Opinión

La movida ultra

¿En el campo español, tan de Vox, aguantarán los escupitajos contra el aceite o el vino? ¿En los astilleros españoles, contra el acero?

Viktor Orban, Santiago Abascal y Marine Le Pen, en la reunión de trabajo del cónclave de Patriots
Viktor Orban, Santiago Abascal y Marine Le Pen, en la reunión de trabajo del cónclave de Patriots.Vox

Alos norteamericanos les debemos no solo el final de la Segunda Guerra Mundial, ese criadero de jóvenes yanquis muertos, heridos o locos, sino el Plan Marshall, que hizo de Gran Bretaña, Francia y Alemania sendas locomotoras de Europa. Quizá nos hemos abandonado en exceso al regazo norteamericano, a sus armas y aportaciones a los organismos internacionales, puede incluso que nos hayamos aprovechado injustamente, pero en represalia, Donald Trump está logrando algo tan absurdo como que la ultraderecha europea se constituya en el principal valedor de Washington. Asomada como está una a la prensa alemana, los discursos de Jürgen Elsässer, de Alternativa para Alemania (AfD), contra los cristianodemócratas que han ganado allí las elecciones, suenan alucinados: «La CDU se enfrenta a Rusia y Estados Unidos al mismo tiempo, la última persona que lo intentó fue Hitler».

Desde Orban en Hungría a Le Pen en Francia, pasando por Meloni en Italia, Alice Weidel en Alemania o Abascal en España, se ha creado un frente a de apoyo a Vladimir Putin y el nuevo presidente de EE UU. En Centroeuropa es tal el peso de la guerra de Ucrania que puede comprenderse este vaivén. En Alemania hay un millón de refugiados ucranianos y todos los países democráticos de la zona se están armando ante el temor de que Moscú les ataque. De las consecuencias económicas, ni hablo. Está tan presente la dependencia energética de Rusia que tengo amigos en Friburgo que han desmontado la calefacción de fuel y han instalado hilo radiante en el suelo y estufas de las antiguas, que se calientan con madera. No son excepciones extravagantes, esos pueblos son muy tribales, responden en grupo: recuerdo, siendo pequeña, la crisis del petróleo y cómo mis tías Lisbeth y Alma sustituían la mantequilla del desayuno por margarina (una blasfemia para un alemán) solo porque habían visto en la tele que el Estado tenía problemas económicos.

Ahora bien, que en España, donde Ucrania o Moldavia nos quedan bastante más lejos que Marruecos o (culturalmente) México, nos apuntemos a esta movida ultra me resulta impenetrable. Para mí que Santiago Abascal, al que conozco bien, porque ya me tocó informar sobre los ataques de ETA a su padre, se está columpiando. Aquí detestamos a los norteamericanos, la espinita de la pérdida de las últimas colonias no se la perdonamos a los yanquis. Puede que las más jóvenes generaciones no sepan que Cuba o Filipinas fueran nuestras, pero en el hondón colectivo está grabado a fuego que los del norte de América desprecian a Colón –o se lo quieren apropiar–, disimulan que todas las ciudades del centro al sur de su país llevan nombres de misiones españolas y aventan la leyenda negra. Creo que Santi está pidiendo a sus votantes que comulguen con ruedas de molino.

La apuesta consiste en ir del lado del fuerte, asimilarse a Trump y ser invitado a sus bonitas ceremonias de «bow-tie» tejano en el sur, con los dirigentes de la Asociación Nacional del Rifle y los cohetes de Elon Musk y esperar que, al caos de las bolsas internacionales, la inflación consiguiente y la crisis económica suceda la necesidad de otro acuerdo con el amigo americano. Francamente, largo me lo fiais. ¿En el campo español, tan de Vox, aguantarán los escupitajos contra el aceite o el vino? ¿En los astilleros españoles, contra el acero? ¿En las industrias de coches, contra el encarecimiento de los componentes? Me temo que, en el escenario ultra, España es tan diferente de Europa como, en la persecución de los judíos, el franquismo lo fue de Hitler. Santa Teresa de Ávila tenía ancestros hebreos, y los Hearst y Pulitzer, los mayores azuzadores de la guerra contra España, son aquí el equivalente al hombre del saco. Menuda «melange» tiene que pilotar Vox.