
Opinión
Purga o blindaje
Un buen castigo al que falla al jefe es más eficaz que mil órdenes

Cuando un partido en el Gobierno es señalado por la corrupción lleva a cabo dos tipos de acciones con los involucrados: purga o blindaje. Por supuesto, la decisión siempre está en manos del número 1. La suerte de los implicados depende de la utilidad que tengan para que la investigación judicial no avance y no alcance la cúspide. Si se opta por la purga es que el señalado es la cabeza de turco adecuada porque su implicación no se puede ocultar. Es el caso de Ábalos, que ha resultado ser un miembro amputado porque estaba echado a perder y podía gangrenarse el resto.
También es purgado aquel que no ha sido lo suficientemente celoso para ocultar la trama, como Lobato. Se le ejecuta, su nombre es borrado como si nunca hubiera existido, y se hace lo posible para que no esté en las instituciones, como el Senado. Este tipo de purga sirve de ejemplo a los que trabajan por ser leales al número 1 y cierran el pico, tragan, mienten, ocultan y se inmolan si hace falta. Un buen castigo al que falla al jefe es más eficaz que mil órdenes.
Cuando alguno de los todavía fieles son acusados por un juez, la UCO o la prensa libre, los miembros de la banda dicen que es mentira, niegan con fiereza y sincronía obligadas, y se aferran al argumentario para que el número 1 vea que son leales. Al tiempo, los integrantes de la camarilla sueltan alguna distracción, como insultar a Ayuso o hablar de la «internacional reaccionaria». Es infantil, pero cuando no hay moral ni responsabilidad de Estado la calidad de los argumentos contra el adversario es muy pobre.
A estos leales se les blinda mientras son útiles. Su utilidad existe mientras su sacrificio sirva a la causa. El blindaje consiste en emplear la artillería institucional, obtenida gracias a la colonización del Estado, incluyendo el Tribunal Constitucional, y usar la prensa del Movimiento Sanchista. Ese blindaje permanece sólido el tiempo necesario para cubrir a quienes están más arriba en la organización. Es el caso, por ejemplo, del Fiscal General del Estado, cuya imputación es inédita en la historia de la democracia española.
Los dos tipos de purgas, la quirúrgica y la ejemplarizante, son corrientes en el sanchismo desde que se destaparon las dos tramas de corrupción que acogotan al presidente del Gobierno. Me refiero al asunto de Ábalos y al que rodea a Begoña Gómez, la esposa de Sánchez. La situación de los blindados puede cambiar si la investigación avanza en esos dos frentes. En esta situación está Reyes Maroto.
La exministra de Industria dijo que no recordaba a Aldama. Quizá algún mensaje en 2020, pero poco más. No obstante, la verdad se ha abierto camino gracias a la UCO. Maroto y el citado comisionista intercambiaron 42 wasaps durante el rescate de Air Europa y en otros apaños, mantuvieron conservaciones telefónicas y se reunieron. Existió una relación personal durante dos años. Al ser pillada en una mentira con un caso de corrupción, Almeida ha pedido su dimisión. La respuesta de Maroto ha sido el insulto y la victimización, como mandan los cánones, llamando «hiperventilado» al alcalde y diciendo que es objeto de una «caza de brujas».
Pero esas revelaciones llueven sobre mojado, y Maroto está perdiendo el blindaje. De hecho, Jesús Celada, ex portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, al ser preguntado por las mentiras de la exministra dijo que no iba a contestar porque eso era cosa de la portavocía municipal, no suya. Celada no sacó el arsenal clásico de los bulos y el pueril «pero el PP más», en una demostración de que el sanchismo ha decidido la inmolación de Maroto.
Ahora Santos Cerdán, Ángel Víctor Torres y la asesora monclovita de Begoña Gómez están en el punto de mira judicial. Su purga o blindaje nos dirá si Sánchez los cree todavía útiles a su persona.
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