Reino Unido
Jeremy Corbyn o la segunda carta de suicidio más larga de la historia
El líder laborista ha espantado a los electores de izquierdas con su ambigüedad sobre el Brexit y su complicidad con los antisemitismo
De poco le sirvió a Jeremy Corbyn arrasar en su distrito electoral de Islington, al norte de Londres. La noche del 12 de diciembre de 2019 pasará a la historia como una de las más aciagas para el centenario Partido Laborista, que con 203 diputados (59 menos que en 2017) cosechó el peor resultado desde 1935, las primeras elecciones a las que se presentó Clement Attlle.
Con su programa más radical en décadas, Corbyn parecía querer seguir los pasos de otro malogrado líder laborista, Michael Foot, que ahuyentó a los sectores más reformistas y centristas del partido con un izquierdista manifiesto electoral de 1983 plagado de intervencionismo y renacionalizaciones. El texto fue definido sarcásticamente por la Prensa como la carta de suicidio más larga de la historia. Hasta que Corbyn presentó el suyo, claro
El milagro de hace dos años, cuando remontó unos sondeos adversos y quedó a 2,4 puntos de la conservadora Theresa May no volvió a repetirse. Su ambigüedad sobre el Brexit y su lenta reacción para combatir los comportamientos antisemitas en su partido ahuyentaron a los votantes tradicionales laboristas del norte y centro de Inglaterra, la conocida “muralla roja”, que prefirieron apoyar a los “tories” para acabar con el interminable divorcio con la Unión Europea.
“Obviamente es una noche muy decepcionante para el Partido Laborista. No lideraré al partido en ninguna futura campaña electoral”, anunciaba Corbyn tras conocer los resultados. Sin embargo, el todavía líder laborista aseguró que encabezará un “proceso de reflexión” que conduzca a la elección de su sucesor en un partido donde la nueva dirección ha barrido los vestigios del Nuevo Laborismo de Tony Blair, que conquistó tres mayorías absolutas.
Poco convencional, rebelde, populista, a Corbyn se le define a menudo como un político del pueblo. Su elección en 2015 como líder laborista fue algo inesperado, incluso para él. Su discurso contra la austeridad atrajo a los militantes más jóvenes y los que habían desertado del partido decepcionados por la Tercera Vía de los ex primeros ministros Blair y Gordon Brown. Desde entonces, el ala moderada del partido ha intentado librarse de él, forzando incluso unas nuevas primarias en las que salió reforzado.
A sus 70 años, Corbyn es un viejo lobo de la política británica. Después de una etapa como sindicalista, entró en el Parlamento hace más de treinta años. Defensor de los derechos de los trabajadores y de los servicios públicos, también es conocido por un antibelicismo que le ha acarreado bastantes problemas. En especial, cuando se opuso abiertamente a la decisión de Blair de invadir Irak en 2003.
Pese a llevar más de treinta años en política, el dirigente izquierdista nunca había ocupado un puesto relevante en la dirección del partido o desempeñado un cargo ministerial en los Gabinetes laboristas. Corbyn siempre ha preferido la calle a los despachos, la lucha por las causas sociales que las peleas políticas en las instituciones. Hasta 500 veces ha roto la disciplina de voto en los Comunes. Elegido elección tras elección diputado por el barrio londinense de Islington desde 1983, Scotland Yard le mantuvo bajo vigilancia durante veinte años al considerarlo un personaje “subversivo” que amenazaba el orden establecido.
Y no era para menos, pues este hombre con ese aspecto de profesor universitario que le dan su barba recortada y su voz pausada ha militado en todas las protestas políticas y sociales desde los tiempos de Margaret Thatcher. En 1984, llegó a ser detenido por participar en una manifestación ilegal contra el Apartheid en Suráfrica. Nacido en Chippenham (sur de Inglaterra) en 1949, sus padres se conocieron en una manifestación a favor de los republicanos españoles durante la Guerra Civil. Sin estudios universitarios, Corbyn se marchó a los 19 a Jamaica para trabajar como profesor en una asociación caritativa.
El protagonismo público le llegó en 2003 al oponerse a la guerra de Irak que defendía su entonces líder y primer ministro, Tony Blair, contra cuyo giro al centro siempre ha combatido. Pese a este desdén por el Nuevo Laborismo, Corbyn, aupado por los poderosos sindicatos, decidió en el último momento optar por el liderazgo del partido en las elecciones internas de 2015 tras la debacle electoral cosechada por Ed Miliband. Para sorpresa de sus compañeros que habían llegado a ayudarle a sumar los avales necesarios, el viejo líder izquierdista se impuso por el 59,5% de los votos y volvió a hacerlo un año después con el 61,8% tras ser puesto contra las cuerdas por su grupo parlamentario, dominado por los “blairistas”.
Son conocidas sus críticas contra Israel y su apoyo a la causa palestina. De hecho, le han acusado de permitir que el antisemitismo se vuelva endémico dentro del Partido Laborista, algo que él niega. Críticas que se han exacerbado por no condenar siempre los actos de terrorismo.
El Brexit se ha convertido en la tumba política de Corbyn. En el referéndum, hizo campaña a favor de la permanencia en la Unión Europea, pero de una forma desapasionada. Su planteamiento: el club comunitario no es perfecto, pero es mejor seguir dentro no casaba con un partido que siempre hizo bandera de su europeísmo. El líder izquierdista no oculta que en el primer referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la entonces Comunidad Europea votó en contra por considerar que la organización defendía los intereses capitalistas.
De cara a estas elecciones prometía negociar un nuevo acuerdo con Bruselas en tres meses y someterlo a un segundo referéndum en seis. Una apuesta intermedia que le ha hecho perder votos en los distritos laboristas que votaron a favor del Brexit en el referéndum de 2016. Al mismo tiempo, a los “remainers” les descolocaba el hecho de que el candidato a primer ministro prometiera ser neutral en ese eventual plebiscito.
La candidata laborista Caroline resume muy bien el estado en el que se encuentra el Partido Laborista tras la sonada derrota: “Los simpatizantes de Corbyn le echarán la culpa al Brexit y los contrarios al Brexit se la echarán a Corbyn. Ambos tienen parte de culpa”.
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