En su sentido literal

Las cosas insignificantes del título aspiran a tener una significación, que es la que intenta explicar este cuento de tono tenue y ritmo tedioso filmado con una atención por el detalle que pretende ser poética pero se queda a las puertas. Un trozo de papel con un nombre y un teléfono, un caballito de mar en clave papirofléxica, un trabajo manual en forma de flecha y la caja que guarda todo eso y mucho más representan a cuatro personajes con sus propias historias cruzadas. La identificación entre objeto y sujeto es sólo una excusa para conectar los destinos de un grupo de soledades en la gran ciudad, que se debaten entre lo que les ha impuesto la vida y el dilema moral que les provoca su incierto futuro. Amparada por Guillermo del Toro en calidad de productor, a la dirección de la debutante Andrea Martínez le cuesta encontrar el equilibrio entre contención e intensidad dramática. No ayuda la estructura episódica del filme, que interrumpe continuamente la identificación del espectador con la tragedia de sus protagonistas, impidiendo que las cosas insignificantes signifiquen algo más allá de lo literal.