Baile de ministros
El presidente de Argentina confía en el “superministro” Sergio Massa para calmar a los mercados
Alberto Fernández vuelve a cambiar de ministro de Economía para evitar el abismo financiero
La interminable crisis política y económica de Argentina vivió ayer un nuevo episodio tras el anuncio del presidente Alberto Fernández del nombramiento de su tercer ministro de Economía en un mes. Fernández decidió cambios en otros ministerios, pero la designación de un nuevo titular de Economía en un momento crítico es la clave de bóveda del nuevo cambio de rumbo del presidente argentino.
En un momento en que el país sufre los embates de los mercados financieros ante las dudas sobre su viabilidad fiscal y cuando las familias viven golpeadas por la inflación mundial, el mandatario parece incapaz de dar con un gestor fiable de la economía y sortear las tensiones de su cada vez más difícil relación con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, promotora de algunas de las políticas de gasto público desbocado que han llevado a Argentina otra vez al borde del abismo financiero.
Con un 60% de inflación anual y un vertiginoso aumento del dólar en el mercado paralelo, los argentinos se estremecen ante una situación que empieza a recordar peligrosamente a la que precedió a traumas de la historia económica de su país como «el corralito» de 2001.
La gran apuesta esta vez se llama Sergio Massa, quien tomará las riendas de una economía fuera de control y asumirá como «superministro» de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, departamentos claves que ahora quedan bajo una sola cartera. El nombramiento de Massa, presidente de la Cámara de Diputados desde 2019, se interpreta como un intento de devolver la credibilidad a la política fiscal del Gobierno, pero también como un revés para la poderosa vicepresidenta.
Al justificar el apresurado cambio de rumbo, el presidente no dudó en señalar al agobio financiero provocado por semanas de políticas erráticas desde un Gobierno dividido. «Lo que hemos vivido como país y como sociedad en los últimos meses, y en particular en las últimas semanas, nos obliga a tener una mejor coordinación, reclamando del esfuerzo solidario de las fuerzas productivas», señaló el mandatario en Twitter.
«La realidad de muchas familias argentinas nos indica que no hay tiempo que perder», agregó el presidente. Sin embargo, su Gobierno ha desperdiciado unas semanas valiosas con el baile de ministros que se inició con la renuncia inesperada de Martín Guzmán.
Guzmán lideraba las discusiones del Gobierno argentino con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una negociación interminable con la que ambas partes llevan años tratando de arreglar la crisis de la deuda y establecer una vía de saneamiento sostenible para las cuentas públicas del país. Pero sus diferencias con Kirchner, que desaprobaba lo que veía como cesiones inaceptables al Fondo, llevó a Guzmán a renunciar y al nombramiento el 4 de julio de Silvina Batakis, una figura de consenso con el kirchnerismo que salvaba así sus políticas de subsidios y gasto masivo. Su llegada al ministerio coincidió con un desplome de la credibilidad de Argentina y el comienzo una devaluación abrupta del peso que ha obligado al presidente a rectificar urgentemente con la apuesta por Massa.
Batakis presentó su renuncia el jueves tras una reunión con el FMI en Washington que confirmó que el único camino viable para Argentina ahora es el de ordenar las cuentas. Su sucesor no lo tendrá fácil. Un informe interno del Banco Central citado por el diario «Clarín» alertó de que Argentina podría agotar sus reservas internacionales en solo unas semanas, por lo que captar dólares y comenzar a cubrir el gigantesco agujero fiscal serán su prioridad.
El otro gran reto será el de enfriar una economía en la que la inflación mundial espoleada por la guerra en Ucrania ha alcanzado niveles especialmente alarmantes y que hacen temer al Gobierno un estallido popular por el encarecimiento de los productos básicos. De momento, la subida de los tipos de interés decretada por el Banco Central esta semana ya contó con el beneplácito de Massa, que parece no tener alternativa que regresar a toda prisa a la ortodoxia y al entendimiento con los organismos internacionales. Que logre los objetivos dependerá en gran medida de cuán intensa sea la oposición de Kirchner.
La última crisis parece mostrar que las tensiones internas en el Ejecutivo no han terminado. De él sale también el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, muy cercano al presidente. En su carta de renuncio se despidió con un mensaje a los argentinos ante lo que se avecina: «Que Dios los guarde».
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