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Paletos

La Razón
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Cuando el tenista francés Richard Gasquet dio positivo con cocaína, mientras sus compatriotas miraban para otro lado, Rafael Nadal le defendió públicamente y se demostró que el problema de Gasquet fue el besuqueo con una señorita aficionada a la farlopa. En 2008, Rafa llegó a cuartos de final del Masters de París. Jugó cojo contra Davydenko. En Berçy le acribillaron a silbidos. Perdió el primer set 6-1 y, roto, tuvo que retirarse. El ídolo local, Roger Federer, adujo problemas de espalda y no acudió. Nadal estaba tan enfermo que no pudo jugar la final de la Davis en Argentina. En 2005, Nadal empezó el idilio con Roland Garros. Tuvo el descaro de eliminar a Federer en semifinales y escuchó los primeros pitos. Cuando venció a Puerta, división de opiniones. En la final de 2006, el respetable simpatizaba con Federer, como en 2007 y en 2008.

Es un cariño verdadero y es su derecho. En 2010, se repartió el «afecto» del graderío con Soderling. Sumó entonces su quinta Copa de los Mosqueteros, y este domingo, la sexta. La Philippe Chatrier, en general, sufrió una nueva decepción que exteriorizó con la ausencia de elegancia y la falta de cortesía habituales. Federer reconoció la superioridad del rival, se rindió a la evidencia. Rafa no escuchó más gritos de ánimo que los de su familia y los de la minoría española. Al término, Nadal volvió a ser generoso y felicitó al público. Su amigo Carlos Moyá, ganador del torneo en 1998, escribió en su Twitter: «Admiro muchas cosas de Nadal, pero casi la que más es que todavía le queden ganas de agradecer al público». A Indurain y a Delgado les sucedió algo parecido. Los paletos no son de pueblo, «mes amis».