Literatura

Marruecos

Lolita no se separa

Lolita no se separa
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Respiro aliviado: la gran Lina Morgan sólo tiene una afonía preotoñal que la mantiene ronca y Lolita me cuenta que «nada pasa entre Pablo y yo. Seguimos bien, como siempre, sin ganas de dejarlo». Me dejan tranquilo. Como si fueran otros tiempos, el artisteo acapara la actualidad de un Madrid que se desespereza después del verano, aunque hasta el día 12 por la noche no será la auténtica «rentré» del otoño con la cita anual de«Vogue». Al evento asistirá Raquel Sánchez-Silva, que cobrará 3.000 euros por concurrir «pero sin hacer el photocall». Sus asuntos personales no aconsejan posar frente a los periodistas, ya que está viviendo lo que parece una novela de ciencia-ficción. O una comedia futurista, como es «El hotelito», obra teatral de Antonio Gala, quien supo anticiparse veinte años al contexto actual de las autonomías. Ha sido felizmente repuesta, que ya era hora de revisar a nuestros autores modernos. Como Miguel Mihura, aquel que rechazó dos veces casarse con una Sara Montiel perdidamente enamorada de él. Ante la carestía de nuevos talentos, redescubren los clásicos. Sus protas nos devuelven al ayer, como Bárbara Rey haciendo de gallega al estilo de Isabel Garcés en la de Gala. Es un magnífico reparto de lujo con María Casal, María Garralón y Elena Martín, recién casada con un especialista en custodiar nuestras embajadas en el extranjero.

Vuelven los clásicos

La última es la que tenemos en Rabat, en donde Kalina y Kitin viven felizmente instalados y sin ganas de cambios. Él retoma el folclórico «Tam-tam» que reúne cerca de Agardir a 70 tribus bereberes de Marruecos, Argelia y Túnez. Es un espectáculo único, considerado Patrimonio de la Humanidad: junta desde camellos con jorobas hasta el alboroto «typical» del Magreb con danzas y banquetes inacabables. Semeja las «Mil y una noches» y suele presidirlo en medio de jipíos bereberes el hermano del rey Mohammed. Trini Jiménez no se lo perdía ningún año y allí coincidió con el ex presidente Frey y el embajador norteamericano.

Todo un espectáculo, como es lo de recuperar «El hotelito» en plan sátira autonomista, muy oportuno ahora que se acerca el 11-S. Gala, que ya politizó con «Petra Regalada» en plan visionario –y no se equivocó en nada–, toma a cachondeo lo que Vizcaíno Casas tildó de «Autonosuyas», y ahora más con tanto saqueo. Las obras parecen adjudicadas en su totalidad al president Mas con su cita separatista, acaso un prólogo festivo septembrino como otros espectáculos por venir. Ahí están ese «Hoy no me puedo levantar» o el «show» televisivo de Tamara Falcó, que resulta una lección magistral de naturalidad, aunque la niña siga tensa ante ciertas alcachofas televisivas. Ya se ha comentado lo divertida, ocurrente y distentida que estuvo en su rueda de prensa bautismal, a la que llegó con una hora de retraso, demora que provocó mofas y hasta recriminaciones a la guapa y nada tontorrona «hija de», que alegó someterse a un estricto «timing». Así le pasó las culpas a una Susana Uribarri doliente y delgadísima. Le sudaban los sobacos a través de un ajustado traje de Burberrys –bueno, más bien túnica– pitillo en una especie de plastipiel que debía de ser carísimo. Impresionó a los presentes y debió de ser una suerte de prueba inocultable de que los ricos también sudan. Tamara supera en mucho lo que Ana Obregón o Paris Hilton han hecho hasta la fecha, ya no digamos las bobadas de Alaska y Mario, que apenas tienen la plasticidad del «reality» de la Falcó, donde revela irónicamente que hace cinco años que vive sin compañía. Comunicadora y hasta impactante, ha nacido una estrella.