo del pasado año. Estaba el referido día en los balcones de la calle O'Donnell, esquina con San Eloy. En el salón se había instalado una gran pantalla que nos ofrecía en directo varios escenarios de la noche. Los presentes miramos con estupor que en la plaza del Salvador se producían carreras y que el paso de la Virgen de la Concepción se queda prácticamente solo. Al instante presenciamos la ola de terror que sacude las sillas de O'Donnell y Campana. Igualmente ocurre en la parte del Duque. Al estar en los referidos balcones Carlos Herrera y otros conocidos periodistas, las informaciones que llegan es que hay más puntos afectados por los alborotadores. El tema es para extenderse algo más, así que con el permiso de los lectores y lectoras, el jueves remato faena.
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