Populismo
La ultraderecha parte como favorita en las elecciones en Austria de este domingo
El resto de partidos rechaza pactar una coalición con el FPÖ mientras su candidato a canciller sea el radical Herbert Kickl
Este domingo Austria celebra elecciones generales y la formación ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) está por delante en las encuestas. No solo eso. Su líder, Herbert Kickl, espera conseguir una ventaja tan amplia sobre el Partido Popular austriaco (ÖVP), que le sigue en segunda posición, que no haya forma de evitar que los ultras participen en el futuro Gobierno. No obstante, dos cosas podrían mantener a Kickl fuera del poder, incluso si ganase las elecciones: en primer lugar, el presidente federal austriaco, Alexander Van der Bellen, se reserva el derecho de no ordenar a Kickl que forme Gobierno y también, en caso de duda, no nombrarle canciller. Y, en segundo lugar, hasta ahora todos los partidos han descartado mantener conversaciones con el FPÖ tras las elecciones.
El canciller austriaco y principal candidato del ÖVP, Karl Nehammer, ha recurrido varias veces en campaña a la actitud negativa de Kickl. «Él mismo se ha visto envuelto en teorías conspirativas, por ejemplo, tildando a la Organización Mundial de la Salud como el nuevo Gobierno mundial», aseguró. Sin Kickl, el ÖVP consideraría incluso una coalición con el FPÖ pero, desde su llegada a la cúspide, el FPÖ se ha radicalizado notablemente llegando incluso, durante la pandemia de coronavirus a ideas cercanas a la conspiración o al movimiento identitario.
El partido ultra también ha adoptado demandas defendidas por los movimientos de extrema derecha, como las de «remigración» o criticando las políticas de asilo. Razones de más para que algunos partidos y políticos hayan preferido mantenerse lejos de un político que en el país es, además, conocido por su aguda retórica. Por ejemplo, al inicio de la campaña electoral, Kickl eligió un lenguaje militarista para sus objetivos electorales. «Hoy recorremos juntos el arco rojo, blanco y rojo –aseguró–, y luego dispararemos la flecha azul de la libertad y esta flecha azul dará en el blanco el 29 de septiembre». El negro es el color del ÖVP, el partido gobernante. Además, como ya ha asegurado en varias ocasiones, si ganara las elecciones, Kickl no quiere ser canciller federal, sino «Volkskanzler» (canciller del pueblo). Un término cargado de historia porque Adolf Hitler se llamaba así a sí mismo.
Por otro lado, varias promesas electorales del FPÖ violan la Constitución o requerirían un cambio constitucional. Entre otras cosas, el partido ultra propone una limitación al derecho de asilo o que todas las personas que entraron ilegalmente en el país sean deportadas; es decir, todas aquellas que llegaron a Austria por tierra y solicitaron asilo, ya que el país está rodeado de terceros países seguros. Si fuera por él, solicitar asilo en Austria sería una tarea casi imposible. Asimismo, otro de los puntos de su programa insiste que a los inmigrantes se les debería poder revocar nuevamente su ciudadanía, de forma que cualquiera que llegara al país como persona con derecho a asilo no debería poder obtener un pasaporte austriaco «per se». Y por si esto fuera poco, otra de sus condiciones es que los extranjeros sean considerados como ciudadanos de segunda, en términos del ingreso mínimo, la atención médica o en la asignación de viviendas subsidiadas. «Nuestro principio es cuidar primero de nuestros ciudadanos y luego de los extranjeros, ellos siguen siendo ciudadanos de otro país», aseguró.
No obstante y, según el politólogo Fabio Wolkenstein de la Universidad de Viena, hay más razones por las que otros partidos tienen dificultades con el líder ultra. Para muchos, Kickl es intransigente y trabajar con él se considera «increíblemente difícil».
En paralelo, muchos votantes también ven a Kickl de manera crítica, a pesar de que el FPÖ lidera las encuestas. Preguntados sobre la posibilidad de que pueda llegar a canciller, Kickl obtiene de la ciudadanía un resultado casi diez puntos porcentuales peor que su partido y cuando se le pregunta sobre la confianza en los distintos políticos austriacos, ocupa el penúltimo lugar.
Su voluntad de estar alejado de los focos y su carácter reservado son las razones por las que no se sabe mucho de él. Kickl no comparte su vida privada en las redes sociales ni le gusta acudir a eventos. Algunas fotos ocasionales le muestran haciendo senderismo y se sabe que le apasiona el triatlón. A su boda civil en 2018 no acudió ningún invitado, ni un testigo.
A diferencia de Alemania y Francia, en Austria los partidos no han establecido un «cordón sanitario» frente a la ultra derecha. De hecho, el FPÖ formó parte del primer Gobierno del conservador Sebastian Kurz hasta que el vicecanciller, Hans Christian Strache, tuvo que dimitir por el conocido como «Ibiza gate». El líder ultra fue grabado ofreciendo a una supuesta oligarca rusa contratos públicos a cambio de donaciones.
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