España
Interrúmpanse. Escándalo o debate económico
El libro «Hablando se entiende la gente» ha sido un hito, con un magnífico quiebro a esta sociedad abonada al «bronquismo» en todos los temas y al etiquetado ideológico.
¿Se imaginan a dos médicos oncólogos, frente a frente, utilizando cada uno un minuto para defender sus diferentes opiniones sobre cómo vencer a un cáncer mientras miles de telespectadores envían mensajes o participan en una encuesta sobre cuál de los dos lleva razón? Sólo la frivolidad al abordar un problema grave en ese marco mediático nos produce un profundo rechazo. Sin embargo, estamos acostumbrados a ver cómo cuestiones igualmente importantes como las pensiones –único ingreso de millones de españoles– o el desempleo –que aún doblega a más de cuatro millones y medio de compatriotas– se aborda desde la misma fórmula mediática que consideraríamos inadmisible para un cáncer.
La economía se ha vulgarizado en una medida no pequeña en la industria del entretenimiento audiovisual española. Esa industria a la que el periodista Alfredo Amestoy se refirió como interesada fundamentalmente en el escándalo pero no en la cultura y la belleza.
Un hito, y ojalá no sea de los pocos, ha sido el libro «Hablando se entiende la gente» de los economistas Daniel Lacalle, Emilio Ontiveros y Juan Torres. Con un magnífico quiebro a esta sociedad abonada al «bronquismo» en todos los temas y al etiquetado ideológico del interlocutor sin que importe la razón de sus argumentos, este libro ha alcanzado ya un importante éxito editorial apenas editarse.
Como no puede ser de otra manera en una ciencia que es social, en absoluto exacta y a duras penas experimental, los diagnósticos y propuestas de sus autores son, con frecuencia, dispares. No voy a hacerles la «faena» de resumir su contenido, pero sí comentaré alguno de los aspectos que más he valorado.
El primero es la coincidencia en la necesidad de mejorar la productividad de los factores en España. El valor del producto por trabajador ocupado medido en términos reales (descontando la subida de precios) creció mucho en la década de los 60 del siglo XX, pero desde 1990 no crece por encima del 1 por ciento. El dato lo aportó Ángel de la Fuente en la reciente reunión del Observatorio Económico de Andalucía.
La segunda coincidencia aparece en la recomendación de no aumentar las trabas administrativas o, en opinión del profesor Torres, fortalecer el mercado interno español para favorecer el consumo, es decir, reforzar la cohesión de España antes que levantar más barreras.
La tercera y última coincidencia que menciono es la denuncia del «capitalismo de amiguetes» que denuncian los profesores Lacalle y Torres como ejemplo de una economía necesitada de una competencia empresarial sana y de una desconcentración autorreproducible del poder económico en una pocas empresas.
Naturalmente los autores están en desacuerdo en otras muchas cuestiones a lo largo de un libro que, por formato y extensión, no es un vademécum o recetario de cómo terminar de superar la crisis.
Como muestra de una discrepancia fina que está es el trasunto del libro está el papel que le corresponde al poder público y a la economía privada en la construcción de una salida sólida a la crisis. Por ejemplo, el profesor Torres recupera una cita del difunto economista Enrique Fuentes Quintana apelando al indiscutible papel de la política en la salida de la crisis. Fuentes Quintana, entre otras muchas responsabilidades, impulsó la sección de Economía del diario falangista «Arriba», luego fue vicepresidente del Gobierno de UCD y desde ese cargo, inspirador definitivo de los Pactos de la Moncloa. Probablemente la Ley de Memoria Histórica, antes o después, acabe retirando su nombre de los espacios públicos.
La cita misma que aparece en el libro que comentamos es de un texto del 18 de julio –ojo al calendario– de 1977. Pero el debate de fondo y actual es: ¿cuál es el papel que le corresponde al sector público (la política) y al privado (empresas y particulares), es el esfuerzo colectivo de la salida de la crisis?
La salida aún es incierta pero, desde luego, tendrá que nacer del consenso si se quiere fuerte y permanente. Precisamente todo lo contrario de lo que un periodista le recomendaba a los autores del libro antes de hacerles una entrevista: «Interrúmpanse, interrúmpanse unos a otros sin ningún problema mientras yo les pregunto». Ése no es el camino. Si me apuran, ni siquiera el debate «per se». El camino es el de escucharse con ánimo constructivo.
Me quedo con una idea que parafrasea uno de los tres autores. Los interesados deberán leerse el libro para saber a quién atribuirla. «La pregunta no es quién nos va a permitir a los españoles salir de la crisis, sino quién nos lo va a impedir».
✕
Accede a tu cuenta para comentar