
Oriente Medio
El plan de Trump pone a prueba la tregua en Gaza
Hoy se producirá otra jornada de intercambio de rehenes por presos
Apenas cuatro días después de que Donald Trump dejara atónita a la comunidad internacionalcon el plan que ambiciona para Gaza, esto es tomar el control de la Franja, vaciarla de población –más de dos millones de personas que tendrían que ser acogidas por Egipto y Jordania– y convertirla en el «la Riviera de Oriente Medio» en un plazo de entre 10 y 15 años, llega otra jornada de intercambio de rehenes israelíes por presos palestinos. La tensión se hizo palpable ayer. Hamás esperó hasta bien entrada la tarde para anunciar el nombre de los rehenes que liberará hoy. Según precisó el portavoz militar de Hamás, Abu Obeida, se trata de Or Levi, Eli Sharabi y Ohad Ben Ami, tres hombres de 34, 52 y 56 años, respectivamente, secuestrados por el grupo islamista durante los ataques del 7 de octubre de 2023. La fragilidad del alto el fuego se sigue haciendo patente en cada fase y, como si no hubiera ya suficiente tensión en la zona, la propuesta de la casa Blanca agitó aún más unas aguas poco tranquilas.
Hasta ahora la idea solo había sido defendida por los sectores más ultras del gobierno de Benjamin Netanyahu –los mismos que defienden la anexión de Cisjordania–, aunque Trump la había dejado entrever el mes pasado al hablar de la necesidad de «limpiar Gaza». A Trump no hay que tomárselo al pie de la letra, pero sí en serio, dicen quienes lo conocen bien. Por eso, el plan deja constancia de una manera de conducirse en las grandes negociaciones a través de posiciones maximalistas como primer paso en las mismas. No en vano, horas después de la comparecencia, miembros de la Administración Trump matizaron las palabras del mandatario y aseveraron que en todo caso, la reubicación de los palestinos de Gaza sería «temporal» y no definitiva. El secretario de Estado Marco Rubio habló de un período «interino».
En primer lugar, la salida de la población gazatí a los dos países vecinos, Egipto y Jordania, acarrearía un nuevo trauma al pueblo palestino, una nueva Nakba (catástrofe) equiparable a la que identifican con el nacimiento de Israel en 1948 aunque en un contexto muy distinto a aquel. Jordania ya acoge desde hace décadas a 2,2 millones de desplazados palestinos. Al Sisi, la bestia negra de los islamistas de la Hermandad Musulmana, ha dejado claro su nulo interés en recibir a población gazatí con el riesgo de la llegada de miembros de Hamás en su ya superpoblado territorio. La idea de esta suerte de «Dubái del Mediterráneo» llega, además, en una Gaza en ruinas, después de más de 47.000 muertos y con una población de 2,2 millones de personas viviendo desde hace muchos meses una crisis humanitaria. Y con una tregua a la que podrían quedarle tres semanas si el Gobierno israelí considera que Hamás, a la que a pesar de la dureza de la ofensiva de 15 meses las FDI no han derrotado, no está cumpliendo lo pactado.
Por de pronto, el plan Trump para Gaza ha logrado un raro consenso de la comunidad internacional, empezando por el mundo árabe, que ha salido en tromba a condenarla. Los dos países directamente afectados por el plan Trump, Egipto y Jordania, han sido nítidos en su rechazo, como lo ha sido Hamás. El plan obtuvo además el rechazo público de China, Rusia o Alemania, que aseguran que provocará «más sufrimiento y odio». Mientras tanto, Naciones Unidas volvió a insistir en la solución de los dos Estados. No menos relevante ha sido el rechazo rotundo de Arabia Saudí, la principal potencia económica regional y líder del mundo suní, que será en cualquier caso socio privilegiado de la Administración Trump los próximos cuatro años. Aunque con los Acuerdos de Abraham –que en septiembre de 2020 suscribieron Israel, Emiratos y Bahréin gracias al impulso del propio Trump– se rompió el tabú de que no habría paz con Israel hasta la resolución del problema palestino, Riad ha dejado claro en repetidas ocasiones en los últimos meses que, después de lo ocurrido en la zona desde octubre de 2023, no habrá acercamiento con Tel Aviv hasta que el Estado palestino no vea la luz.
Con todo, el mandatario estadounidense volvió a llevar la contraria a sus socios: su plan de asumir el control de Gaza facilitará la normalización de relaciones entre la Casa de Saúd y el Estado de Israel. Una de las pocas certidumbres del siempre proceloso escenario en Oriente Próximo es que Trump ha regresado a la Presidencia como se fue hace cuatro años: con ganas de tomar decisiones y llegar donde nadie antes en los asuntos más complejos (y el del conflicto palestino-israelí se lleva la palma). La otra certidumbre es que para lograr soluciones duraderas al mandatario estadounidense le harán falta mucho más que planes rutilantes y golpes de efecto. Por el contrario, se anticipan meses de necesaria e intensa diplomacia en la región.
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