Opinión
La crónica de Amilibia: la telenovela del fiscal y el novio
¿Qué clase de leyes tenemos cuya interpretación depende de afiliaciones políticas, sectarismo, amiguismo o intereses de los honorables miembros al mando del cotarro?
El fiscal general del Estado, García Ortiz, no dimite pese a que el Tribunal Supremo lo ha imputado por la filtración de datos reservados del novio de Ayuso. Vaya telenovela de secretos y odios. La Santísima Trinidad de la Moncloa (Bolaños) ya ha sentenciado: «Va a quedar en nada». Y añade: «Todo lo que se ha hecho es contar la verdad. ¿De verdad en este país es delito contar la verdad?» Si en este país fuera delito contar la verdad, el Apolo de la Moncloa sería absuelto cada día: es tan ajeno a la verdad como Tamara Falcó a la gestación subrogada. Luego vemos que fiscales y jueces se dividen en sus opiniones: unos que la imputación es justa y otros, que no, que para nada, que válgame Dios.
Y digo yo con la candidez, falta de rigor y ausencia de conocimientos legales que me caracteriza, ¿qué clase de leyes tenemos cuya interpretación depende de afiliaciones políticas, sectarismo, amiguismo o intereses de los honorables miembros al mando del cotarro? ¿De los jueces o fiscales progresistas o conservadores? ¿Todo depende del cristal doctrinario con que se miren? ¿Son nuestras leyes tan confusas u oscuras que desde la derecha sus designios se ven racionales y desde la izquierda lo contrario?
Habrá una explicación cabal y obvia que hoy se me escapa, pero, puestos a desbarrar, me quedo con la justicia artificial, o sea, la del ChatGPT. ¿O ya está polarizada la IA, condenada ella también a nuestra eterna dicotomía? Confiesa Ayuso ante lo de su novio y el fiscal: «El Gobierno recurre a prácticas mafiosas para atacar a sus rivales·.
Dijo el Padrino: «La política y el crimen son lo mismo». Y si no lo son, habrá que reconocer que viven un apasionado idilio. ¿Título de la telenovela? «Secretos de familia».
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