Marta Torres
El Pentágono se resiste a compartir datos con Moscú
El histórico acuerdo entre Rusia y EE UU para forjar la paz en siria alcanzado la madrugada del viernes ya ha levantado ampollas en Washington. La finalidad de dicho pacto no es otra que, si se respeta el alto el fuego, ambos deberán luchar unidos contra el Estado Islámico. Esto implica que, por primera vez, ambas potencias compartan información de Inteligencia sobre sus estrategias en Oriente Medio, algo que no convence en el Pentágono. El secretario de Defensa, Ashton Carter, y el director del Centro Nacional de Inteligencia, James Clapper, ya han mostrado sus reservas públicamente, eso sí, con unas palabras muy medidas para no dañar la labor del jefe de la diplomacia, John Kerry. El secretario del Pentágono, Peter Cook, aseguró ayer que se va a «vigilar con mucho detalle y precaución cómo se pone en marcha este acuerdo».
Kerry y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, defienden que existe una razón práctica por la que se ha diseñado esta estrategia de fuerza conjunta militar. Los estadounidenses y los rusos deberán cooperar para delinear qué zonas del país pueden ser atacadas y cuáles no. Y es que los intereses reales de cada una de las potencias van, realmente, mucho más allá de la lucha contra el Estado Islámico. Moscú no permitirá de ningún modo la caída de su aliado Bachar al Asad, ya que Siria supone para Putin su única salida al Mediterráneo. Por su parte, Washington no desea que esta tregua sirva para reforzar al líder sirio en detrimento de los rebeldes. Más aún después de que ciertos grupos de rebeldes, algunos de ellos entrenados por la CIA y las Fuerzas Especiales fueran bombardeados supuestamente por Rusia el pasado septiembre cuando atacaba al grupo terrorista Estado Islámico.
Desde el inicio de la guerra siria, las diferencias entre ambos países han sido insalvables y se han vivido momentos de alta tensión. El último encontronazo se produjo esta semana cuando un caza ruso Sukhoi Su-27 se acercó a tres metros de un avión espía estadounidense P-8 que sobrevolaba el Mar Negro. El incidente se prolongó durante 19 minutos. El ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, explicó que se había enviado el Su-27 para interceptar el aparato estadounidense, debido a que el piloto había apagado los transmisores necesarios para llevar a cabo su identificación.
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