País Vasco
Rubalcaba «tira» de sus ministros afines para relanzarse
A diez meses escasos de las elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba prepara contrarreloj su primera cita con las urnas como candidato a la Presidencia del Gobierno. Pese al escaso margen de tiempo del que dispone para cosechar un éxito, confía en su capacidad y, por supuesto, en su guardia pretoriana, a la que ha ido sumando efectivos en esta legislatura, para lograr invertir la tendencia del 22-M y, por ende, una «victoria democrática» frente a Mariano Rajoy.
Para esta misión, además del aparato del partido, cuenta con sus incondicionales en el Ejecutivo, que copan el «núcleo duro» del Gabinete de Zapatero. Elena Salgado, Manuel Chaves, José Blanco, Ramón Jáuregui y Trinidad Jiménez no dudarán ni un solo segundo en arroparle en su carrera hacia La Moncloa. A su servicio pondrán sus dilatas experiencias al frente de diferentes cargos gubernamentales.
A lo largo de los últimos años, algunos de ellos le han demostrado una lealtad inquebrantable. Mientras otros como Jiménez lo han hecho durante los últimos meses. Como botón de muestra, Salgado, mujer de su absoluta confianza desde hace décadas, se encargó en el primer mandato de Zapatero de edificar una sólida relación de amistad entre Blanco y Rubalcaba. Al menos una vez al mes, los tres compartieron durante años mesa y mantel a la hora de la cena. Esta costumbre se interrumpió durante una temporada en el ecuador de esta legislatura.
Sin duda, su guardia pretoriana del Gobierno le debe, en mayor o menor medida, sus cargos actuales. De hecho, fue Rubalcaba, sostén del presidente, quien aprovechó la remodelación gubernamental que acometió José Luis Rodríguez Zapatero en abril de 2009 para colocarlos en puestos clave. A Salgado la premió con la Vicepresidencia segunda, pese a que el candidato del presidente para el cargo era David Vegara, por entonces secretario de Estado de Economía. A Chaves le ayudó a abandonar Andalucía y le aupó hasta la Vicepresidencia tercera.
El jefe del Ejecutivo completó la remodelación de su Gabinete con la incorporación de José Blanco, hombre del círculo más próximo del por entonces ministro del Interior, y con Trinidad Jiménez, eternamente agradecida al vicepresidente primero por su respaldo público y sin fisuras durante las primarias socialistas en Madrid, que la enfrentaron a Tomás Gómez. Un año y medio después, Rubalcaba integró al equipo gubernamental a su amigo Ramón Jáuregui, experto en terrorismo y en el País Vasco. Ahora su «núcleo duro» del Gobierno rema como una piña en la misma dirección.
Además, en su nueva misión, cuenta con la inestimable ayuda del jefe de gabinete del presidente, José Enrique Serrano, que aportará su granito de arena a la consecución de su triunfo en las generales. Para ello, pondrá a su disposición sus años de experiencia en los puestos de mando de los distintos gobiernos de Felipe González y de Zapatero. Su círculo más próximo en el Ejecutivo lo completa su jefe de gabinete, Gregorio Martínez, el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, y el subsecretario de Interior, el ugetista Justo Zambrana. Precisamente confía en ellos para sacar adelante el Ministerio del Interior en un momento trascendental en la lucha contra el terrorismo de ETA.
Según sus propias palabras, «estamos en el principio del fin» de la banda etarra. En este escenario, el viento sopla a su favor, sin que nadie ose a toserle. Pese a ello, el Consejo de Ministros no es un remanso de paz. El titular de Justicia no mantiene especial relación con el nuevo líder. Amén de la ministra de Defensa. No obstante, todos prometen unidad contra el PP por el bien del partido.
Rajoy se fue cuando Aznar le hizo sucesor
En agosto de 2003, cuando el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, designaba como sucesor a Mariano Rajoy, éste dejaba su cargo en el Gobierno. En la finca toledana de Quintos de Mora, Aznar y el propio Rajoy decidieron entonces que el vicepresidente dejaría el Ejecutivo para dedicarse en exclusiva al partido. El portavoz de Esquerra Republicana (ERC) en el Congreso, Joan Ridao, recordaba ayer este episodio para atacar la actitud del vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. En opinión de Ridao, la forma de actuar del ahora líder de los populares debería ser un ejemplo a seguir por Rubalcaba, que tendría que abandonar sus cargos en el Gobierno una vez que el PSOE le proclame oficialmente candidato a la Presidencia en 2012.
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