Estados Unidos
El “peor debate de la historia” no moviliza a los indecisos
Trump y Biden se olvidan de los estadounidenses en un bronco cara a cara centrado en los ataques personales
La noche del martes en Estados Unidos todas las televisiones, plataformas digitales y dispositivos móviles del país emitían simultáneamente el mismo contenido: el primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden. Aunque la trascendental cita electoral de la recta final de la campaña fue, más que un debate a la altura de las circunstancias, una escenografía más propia de patio de colegio.
“Ruidoso”, “caótico” y “vergonzoso”, entre los calificativos más escuchados la mañana de resaca electoral tras el primer cara a cara de Trump y Biden. Los medios de comunicación destacaban, en portada y tras el espectáculo, el titular a la noticia: “El peor debate de la historia de EE UU”.
Un debate en el que los candidatos a la presidencia, en lugar de dar respuesta a los graves problemas que enfrenta el país como la pandemia de coronavirus, la oleada de protestas raciales, el desempleo o el colapso de la económica, se centraron en desacreditar a su contrincante a base de continuas interrupciones y ataques personales.
Joe Biden empezó extremadamente sonriente, relajado y también contundente, para sorpresa de todos, en sus comentarios a Trump, defendiendo la postura demócrata ante la “mala” gestión del “peor presidente que ha tenido nunca EE UU”, a su juicio, y lanzando incluso alguna acusación directa contra el republicano. “Payaso… perdón, persona”, le dijo Biden a Trump entre réplicas e interrupciones, y le recordó que dejará tras las elecciones un país “más débil, enfermo, pobre, dividido y violento”.
Trump se defendió asegurando que “nunca ha habido un presidente que haya hecho tantas cosas en tan poco tiempo” como él y recordando algunos de los méritos de su mandato. A pesar del impeachment, resaltó sus “históricos resultados económicos” antes de la pandemia, la reconstrucción de la fuerza militar y el nombramiento de un número récord de jueces.
La estrategia del republicano se centró en interrumpir tanto al moderador como a su rival demócrata tantas veces como creyó necesarias. Más de 70 interrupciones, según un conteo de CBS News y hasta un total de 128 ocasiones, según Slate. La cifra del medio centenar de pausas que hizo Trump sobre Hillary Clinton en 2016, tal y como resalta la misma fuente, resulta casi simbólica en comparación.
Biden, por su parte, le interrumpió una docena de veces, aunque pasaron inadvertidas ante los murmullos constantes de Trump y sus comentarios sarcásticos. En voz baja o alzando al máximo el tono, el presidente habló sin cesar por encima de las palabras del resto, interrumpiendo con frecuencia para impedir que Biden o Wallace terminaran sus frases.
El cara a cara entre ambos candidatos a la presidencia fue subiendo de tono durante los 95 minutos de duración. La Universidad Case Western Reserve de Cleveland, situada en el decisivo estado de Ohio, presenció un inusual enfrentamiento no sólo por el fondo, sino también por la forma.
Y es que la puesta en escena de la noche electoral televisada tuvo que adaptarse con rigurosidad a los tiempos de pandemia, limitando su espacio público a unos pocos privilegiados (un aforo de 70 personas), haciendo pruebas de COVID-19 antes de entrar al recinto e implementando todas las medidas de seguridad sanitaria adecuadas.
Los participantes tampoco pudieron saludarse con un cordial apretón de manos. La “nueva normalidad” a causa del brote de coronavirus se trasladó a un segundo plano por las frecuentes y cada vez más incómodas interrupciones, que abarcaron todo el protagonismo de la noche.
El veterano Chris Wallace intentó torear, sin éxito y casi a gritos, las continuas interpelaciones, recordando una y otra vez las condiciones previas aceptadas por ambos equipos de campaña, como respetar los tiempos y evitar interrumpir al adversario. Wallace le pidió al menos 25 veces a Trump que dejara de interrumpir y cumpliera con su palabra.
“¿Por qué no te callas, hombre?”, acabó soltándole Biden a Trump. Y éste, a su vez, le propinó un golpe bajo al recordarle la adicción de su hijo a las drogas. “Lo echaron de las Fuerzas Armadas por uso de cocaína y no tuvo ningún empleo hasta que te convertiste en vicepresidente. Ganó una fortuna en Ucrania, China y Moscú”, denunció el magnate.
“Mi hijo, como tantos otros veteranos de guerra, tenía problemas de drogas”, justificó Biden. “Pero ya lo ha resuelto y estoy muy orgulloso de él”, añadió el candidato demócrata.
Las encuestas del día después daban una clara ventaja al candidato afín a la ideología del medio pertinente. CNN y CBS aseguraron que “el candidato demócrata ganó el tenso primer cara a cara presidencial” y que, según sus primeros sondeos, “6 de cada 10 observadores consideran que Biden estuvo mejor que Trump”. CBS destacó que un 48% de los encuestados daba por ganador a Biden frente al 41% de Trump.
Sin embargo, la cadena FOX, cercana al presidente, dio por ganador al republicano con una amplia diferencia: 60% sobre el 30% de Biden. CSPAN, por otro lado, destacó la ventaja de un 53% de Trump sobre el 29% de Biden y Telemundo un 66% a favor del republicano frente a un 34% del demócrata.
Esa polarización política de los medios se traslada también a la sociedad. Poco margen de maniobra queda para aquellos ciudadanos de a pie que todavía hoy dudan de a quién votar el próximo 3 de noviembre. Tras el debate presidencial y distraídos por el cruce de acusaciones, los conocidos como “indecisos” no pueden decantarse por ninguno de los candidatos.
“No hay ganadores esta noche” aseguraron, durante un coloquio en Ohio al finalizar el cara a cara, un grupo de jóvenes que no pudieron identificarse con ninguno de los dos candidatos a la presidencia de EEUU.
Lo cierto es que la base electoral de ambos candidatos parece mantenerse intacta, pero especialmente la de Trump. El presidente dirigió claros mensajes desde la tribuna del debate: “Ley y orden”, como respuesta a las extendidas protestas por todo el país contra el racismo y el abuso policial y silencio absoluto ante la petición de condena de grupos radicales de violencia, como los supremacistas blancos, que han resurgido con fuerza desde el inicio de su mandato.
La estrategia del demócrata se centró en mostrar las debilidades de la actual presidencia, su mala gestión con la crisis de la pandemia y los disturbios raciales. Biden trató de ser más conciliador, asegurando que será “un presidente para todos, demócratas y republicanos”, pero sus palabras, en ocasiones trabadas, quedaron ensombrecidas por el tono de Trump y acabó entrando en el juego de los ataques personales.
Trump no aceptará los resultados
Al finalizar, Trump sembró de nuevo las dudas sobre el voto por correo, que batirá récords de participación por el brote de COVID-19. El presidente lanzó conspiraciones sobre este proceso de votación a sabiendas que él mismo lo utiliza para votar y sin que esas teorías hayan sido denunciadas por los entes oficiales correspondientes. “Esto va a ser un fraude como nunca se ha visto, algo horrible para nuestro país. No va a acabar bien”, amenazó el presidente, quien tampoco quiso comprometerse a aceptar el resultado de las elecciones si los votos le dan por perdedor.
Mientras las “memes” especulaban en redes sociales con la idea de que Putin desde Rusia y Xi Jinping desde China se estarían frotando las manos ante semejante espectáculo, muchos hablan ya de deterioro político.
Y es que ni los hechos ni las palabras demuestran lo contrario. Tras el primer debate presidencial, analizan los expertos, el gran perdedor de la emblemática cita electoral televisada no fue ni Trump ni Biden, sino la democracia de Estados Unidos.
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