Familia
El abrazo vacío de Isabel Pantoja y Kiko Rivera: no habrá reconciliación
Tras el sueño volverá la pesadilla. Donde hubo abrazos, habrá redoblado ánimo de venganza
La existencia del clan Pantoja deambula en los márgenes de la tragicomedia. Cada uno de sus miembros merece capítulo a parte y se relevan en el protagonismo acaparando la actualidad con polémicas. Ni siquiera las buenas nuevas están exentas de polémica. La boda de Anabel Pantoja que comenzó siendo un figurante en el elenco Pantojil, ha encumbrado a la sobrinísima como primera actriz de la miniserie dedicada a su enlace matrimonial que ha traído más cola que la de su propio vestido. Intrigas por los invitados y las ausencias, problemas con los ecologistas, Hasta el SEPRONA, sección de la Guardia civil que vela por la protección del medio ambiente tuvo que actuar el mismo día de la boda. Cuando habían sido instaladas las carpas para engalanar la ceremonia y enmarcar a novios e invitados hubo que desmantelarlas e improvisar un nuevo escenario. Al parecer no habían solicitado los permisos necesarios, algo incomprensible en un enlace que estaba mirado con lupa por grupos ecologistas que mostraron su disconformidad con la celebración de la boda. Un contratiempo más en la accidentada boda que parecía maldita.
Las bodas implican unión, conciliación y la muerte indica separación, despedida de un ser querido. Para los Pantoja la vida se desarrolla al revés. La muerte de la matriarca del clan, doña Ana, ha significado lo que parecía imposible, la unión, más bien reunión de Kiko Rivera y su madre. Y la boda de Anabel evidencia la distancia entre el clan. La espantada de su primo Kiko Rivera, la ya anunciada ausencia de la Isabel Pantoja por incompatibilidad con sus propios hijos y el polémico veto al padre de la novia significan la antítesis de la concordia. Hasta el día antes del enlace se barajaba la posibilidad de un aplazamiento. El propio Kiko Rivera había rogado a su prima que pospusiese la celebración. La revista ‘¡Hola!’, que había apostado por pagar la exclusiva, también sugirió un aplazamiento. En estas circunstancias no podría amortizar los 60.000 euros invertidos para la exclusiva de una boda ensombrecida por la muerte de la abuela de la novia y las intrigas que tiñen de gris la portada con el único morbo del encuentro con su tía Isabel en Cantora. El resto está visto y contado. Las firmas de las marcas que pagaban a la influencer, y el empecinamiento de la propia novia, deseosa de pasar esta página de su vida, tuvieron más peso.
La boda había pasado a un oscuro segundo plano. Los asistentes y, sobre todo, los propios protagonistas tenían la mente en otro lado. Pensando en todo lo ocurrido, las ausencias y las severas críticas recibidas. La polémica por lo que precedió el enlace atormenta la mente más lúcida y el corazón menos susceptible. La matriarca del clan había sido aislada en vida, secuestrada en muerte e incinerada con nocturnidad y alevosía. Ni ella pudo recibir el cariño de lo suyos y ser acompañada en ese último tramo ni hijos y nietos tuvieron la oportunidad de despedirse de ella. La muerte es la consecuencia natural de la vida pero aceptarla y asimilarla tiene mucho que ver con cómo discurre ese último trecho. El alegato ofrecido por la tonadillera, dejar que la mala noticia eclipsase la boda, pretendiendo cínicamente mostrar un gesto de generosidad, sirvió a la novia y a los hijos, obnubilados por la extraña situación pero no tiene explicación ni justificación posible. Su hijo, tras reflexionar, decidió no ir y el balsámico encuentro dará paso a retomar el litigio que tiene con su madre. La excusa se cae al saber que Bernardo Pantoja, al que impidieron visitar a su madre, impidiendo la entrada a Cantora, se enteró por una vecina del fallecimiento de su madre y siquiera pudo entrar en la sala del tanatorio donde descansaba el cuerpo antes de ser incinerado. Por si fuera poco su dolor, no recibió el abrazo de su hija que prefirió dar su cariño a su tía, como si fuera la única huérfana a quien consolar. Bernardo ofrece públicamente su apoyo a su hija pero no entiende que no se insistiese en su presencia en la boda y menos aún que su hija que había hecho un viaje por tierra, mar y aire para consolar a su tía no recorriese unos kilómetros para darle una migaja de ese cariño que desborda en su tía.
Tras el sueño volverá la pesadilla. Donde hubo abrazos, habrá redoblado ánimo de venganza. Kiko reclamará lo que considera que le ha sido robado con más virulencia, ahora que la abuela no está y ha quedado claro que Isabel Pantoja irá de la mano con su hermano Agustín, enemigo íntimo de Kiko Rivera. El abrazo de la madrugada del jueves ha servido para medir fuerzas y ajustarse los guantes para retomar el combate que ha separado definitivamente el clan Pantoja en dos. No es la única batalla que llenará horas de televisión. Isabel Pantoja tiene la intención de enterrar las cenizas de su madre junto a Paquirri, en el panteón en el que reposan los restos del diestro. Isabel no respetaría la voluntad de su madre que quería reposar junto a los restos de su marido, aunque al ser de la rama Chiquetete los restos de doña Ana no serían bien recibidos, en cualquier caso desde que Isabel apoyase a Raquel Bollo. La intención de llevar los restos de doña Ana al panteón de Paquirri contará con una dura oposición. Los hermanos e hijos de Paquirri de su primer matrimonio harán lo posible e imposible para impedirlo. Queda saber de qué bando se pone Kiko Rivera. Su cariño a su abuela es antagónico e incompatible con su acercamiento al apellido Rivera. El asunto no es baladí y tiene tantas como mediáticas aristas. Otro capítulo del vodevil en el que se ha convertido todo lo relacionado con los Pantoja.
La crónica de una boda es eclipsada por las múltiples polémicas y deja deja la celebración del evento en un esbozo de lo que querría haber sido. Una boda además de unión denota compartir con los las personas queridas. Las ausencias superaban las asistencias…
Anabel era el miembro tapado del clan. El patito feo se ha convertido en cisne y ensombrece al resto de los miembros del elenco por su naturalidad y espontaneidad. En la triste boda de La Graciosa, lució bella y elegante, cumplió el sueño de casarse con ‘su negro’ del alma. Hubo momentos románticos, llenos de ternura y apoyos apasionados de los que allí quedaron. Poco más que añadir. Solo gana la isla Graciosa que de ser la gran desconocida del archipiélago Canario ha pasado a ser la deseada de turistas ávidos de recorrer el paraíso.
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