Historia

París

Divas acomplejadas

Inseguras, vulnerables, acomplejadas. Así eran siete de las mujeres más imitadas del siglo XX. Cada una sufrió su propia tragedia, pero todas tenían algo en común: una infancia solitaria sin cariño. Maria Callas, Coco Chanel, Wallis Simpson, Eva Perón, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy «eran únicas

La señora del bel canto, en una de sus interpretaciones de Medea
La señora del bel canto, en una de sus interpretaciones de Medealarazon

Mujeres con estilo propio, que llegaron a lo más alto en sus carreras, pero que fueron muy desgraciadas en su vida personal», asegura Cristina Morató, autora de «Divas rebeldes» (Plaza & Janés).

El verdadero «glamour» sólo se puede entender en blanco y negro, ése era uno de los encantos de los años 40 y 50 cuando Coco Chanel abría su primera tienda de alta costura en París o Audrey Hepburn alcanzaba el éxito gracias a «Vacaciones en Roma». Sin embargo, todas ellas escondían un secreto: su inseguridad. A Barbara Hutton la acomplejaba su fortuna, Hepburn tenía pánico escénico y la Callas simpre se vio como la niña gorda que tocaba la pianola. Entre las siete mujeres que explora Morató, Jackie Kennedy es una de las que más sorprende. «Odiaba las falsas apariencias ‘‘made in USA'', pero supo disimular el infierno que vivió junto al presidente norteamericano, que sufría la enfermedad de Adisson. Se casó con Onassis para alejarse de los Kennedy», explica la escritora. Todas tienen rasgos comunes, pero hay dos, en especial, que comparten algo más. Su amor por un hombre. Aristóteles Onassis. Él no era guapo ni alto, ni siquiera tenía una mirada cautivadora –era un «gafapasta»–, pero era millonario. La Callas y Jackie tan sólo coincidieron en una ocasión, años antes de que el armador griego y la norteamericana se casaran. Fue durante una de las actuaciones de la diva del bel canto en París: «Jackie, al terminar la actuación, se acercó a su camerino para elogiar su trabajo», explica Morató. Sus caminos se cruzaron nuevamente en el famoso cumpleaños de John F. Kennedy, para el que actuó Callas, pero después de la memorable actuación de Marylin Monroe, ni Jackie se acordó de la griega.

El cuento de la Cenicienta también podría explicar la vida de estas féminas, en especial, la de Eva Perón, que además de ser hija ilegítima, sufrió abusos durante su niñez. «Soñaba con ser actriz, pero se tuvo que conformar con radiar seriales», añade la autora. La locura de Evita, «un personaje al que Cristina Kirchner no se puede comparar», se la produjo la pasión, su amor visceral hacia Juan Domingo Perón: «Creo en Dios y lo adoro, y creo en Perón y lo adoro. Dios me dio la vida un día, Perón me la da todos los días», diría en una ocasión. Su fanatismo hacia el mandatario argentino se convertiría en su mayor defecto. El amor, una verdadera diva era tal sin un desengaño amoroso o un amor frustrado como el que vivió Callas con Onassis, «la única que verdaderamente le quiso». Su intento por satisfacerle superó cualquier barrera.

Como expuso años después de su muerte, su sirvienta, Bruna Lupali, Callas llegó a su octavo mes de embarazo, pero como «quería que su amante la viera espléndida, decidió adelantar el parto y el bebé; tras nacer,vivió apenas unas horas», escribe Morató. La miopía fue otro de sus grandes traumas, y la obligó a memorizar cada uno de los pasos que daba sobre el escenario. Norma, Lucía o Medea, a la que más se asemejó su vida, fueron grandes gracias a la prodigiosa memoria de la Callas. Ella no era la única que sufría actuando.

Audrey, ¿fea?

«Hepburn tenía miedo escénico», explica en «Divas rebeldes». Acomplejada, fea, mala actriz, Hepburn nunca se creyó nada especial, a pesar del aura angelical que transmitía en la gran pantalla. «Madame Chanel» era todo lo contrario. Visionaria, orgullosa y con un gran afán de superación, Coco no dejaba que la ningunearan. Conoció a Picasso y De Gaulle, hombres muy influyentes y que marcaron la trayectoria de la inventora del estilo «garçon». Con tan sólo 15 años, lo tenía muy claro: «Ser una mujer mantenida no tiene porvenir alguno».

Greta Garbo, Veronica Lake, Grace Kelly, son muchas las grandes damas que se han quedado en el cajón de Morató. Eso sí, ninguna más allá de los 80. «Hoy no existen mujeres con el misterio y la controversia de estas mujeres», concluyó Morató.


La cara más amarga de las diosas
FLACUCHA. Audrey Hepburn vivió la hambruna de la guerra en su Holanda natal, de ahí su extrema delgadez. En el espejo se veía fea y desgarbada; sin embargo, hoy su «look» en «Desayuno con diamantes» es uno de los más imitados.
MILLONARIA. Barbara Hutton lucía así de triste el día de su puesta de largo. Nunca quiso ser dueña de su inmensa fortuna. Sabía que, salvo Cary Grant, todos sus esposos se casaron con ella por el millón de dólares que obtenían tras su divorcio.
CONVENIDA. Jackie Kennedy vivió gran parte de su vida bajo el mandato de los Kennedy y en especial, de sus cuñadas.No quería a Onassis, pero su matrimonio la alejaba de este círculo y le daba la libertad con la que tanto había soñado.